viernes, 31 de marzo de 2017

Crítica: 'Paterson' (2016), de Jim Jarmusch


Como un autobús urbano, Paterson nos invita a dar un paseo sin destino, sin buscar el final del trayecto, solo contemplando los detalles a lo largo del camino. Como la poesía, Paterson no gira en torno a una trama, sino a su tratamiento y al placer de contemplar su belleza.

Autobuses y poesía. Los dos elementos que articulan la vida de Paterson, interpretado por Adam Driver. Para un papel tan pequeño, tan íntimo y minimalista hace falta una actuación muy grande, y Driver sabe llenar la pantalla con una expresión casi indescifrable y con escasos e intrasdencentes diálogos. Se trata de un papel complejo, con planos a menudo muy cerrados sobre el protagonista, que se luce más en sus silencios que en sus palabras. Driver es una pieza clave en el engranaje de Paterson, y aunque a menudo sí es lo más destacable, no es lo único, pues esa capa de vacío y sencillez lírica oculta mucho más.


La cinta narra una semana en la vida de Paterson y Laura (Golshifteh Farahani), una pareja joven de la ciudad de Paterson, Nueva Jersey: él, conduciendo un viejo autobús urbano por la decadente ciudad, componiendo poesía en sus ratos libres y sacando a pasear a su perro Marvin todas las noches, momento que aprovecha para tomar una cerveza en el mismo pub de siempre; ella, soñando con convertirse en una estrella del country, diseñando su propia ropa y la decoración de la casa y preparando cupcakes para un mercadillo.

Sin un destino claro y sin complicaciones en la trama, más allá del discurrir diario de la pareja, no parece mucho. Pero la película está impregnada de una belleza y unas dosis de humor irresistibles. Predecible y sencilla en muchos aspectos, el perro robaplanos, las ilustraciones que van componiendo la ciudad como un personaje más, los dulcísimos diálogos de la pareja de enamorados y el constante acompañamiento de la poesía le dotan de una riqueza y un atractivo muy bienvenidos y meritorios.

La repetición de la rutina diaria, con escasas variaciones, no conduce al aburrimiento. Al contrario, la abundancia de detalles (desde la presencia constante de pares de gemelos hasta los diseños de Laura) otorgan al filme un cautivador estilo propio. No hay aventuras imposibles, giros dramáticos o efectos especiales: lo que atrae es la falta de ellos. La intimidad que se construye en torno a figuras tan normales y poco inspiradoras como profundas y entrañables. De la misma forma que Paterson (personaje) compone poemas en un papel sobre una caja de cerillas, Paterson (película) consigue componer poemas en la pantalla sobre esa misma caja de cerillas.

Predomina siempre la calma, la normalidad. Los momentos de conflicto no hacen sino reforzar la idea de que la vida sigue, que el sol saldrá al día siguiente y que nuestros problemas solo necesitan relativizarse con los de aquellos que nos rodean. Los pequeños detalles, esa caja de cerillas, esa exitosa venta de cupcakes, esa agradable cerveza en el bar de siempre, son los que articulan toda una vida.

Eso logra esta cinta, conducirnos por momentos, por pedacitos de vida. Siempre con el toque Jarmusch. Que puede no agradar a todos y que demanda reposo en el visionado, pero que deja una cierta satisfacción. No será suficiente para pasar a la historia, mas sobra para dejar un buen sabor de boca. Y es que, aunque no cuenta con las dimensiones ni los atractivos que consiguen premios, sabe jugar con la humildad de lograr algo grande con algo tan sencillo (y a la vez complejo) como un trozo de vida.


Lo mejor: los toques de humor a lo largo de toda la película
Lo peor: que por momentos sí pueda resultar demasiado lenta
Nota: 7,5

(Publicado en Los Lunes Seriéfilos)

jueves, 30 de marzo de 2017

Los remakes de clásicos Disney como herramienta para explicar el cine de Hollywood


El estreno hace unos días de la versión de acción real de La bella y la bestia acentúa una tendencia que Disney lleva siguiendo desde hace varios años. El éxito que han tenido cintas como La Cenicienta o El libro de la selva, así como los anuncios de futuras adaptaciones para los próximos años –El Rey León o Dumbo– demuestran lo acertado de este proyecto desde el punto de vista comercial. Sin embargo, este fenómeno se explica también gracias a algunos aspectos comunes a toda la industria del cine.

En primer lugar, y quizá sea la base de todo, está la falta de ideas que parece sufrir Hollywood. De las diez películas más taquilleras de 2016 (no se incluye Rogue One, el spin-off de Star Wars, por haber concentrado la mayor parte de su recaudación en 2017), cuatro eran secuelas, había un remake y tres más formaban parte de universos de superhéroes. En total, solo dos de esas cintas, Zootrópolis y Mascotas, eran ideas originales.

Los estudios aprovechan el tirón comercial y la seguridad financiera que universos como Star Wars, sagas literarias como Harry Potter o franquicias intermediales como Marvel les ofrecen. Una película de estas características parte de antemano con una publicidad y un mercado potencial muy jugosos, por lo que el beneficio económico para las productoras es muy elevado. Algo similar ocurre con films de culto como Trainspotting o Blade Runner, que este 2017 presentan sus secuelas, como también hará Alien. En 2015 habían sido las sagas de Jurassic Park y Star Wars las que regresaron a las carteleras.

Detrás de esa recuperación de éxitos del pasado se encuentra la nostalgia que las películas de la infancia despiertan en nosotros. Independientemente de la calidad de las nuevas versiones, quienes crecieron con Parque Jurásico, La bella y la bestia o con Cenicienta volverán casi inevitablemente a los cines para revivir esa niñez o juventud. En este sentido, las recreaciones en acción real dotan a las películas de una dimensión más adulta, orientándose a quienes eran niños cuando se estrenó la película primigenia.

Por otro lado, y aquí llega el tercer argumento, estas revisiones buscan aprovechar los avances técnicos del cine. Si la versión que Tim Burton hizo de Alicia en el país de las maravillas en 2010 aprovechaba un todavía incipiente 3D para lograr una experiencia sensorial muy novedosa, el reboot de El libro de la selva de Jon Favreau el pasado año ofrecía, en palabras de la crítica, un “prodigio técnico” y un “milagro tecnológico”. En ambos casos podemos discutir su calidad narrativa o debatir si su magia iguala a la de sus originales, pero técnicamente suponen una auténtica demostración de los avances tecnológicos de los últimos años.

Y como realizar películas solo para presumir de lo que se puede hacer en una pantalla no suele ser suficiente, estos remakes de clásicos de Disney han buscado adaptar sus tramas y personajes a los nuevos tiempos. Maléfica, por ejemplo, desmonta el mito de la mujer como ente pasivo dominado por las figuras masculinas: el príncipe, con un beso, ya no despierta a la princesa, de la misma forma que una mujer independiente y poderosa ya no es necesariamente una bruja malvada.


En el caso más reciente, La bella y la bestia, gracias a la interpretación del icono feminista que representa Emma Watson en un rol ya de por sí más empoderado de lo que era habitual, como es la inteligente e independiente Bella, plantea un debate sobre el papel de la mujer en las historias clásicas de Disney. A su vez, la inclusión de personajes homosexuales en una de las tramas de la película rompe otra barrera, incluso a cambio de sacrificar jugosos mercados como el ruso o el de algunos países del sudeste asiático. En este sentido cabría discutir igualmente si este compromiso social puede reportar beneficios al servir como reclamo comercial, pero ese sería un debate demasiado complejo y extenso que dejaremos para otra ocasión.

Este cuarto elemento de análisis se enmarca también en el intento del cine contemporáneo por reivindicar el protagonismo del que las mujeres se han visto tradicionalmente privadas. El reestreno de Ocean’s Eleven o Cazafantasmas con repartos femeninos puede ser un buen ejemplo. En el caso de la factoría del ratón hemos citado el ejemplo de Maléfica, pero éxitos como Brave, Frozen o Moana demuestran que las princesas Disney han dejado de ser objetos de deseo para ser protagonistas de sus propias historias. Aunque el camino es todavía muy largo, la actualización de clásicos puede suponer un paso más en pro de la igualdad.

A modo de síntesis, las revisiones de clásicos de Disney se explican gracias a la escasez de nuevas ideas en Hollywood, a la nostalgia de los espectadores, al aprovechamiento de las nuevas técnicas cinematográficas y al interés por modernizar y dotar de compromiso a las historias clásicas. Y sí, estos motivos acaban desembocando en el interés comercial, pero las renovaciones que aportan, tanto de fondo como de forma resultan muy bienvenidas. Podemos discutir su calidad y su necesidad, mas no cabe duda de su capacidad para explicar el cine mainstream actual.

(Publicado en Culturamas)

miércoles, 22 de marzo de 2017

Imperium (2016), de Daniel Ragussis


Empezar una crítica de una película protagonizada por Daniel Radcliffe mencionando su mágico pasado como Harry Potter es un tópico demasiado repetido. La sombra de las ocho películas que protagonizó como el mago con la cicatriz en forma de rayo es alargada. Y seguramente quienes escribimos sobre cine no conseguiremos nunca desprendernos del todo de esa asociación, aunque ya va siendo hora. De hecho, deberíamos considerar 2016 como el año en el que Daniel Radcliffe de verdad se consagró como un gran actor más allá de los muros de Hogwarts.

Hace pocas semanas llegaba a algunos cines españoles Swiss Army Man, la triunfadora del pasado Festival de Sitges. Radcliffe daba “vida” a un cadáver con flatulencias arrastrado por las olas hasta una isla habitada por un náufrago. Más allá de lo bizarro de la cinta, la interpretación de Radcliffe es muy meritoria. Los personajes con enfermedades mentales o físicas suelen suponer los mayores desafíos y también los mayores logros. Y en esta ocasión se confirma: llevar a la pantalla un cadáver no es sencillo, pero puede dar lugar a una interpretación memorable.

El otro filme protagonizado en 2016 por el inglés fue Imperium, en la que encarna a Nate Foster, un joven y brillante agente del FBI que se infiltra en círculos neonazis para evitar un supuesto ataque con una bomba sucia. Basado en la experiencia real de Michael German, un exagente que pasó años infiltrado en grupos supremacistas blancos, busca reflejar la realidad de ese submundo y las causas que pueden llevar a los jóvenes a unirse a ellos. Pero la película falla en ese aspecto, otorgando demasiado espacio a los símbolos y la iconografía y olvidando la reflexión detrás de ellos.

Donde sí acierta es en su concepción como thriller policíaco, controlando siempre la tensión a pesar de –o quizás gracias a– la casi total ausencia de violencia. Ese es el elemento diferenciador: Radcliffe da vida a un don nadie en el FBI, un cerebrito sin experiencia en el terreno que solo quiere hacerse un nombre en el cuerpo. En contraste con otras cintas de este género, en las que el enfrentamiento físico y la musculatura son elementos clave, aquí son la calma, el juego de personalidades, la sangre fría y la inteligencia las que marcan el devenir de la cinta. En un momento del largometraje uno de los líderes supremacistas le llega a comentar a Nate Parker que “parece demasiado maduro para un skinhead”.


Ahí reside otro de los atractivos de la cinta, en la retrato de las distintas facciones y de los enfrentamientos internos que hay en el seno del movimiento supremacista. Aunque en parte caricaturesco, sí que ilustra a grandes rasgos qué diferencia al Ku Klux Klan de los skinheads o de la Hermandad Aria, dejando caer que los monstruos más peligrosos a menudo son los menos visibles y los más inesperados.

Más allá no llega el análisis de Imperium, quedándose casi siempre en el nivel que mejor funciona, el de la intriga de un thriller de infiltrados. Y eso es así gracias a la magnífica actuación de Radcliffe, que despliega un rango de emociones amplísimo, sabiendo moderarlas o intensificarlas en los momentos adecuados. A pesar de estar rodeado por un buen reparto, con Toni Collete, Tracy Letts, Chris Sullivan o Burn Gorman, el peso narrativo e interpretativo recae indudable y casi exclusivamente sobre Radcliffe.

El potencial de Imperium es enorme –estrenada en Estados Unidos en verano, poco antes de la elección de Donald Trump como Presidente, y con una extrema derecha que sigue ganando adeptos en muchos países occidentales–, pero la cinta solo se salva gracias al destacado trabajo de Radcliffe como canalizador de emociones y de tensión. En Swiss Army Man, mucho más surrealista, era también su actuación la responsable del atractivo de la película. Cada vez quedan menos dudas de que Daniel Radcliffe se está confirmando como un actor de peso. Y el hecho de que se esté logrando independizar de una franquicia como Harry Potter gracias únicamente a su trabajo demuestra su calidad.

(Publicado en Culturamas)

martes, 21 de marzo de 2017

5 Razones por las cuales ‘Narcos’ debería ganar el Blogo de Oro


Que 'Narcos' sea uno de los mayores fenómenos televisivos de los últimos dos años no es casualidad. Antes de cualquier otro motivo, y sabiendo que se trata precisamente de los Blogos de Oro, creo que los blogs debemos mucho a esta serie, que nos ha dado tanto juego para comentar y que tantos aficionados ha cosechado. Vamos a ver las razones por las que debería llevarse el merecidísimo Blogo de Oro:

1.
Porque ¿quién no ha dicho marica, jueputa, malparío o gonorrea como El patrón? La fascinación que ha despertado ‘Narcos’ y su protagonista, Pablo Escobar, ha sido pocas veces superada, creando una figura imprescindible ya en la historia de las ficciones televisivas. Parodias, disfraces, imitaciones, anuncios... Pablo Escobar ha pasado a formar parte de nuestras vidas y, por eso mismo, muchas personas han descubierto a una (oscura y desagradable) figura histórica.

2.
Porque la interpretación de Wagner Moura es inmejorable. Moura, recordemos, es brasileño y aprendió español para ‘Narcos’, lo que le añade todavía más mérito. En esta segunda temporada, con un Escobar más vulnerable y acorralado, ha sabido reflejar el miedo de quien siempre se supo todopoderoso y su lucha desesperada como gato panza arriba. El patetismo del Pablo gordo y barbudo de los últimos capítulos es verdaderamente admirable. 


3.
Porque ha sido obviada en la mayoría de entregas de premios. La primera temporada recibió algunas nominaciones, pero la segunda ni siquiera eso. Es hora de corregir esta injusticia y premiar a una serie que, además del apoyo incondicional del público, también ha contado con el beneplácito de la crítica. El nivel de la ficción televisiva actual es muy elevado, pero ‘Narcos’ ha destacado en una serie de elementos que, aunque no la convierten en la mejor serie del momento, sí que le deberían haber granjeado algún que otro reconocimiento más.

4.
Porque la trama se ha enredado y porque la riqueza de secundarios lo merece. La labor documental de ‘Narcos’ de ilustrar el conflicto de la droga en Colombia, aunque imperfecta, es muy de agradecer y demuestra que la realidad supera con creces a la ficción. La introducción de nuevos personajes, la mayor relevancia del Cartel de Cali y la evolución narrativa de los secuaces de Escobar -¡ay, Limón!- aportan, además de profundidad, un mayor atractivo.

5. (spoilers) 
Porque habrá que ver si la serie sobrevive a una tercera temporada sin su personaje estrella. Y, aún más importante, porque la segunda temporada ha sobervivido y generado interés a pesar de que mucha gente conocía el desenlace de la historia. El ‘spoiler’ que la propia Netflix había realizado con las imágenes promocionales podría haber restado atractivo a la serie, pero no ha sido así, y el desarrollo de los capítulos ha sido igualmente adictivo.

Razón extra
Porque Blogo de oro o plomo.

(Publicado en Los Lunes Seriéfilos)

miércoles, 15 de marzo de 2017

El populismo y la incertidumbre amenazan las elecciones holandesas

FOTO: REUTERS/Yves Herman

Las elecciones de este miércoles en Holanda están señaladas en muchos calendarios como la primera prueba de fuego real para Europa tras el `brexit´. Después de un 2016 convulso y cargado de sobresaltos, en el que el euroescepticismo y la extrema derecha ganaron cada vez más apoyos, los comicios de este país, con el populista Geert Wilders liderando muchas encuestas, se ven como un peligroso examen.

La escalada diplomática entre Holanda y Turquía este fin de semana no ha hecho sino avivar la incertidumbre. El Gobierno de Países Bajos, presidido por Mark Rutte, impidió que dos ministros turcos dieran sendos mítines a favor de Erdogan en territorio holandés, algo que llevó al presidente otomano a tildar de “fascista” al ejecutivo neerlandés y a amenzar con represalias.

Esta política de antagonismos favorece tanto al propio Erdogan como a Wilders y muestra cómo los partidos tradicionales han optado por medidas de corte populista para evitar -sin demasiado éxito- el ascenso de grupos como el Partido por la Libertad (PVV) de Wilders.

Wilders podría ganar en un Parlamento muy fragmentado

Precisamente es el extravagante y xenófobo dirigente el que hasta ahora lideraba las encuestas con cerca del 20% de la estimación de voto. El discurso de Wilders, condenado en diciembre por incitar a la discriminación, tiene un corte eurófobo, identitario y antimusulmán, llegando incluso a referirse a los marroquíes residentes en Holanda como “chusma”. Sin embargo, la inmigración ha perdido cierto peso en la agenda política holandesa durante los últimos meses, por lo que la victoria de Wilders parece más lejana.

Y en el caso de que ganara sería muy complicado ver un Gobierno del PVV, pues los demás grupos han anunciado que no pactarán con ellos, algo que el propio Wilders ha tildado de “antidemocrático”. Holanda lleva más de un siglo con Gobiernos de coalición entre dos o más partidos, por lo que cabría esperar una unión entre varias -seguramente más de tres- fuerzas moderadas.

El triunfo de esta opción dependerá en gran medida de los resultados de Mark Rutte, actual Primer Ministro y líder del liberal Partido Popular por la Libertad y la Democracia (VVD), a quien la mayoría de encuestas dan como segunda fuerza. Tras ellos aparecerían los democristianos del CDA y los liberales progresistas del D66. Aunque improbable, este martes algunos investigadores no descartaban la victoria de cualquiera de estos cuatro grupos gracias al voto útil para desbancar a los partidos de Wilders y Rutte.

En total, hasta 14 o 15 de los 28 partidos en liza podrían obtener representación en el Parlamento. Esto hace que el habitualmente complejo reparto de apoyos lo sea aun más y que la consecución de los 76 diputados suficientes para lograr la mayoría absoluta resulte más lejana y quede condicionada a acuerdos en un congreso muy fragmentado.

Los alrededor de 13 millones de holandeses llamados a las urnas este miércoles elegirán sus 150 representantes de la Cámara Baja a través de un sistema de representación proporcional con un distrito único a nivel nacional. Esto implica que un 0,67% de los votos garantizaría un asiento en el Parlamento, lo que también facilita la entrada de partidos pequeños.

Recuento manual para un escenario incierto

Tras varias convocatorias electorales haciendo uso de un sistema de voto electrónico, este año se anunció un regreso al recuento manual para evitar posibles intromisiones extranjeras. La decisión se tomó a raíz de las sospechas de hackeos rusos en las elecciones de Estados Unidos y tras los intentos de grupos de hackers de ese país de acceder a los equipos de varios organismos oficiales neerlandeses.

De producirse, esos ataques podrían beneficiar a los grupos radicales, sobre todo al PVV. Pero ha sido precisamente la tensión con Turquía la que quizás haya dado un último empujón a Wilders. No debería ser suficiente para gobernar y, a pesar de su posible victoria, el Gobierno de los Países Bajos volvería a estar formado por varias fuerzas tradicionales.

Pero lograr los acuerdos necesarios será complejo y llevará tiempo. Eso, en el clima actual de tensión y con un partido ultraderechista tan poderoso, daría lugar a decisiones bastante imprevisibles. Y eso no favorecerá la moderación en los comicios franceses o alemanes que se avecinan.

(Publicado en bez.es)

martes, 14 de marzo de 2017

Review 'Trollhunters' - 1° Temporada


La apuesta de Netflix por el público infantil se hace patente desde el mismo momento en el que nos ofrecen un perfil para niños al crearnos la cuenta. Al mismo tiempo, es evidente que el público objetivo de Netflix es joven-adulto, como demuestran los contenidos más relevantes y seguidos de la plataforma. Trollhunters parece aunar ambas premisas para, con una serie fantástica de animación por ordenador, ganar nuevos adeptos en ambos grupos de edad.

El éxito de la propuesta todavía es difícil de medir, pero en febrero ya se anunció una segunda temporada para este mismo año. Probablemente haya ayudado en este aspecto la buena acogida de la crítica y los tres premios Annie -Storyboard, Animación de personajes y Diseño de personajes- conseguidos por la serie estrenada el 23 de diciembre del pasado año.

Guillermo del Toro está detrás de una producción que, como es habitual en el realizador mexicano, refleja el choque entre un mundo real y uno fantástico poblado por monstruos, gnomos y, sobre todo, trols. Trols que viven bajo una ficticia ciudad estadounidense llamada Arcadia y a los que el adolescente Jim Lake tendrá que proteger tras ser elegido Trollhunter por un amuleto mágico. El equilibrio entre sus nuevas tareas, a las que nunca se había enfrentado un humano, y su actividad diaria en el instituto solo será posible gracias a la ayuda de sus amigos de ambos mundos.


Debo reconocer que tras un puñado de episodios la serie engancha. De hecho hay capítulos con un nivel de emoción y de tensión envidiable. Además la interrelación entre los capítulos es notable, no dedicando cada uno a una aventura más o menos aislada, y las tramas van evolucionando de manera más adulta que en la mayoría de series animadas. 

La narración es consistente, permaneciendo accesible y entretenida para los niños, pero ofreciendo a la vez desafíos y atractivos para los adultos. Es una serie sencilla y poco novedosa en su concepción, mas rica en detalles y con unos personajes más redondos de lo que aparentan. 

Y si el desarrollo de la historia es destacable, no lo es menos la animación. Sabemos que en eso Del Toro es un genio, pero Dreamworks, productora del proyecto, tampoco es nueva en la materia. De la fusión entre ambos estilos nace una serie colorista y con un diseño cuidado prestando, también en este aspecto, gran atención a los detalles.

Más allá de la producción, Trollhunters también cuenta con nombres propios en el doblaje: en la versión original encontramos las voces de actores como Jonathan Hyde, Ron Perlman, Tom Hiddleston o el fallecido Anton Yelchin, que da voz al protagonista en el que fue uno de sus últimos proyectos. La decisión de mantener su voz en la grabación fue en gran medida de Guillermo del Toro. 

Suyo es precisamente el sello de calidad que imprime a la serie, su primera incursión en la animación y en las producciones infantiles. Pero Trollhunters es bastante más que su creador y, sin revolucionar la animación televisiva, este ambicioso proyecto de Netflix sí que resulta muy bienvenido.


(Publicado en Los Lunes Seriéfilos)

lunes, 6 de marzo de 2017

Crítica N°2: 'Tarde para la ira' (2016), de Raúl Arévalo


Todo lo que había escuchado sobre 'Tarde para la ira' venía marcado por su condición de genial ópera prima de Raúl Arévalo. Salvo por el buen hacer del equipo de actores, la película se reducía a su dirección, como si no hubiera nada más. Y, efectivamente, no lo hay. 

'Tarde para la ira' no tiene nada; es tan desagradable y cruda como la realidad que representa. Unos paisajes secos y polvorientos. Casas, coches y ropas sin estilo ni glamour. Unos personajes sin ningún atractivo -un andaluz disfónico, un ex convicto con la cara picada de viruela, un viudo taciturno con una vida apática- y rozando el patetismo. Apenas hay acompañamiento musical, los trucos visuales y sonoros brillan por su ausencia y, en general, la sensación de minimalismo y de vacío es constante.

Todo eso, para dar vida a una historia de venganza aparentemente simple y sin demasiadas posibilidades. Aunque, como ya dijimos en Los Lunes Seriéfilos, lo importante no es lo que se cuenta, sino cómo. El realismo y la simplicidad de los elementos nos permiten centrarnos en lo que de verdad importa.

Primero, un reparto excelente: comedidos y creíbles, pero capaces de transmitir un torrente de emociones que, en realidad, no se hacen visibles nunca. El duelo interpretativo entre José y Curro, marcado por una tensión contenida que siempre parece estar a punto de estallar, se salda en tablas, pues es imposible decidir quién está mejor, si Antonio de la Torre o Luis Callejo. Y a ese duelo hay que sumarle la memorable escena del gimnasio, con un Manolo Solo que exprime sus escasos minutos en pantalla para llevarse un merecidísimo Goya.


Y segundo, una narración que justifica los halagos que Raúl Arévalo se ha llevado como director. La hora y media de película, aparentemente lenta, se esfuma con un ritmo frenético entre los “¿y si...?” y los “cuidado ahora...”. Apenas hay momentos de acción o de ira desatada, pero la tensión de saber que esos momentos pueden estar al llegar es constante.

Así, el espectador siempre quiere más. Al principio más información para entender, luego más acción para cerrar la historia y al final solo más minutos. Y eso, a pesar de la suciedad y la dureza de un film sin adornos, solo narración e interpretación.

Interpretación que sabíamos que Arévalo (actor) dominaba y que aquí cede a un acertadísimo elenco. Narración que ahora sabemos que Arévalo (director) también controla como quiere. Porque sí, 'Tarde para la ira' es, en esencia, una magnífica ópera prima. Pero en este caso eso es muchísimo más de lo que aparenta.

Lo mejor: Raúl Arévalo detrás de las cámaras y todos los que aparecen delante de ellas
Lo peor: una historia demasiado simple (si eso es malo)
Nota: 8



(Publicado en Los Lunes Seriéfilos)

sábado, 4 de marzo de 2017

Review 'Santa Clarita Diet' - 1° Temporada


El éxito de Netflix obedece a tantos motivos que necesitaríamos varias entradas para tratarlo. Uno de ellos puede ser su publicidad, que en ocasiones pasa a ser noticia. Si en Navidad hablábamos de la polémica despertada por un cartel de ‘Narcos’ en la Puerta del Sol, en febrero fueron varias de las imágenes promocionales de ‘Santa Clarita Diet’ las que se convirtieron en objeto de debate.

De todos los carteles de la serie estrenada el 3 de febrero, algunos muy ingeniosos, vamos a poner solo un ejemplo. La imagen, un cartón de patatas fritas que, en su lugar contiene dedos, juega con el término “Finger food”, utilizado en inglés para referirse al picoteo y sabiendo que “finger” también significa “dedo”. Tanto el cartel como el chiste -que también se encuentra en uno de los episodios de la primera temporada- reflejan perfectamente lo que es ‘Santa Clarita Diet’: una divertida e irónica serie plagada de humor negro y de escenas un tanto gores.

Podemos encontrar reflexiones subyacentes sobre el matrimonio o la complacencia con la vida, mas todo eso queda subordinado a la refrescante ráfaga de ironías, sarcasmos y diálogos de unos atractivos personajes. Personajes casi caricaturizados al principio, pero que, como en otras producciones de Netflix, van mejorando con el paso de los episodios.

Esos personajes se apoyan en interpretaciones solventes, destacando por supuesto la de Drew Barrymore, principal reclamo de la serie. Da vida a Sheila, una agente inmobiliario que, junto a su marido Joel (Timothy Olyphant), vende casas en el barrio residencial de Santa Clarita, a las afueras de Los Ángeles. Viven una vida anodina hasta que, sin aparente explicación, Sheila se convierte en un muerto viviente con un insaciable apetito por carne humana. A partir de entonces, mientras intentan aparentar una vida normal con su hija (Liv Hewson), deberán procurarse un tipo de comida que no se vende en supermercados.

Otro de los elementos de su éxito ha sido esta concepción satírica del canibalismo y de los zombies. No se sobredimensiona el gore, aunque tampoco se esconde, dando lugar a situaciones bastante desagradables pero, en parte por eso, aun más divertidas. La serie creada por Victor Fresco tiene un humor muy negro, aunque también inofensivo y casi ridículo.

Se espera una segunda temporada, no solo porque quedan algunas cuestiones por resolver en la trama, sino porque, aunque ese humor no es apto para todos los paladares, ‘Santa Clarita Diet’ todavía puede resultar divertida e ingeniosa una temporada más. De ahí en adelante quizás haga falta cierta renovación, pero de momento la primera temporada de ‘Santa Clarita Diet’ me ha abierto el apetito.


(Publicado en Los Lunes Seriéfilos)

jueves, 2 de marzo de 2017

Review Grace and Frankie - 2° Temporada


Si la primera temporada de Grace and Frankie había estado marcada por la sencillez, comenzando casi en la nada absoluta y ganando profundidad e interés a medida que avanzaban los capítulos, esta segunda se ha caracterizado por un mayor dramatismo y complejidad. No ha existido la misma tendencia hacia mayores cotas narrativas, sino que los trece episodios se han movido en el mismo nivel que había alcanzado el final de la primera tanda.

Los capítulos se han relacionado mucho más entre sí a través del mismo hilo conductor. Si en la primera temporada no pasaba nada por saltarse un episodio, en esta segunda sí que habría una pérdida considerable de información para poder seguir la trama.

Y es que los temas que se han tratado han gozado de una complejidad que, para abordarla, hace falta sobrepasar los 30 minutos de cada capítulo. La enfermedad y la muerte, la amistad, la maternidad y las relaciones paterno-filiales, el amor y el desamor o el balance entre familia y negocios se han reflejado con notable intensidad.

Así, hemos visto algunos finales un tanto duros y episodios más propios de una serie dramática que de una sitcom cómica. Y es comprensible; por mucha ligereza que se quiera imprimir, la vejez lleva asociados elementos como la soledad o la enfermedad de los que es muy difícil prescindir. De esta forma, Grace and Frankie ha ganado realismo y madurez.


Mas para ello ha perdido parte del encanto inicial: la sencillez y ligereza con la que se trataban los temas ha dado paso a una mayor intensidad. Así, cuando algo concebido como comedia ligera se adentra en profundas reflexiones sobre temas complejos, pierde su esencia y parte de su atractivo, pues ni logra una suave diversión ni un hondo debate -aunque en ocasiones se aproxima con gran acierto hacia este último-.

No obstante, ha habido humor, y varios de los los instantes más desternillantes de la serie se encuentran en esta segunda temporada. Y por supuesto, estos han venido de la mano de Frankie, que sigue interpretada magníficamente por Lily Tomlin.

Tanto ella como Jane Fonda han cedido cierto protagonismo a los secundarios, con la introducción de nuevos personajes y con un guión que ha prestado más atención a Sol y a Robert, que no solo han ganado minutos, sino peso narrativo. Sin embargo, sigue siendo con el dúo Fonda-Tomlin en pantalla cuando la serie alcanza todo su esplendor.

Y esto solo ha ocurrido en momentos muy puntuales de la temporada -incluyendo, eso sí, un final bastante épico-. Netflix ha optado por un ambicioso intento de dotar de nuevos niveles a la serie, pero ha sacrificado la sencillez y la sensación de normalidad, que fueron sus mayores bazas durante la primera temporada. Mañana comienza la tercera; veremos si las recupera.
  

(Publicado en Los Lunes Seriéfilos)

miércoles, 1 de marzo de 2017

'Narcos' y la frivolidad del mal en los medios de comunicación

Estas Navidades ‘Narcos’ fue uno de los temas más comentados en cualquier reunión familiar o de amigos. Desde la parodia en el programa de Nochevieja de José Mota hasta el polémico anuncio en la Puerta del Sol, la presencia mediática de la serie inspirada en la vida de Pablo Escobar ha sido casi incomparable.


Yo, lo reconozco, fui parte de esa desmedida euforia que en ocasiones generan algunos fenómenos audiovisuales. Como tantos otros, imité las frases más características del protagonista de la serie de Netflix y me comencé a interesar por los personajes y sucesos reales en los que se inspira la serie. Hace poco, debido a esa curiosidad, me pasaron un artículo de El Mundo centrado en el hijo del poderoso narcotraficante colombiano, que estos días presenta un libro sobre su padre.

Reflexionando, tras leer los comentarios en la noticia y en redes sociales, me di cuenta de que la fascinación que la serie despertó por el Pablo Escobar ficticio había traspasado la pantalla y generado admiración por el auténtico, que no es sino un sanguinario asesino y peligroso narcotraficante.

‘Narcos’ vuelve a plantear un debate recurrente: ¿hasta qué punto es aceptable la fascinación por el mal -especialmente el que está basado en la realidad- en los productos culturales? El cineasta Rodrigo Cortés ha defendido en múltiples ocasiones en La Cultureta de Onda Cero la separación de la ficción de la realidad, descargando a series, películas o libros de la obligación moral de educar.

Según esta teoría, la serie no es responsable de que su retrato del narcotraficante, basado en una actuación portentosa y un punto caricaturesca de Wagner Moura, se haya convertido en un fenómeno de masas y haya elevado a mito a un criminal desalmado. De hecho, que el Pablo Escobar de Netflix genere admiración se debe a su representación como un hombre carismático, lo que podríamos considerar acertado, pues esta capacidad de generar afecto e idolatría entre buena parte de la sociedad fue en realidad una de las armas con las que Escobar contó en sus años al frente del cartel de Medellín.


Por eso podemos celebrar que la serie ilustre, con mayor o menor apego a la realidad, la historia de un hombre y un conflicto que sacudieron Colombia durante muchos años. El cine y las series, por el poder que ejercen sobre las personas, pueden ser utilizadas como herramientas educativas o de cambio social. Sin embargo, no podemos exigir un juicio de valor a una ficción si esta, por cuestiones narrativas o estéticas, no desea darlo.

Quizá se podría criticar el uso de la publicidad en la promoción de la serie, pues frivolizar temas como el tráfico de drogas con fines comerciales es moralmente cuestionable. Mas de nuevo volvemos a toparnos con la libertad creativa del autor. ¿Hasta qué punto se debe permitir esa frivolidad en una campaña de marketing que, a pesar de su dimensión publicitaria, no deja de ser una creación artística?

Crítica a los medios de comunicación

Lo que está fuera de debate es la responsabilidad de los medios de comunicación, ya que ellos no pueden anteponer, en ningún caso, cuestiones creativas o comerciales a su deber de información y explicación de la realidad. La confusión entre el Escobar real y el ficticio no se debe atribuir (solo) a la serie, sino a algunos medios de comunicación que han querido aprovechar el filón mediático para rentabilizar una figura tan atractiva. Por eso, cada vez que un diario publica una noticia relacionada con Pablo Escobar o con la serie de Netflix por cuestiones que obedecen más al interés por atraer lectores que a la relevancia informativa, se contribuye a fomentar el morbo y la fascinación por un personaje que, fuera de la pantalla, no lo merece.

El cinismo y la frivolidad pueden ser utilizados en un producto cultural sin que deban ser rechazados más allá de la elección narrativa o artística que suponen. Un caso distinto sería su uso con fines comerciales, que podría -aunque también sobre esto se pueda opinar- reprocharse. En los medios de comunicación, por el contrario, si su utilización no está justificada por un fin informativo o explicativo superior, no ha lugar. No solo porque resulte criticable, sino porque además es irresponsable.

(Publicado en Los Lunes Seriéfilos)