martes, 7 de noviembre de 2017

Crítica: 'Barakah meets Barakah' (2016), de Mahmoud Sabbagh


Arabia Saudí ha estado presente en los últimos días en los medios de comunicación tras la detención de varios príncipes, ministros y empresarios por supuestos casos de corrupción. Lo que se esconde tras este suceso es, en realidad, un golpe de mano de Mohammed bin Salman, hijo del rey Salman bin Abdulaziz y heredero al trono desde que el pasado junio sustituyera a su tío y hermano del actual monarca, Mohammed bin Nayef, al frente de la línea sucesoria. Mohammed bin Salman se caracteriza por su juventud, un treintañero con inmensos poderes en una tradicional gerontocracia y por su ambición y aspiración de modernizar la economía saudí, hasta ahora totalmente dependiente del petróleo. 

También se intuye un cierto progresismo en el país más grande del Golfo Pérsico, un país marcado por el wahabismo y por el integrismo de las doctrinas islámicas que promueve, pero que recientemente ha autorizado –era el único país del mundo que todavía no lo hacía– que las mujeres conduzcan o que acudan a eventos deportivos. Sin embargo, la Policía Religiosa sigue siendo un elemento clave en el país y el respeto por los Derechos Humanos y la libertad sigue brillando por su ausencia.

En ese contexto se produjo el año pasado Barakah meets Barakah, una de las pocas películas que nos llegan de un país en el que el cine está prohibido. Se trata de una divertida comedia sobre un funcionario municipal que vela por el cumplimiento de la normativa local en su ciudad y que se enamora de una famosa video-blogger e instagramer. A pesar de los frenos que la estricta sociedad saudí impone, los jóvenes intentarán concertar una cita. 

La cinta, disponible en Netflix, ha sido censurada en varias ocasiones y vemos como una cintura femenina, un gesto con el dedo corazón o un vaso de alcohol son pixelados; aun así, la crítica es incuestionable. Sobre todo, teniendo en cuenta las cortapisas que las instituciones sauditas pusieron a una película que, por cierto, representó al país en la carrera por los Oscar. También estuvo presente, con bastante buena acogida, en la Berlinale o en el Toronto International Film Festival.

Es cierto que, en un nivel formal y técnico, la obra no es ninguna maravilla, pero no olvidemos los condicionantes y las complicaciones de producir un largometraje como este en un país donde el séptimo arte apenas existe. Mas la pobreza de los encuadres y la narración –tal vez aquí la tijera del censor tenga cierta responsabilidad– se compensan con unas actuaciones bastante notables y carismáticas.

Más allá del valor artístico de la obra, lo más interesante es la posibilidad que ofrece de observar un país del que apenas conocemos un par de generalizaciones. Así, Barakah meets Barakah nos muestra una sociedad, efectivamente, sin libertad, pero en la que una nueva generación comienza a cuestionarse el estado de las cosas. De la misma forma, descubrimos que la situación que se vive en la actualidad no era lo habitual hace unas décadas, en la que el integrismo religioso era más relajado. También alcanzamos a comprender que no todo en Arabia Saudí son megaciudades con enormes rascacielos, aunque tampoco se trata únicamente de un desierto; tampoco todos los habitantes del país petrolero son jeques adinerados y, aunque minoritaria en un país de grandes desigualdades, también existe una, más o menos modesta, clase media. Por último, ni todos los hombres visten siempre túnicas blancas y ghutras, ni todas las mujeres llevan burka en todo momento.


Todo esto permite eliminar algunos estereotipos, pero lo más relevante es la crítica a una sociedad en la que las normas de la sharia siguen rigiendo todos los aspectos de la vida, en la que alcohol, relaciones sexuales y todo tipo de conductas pecaminosas están prohibidas, y en la que los hombres siguen teniendo que representar los papeles femeninos en las obras de teatro.

Solo por eso, la cinta ya merece ser vista. No resulta tan transgresora, valiente, ni cinematográficamente atractiva como su compatriota La bicicleta verde, una de las sensaciones del año 2012, aunque sin duda es necesario asomarse a la ventana que Barakah nos abre en la retrógrada pero optimista Arabia Saudita.

Lo mejor: que la película exista
Lo peor: su debilidad narrativa
Nota: 6,5

(Publicado en Los Lunes Seriéfilos)

No hay comentarios:

Publicar un comentario