lunes, 25 de abril de 2016

"No me jodas"

"No me jodas". Esa fue la expresión de casi todos los seguidores de Juego de Tronos (Game of Thrones, 2011, David Benioff y D.B. Weiss) tras la última escena de la quinta temporada de la serie. No voy a decir de qué se trata por si alguien no está al día con los capítulos, pero fue algo gordo. Como casi todo en esa serie grandilocuente y excesiva que, aunque será blanco de mis críticas en las próximas líneas, reconozco que también me tiene enganchado.

Ese es el mérito de la serie basada en el universo creado por George R. R. Martin. No es la mejor de la historia, pues hay muchas otras, actuales o no, que narrativa y conceptualmente son superiores. Pero las comparaciones en el arte (y las series de televisión lo son, igual que el cine o la música) son especialmente odiosas y no voy a entrar en ellas. Lo que sí parece claro es que la capacidad de generar interés, expectación y casi adicción de esta serie de la HBO es incomparable. Ya sea por el fenómeno fan, por la espectacularidad visual o por las campañas de marketing, medio mundo está paralizado ante la llegada este domingo de la sexta temporada de la serie.

Precisamente esa parálisis, esa atención desmesurada por parte de algunos medios de comunicación, me hace pensar que habrá diarios que titulen a cinco columnas: “Los Caminantes Blancos saltan el Muro de Hielo”. No sé si eso pasará en la serie (ojalá no, pobres habitantes de Poniente), pero lo que sí ocurre a diario es lo contrario: caminantes que llegan a fronteras y no pueden saltar sus muros. A ellos, que no son el peligro, sino que huyen de él, no les dedicamos esta semana entrevistas ni reportajes. Ese espacio está reservado para Cersei Lannister, Arya Stark o Daenerys Targaryen.   Sobre todo en las redes sociales y en los sitios web de los medios, pues ahí la atención prestada ha sido verdaderamente desmesurada.

Comprendo que los medios (insisto, solo algunos deben darse por aludidos) ofrecen determinados contenidos porque sus compradores y usuarios quieren informarse sobre ellos. Es totalmente comprensible que nuestros intereses sean esos. Somos libres para preocuparnos de asuntos banales. Y hacer uso de esa libertad, decidiendo que queremos divertirnos con una serie de televisión, es una forma de defenderla frente a quienes quieren imponernos sus normas y su terror. El problema no es de la sociedad, que está ejerciendo su derecho, sino de los medios, que no están ejerciendo su responsabilidad.

Porque hay una cantidad ingente de temas de mayor relevancia que una serie, y es responsabilidad de los medios de comunicación tratarlos con la profundidad que merecen aunque haya menos personas dispuestas a hacer clic en esa noticia. Y no solo por el hecho de ofrecer el contenido que verdaderamente importa independientemente de lo rentable que resulte, sino también porque no se debe sobredimensionar un fenómeno que, por popular que sea, interesa únicamente a una parte de la sociedad.

Ocurre algo parecido con el fútbol, salvo que en ese caso la parálisis y la concentración de los medios es mayor y más generalizada. Pero esa crítica no toca ahora mismo (junio está a la vuelta de la esquina), porque la actualidad lo que pone sobre la mesa es el fenómeno Juego de Tronos.

Y mientras tanto, Acnur teme que un naufragio en el Mediterráneo esta semana haya causado la muerte a 500 migrantes justo un año después del hundimiento en el que 700 personas perdieron la vida cuando intentaban llegar a Europa.

Ah, pero, eso sí, por favor, que alguien resucite a Jon Snow. No me jodas...


(Publicado en El Blog del Suscriptor de El Español)

viernes, 22 de abril de 2016

“Si vemos la Marca España como algo comercial, no hay duda de que nuestro idioma y nuestra cultura son sus productos estrella”

Aprovechamos el cuarto centenario de la muerte del autor del Quijote y las bodas de plata del Instituto Cervantes para hablar con Carlos Ortega, director del Instituto en Viena


Faltan unos días para que se cumpla el cuarto centenario de la muerte de Miguel de Cervantes. Su legado literario es incuestionable, pero va mucho más allá de eso. De hecho, y aunque pueda resultar curioso, su creación más popular, el Quijote, “ha inspirado más música que literatura”. Son palabras de Carlos Ortega Bayón, que forma parte de la importante herencia del Príncipe de los Ingenios. 

Este vallisoletano nacido en 1956 dirige la sede del Instituto Cervantes en Viena desde septiembre de 2015, en la que es su segunda etapa al frente de la sede vienesa de esta institución. Entre medias estuvo al frente de la sede del Instituto en la ciudad alemana de Bremen. También ha dirigido la editorial Losada y la Biblioteca Nacional entre 1994 y 1996. Un hombre, por lo tanto, del mundo de la cultura y las letras. Una personalidad que no desentona en una sociedad “culta” como la del país centroeuropeo. 

Y menos en una ciudad como Viena, en la que “el aspecto cultural es esencial, por lo que se necesita hacer cosas de nivel”. Una de ellas pretende ser la semana cervantina que se celebrará en la capital austriaca entre el 6 y el 10 de junio para conmemorar el cuarto centenario de la muerte del polifacético escritor.

Y es precisamente “el multifacetismo de los muchos Cervantes que existen” el aspecto en el que se centrarán las actividades musicales, académicas, teatrales, cinematográficas y, por supuesto, literarias que se celebraran esos días. No olvidemos que el autor del Quijote fue un escritor que tocó prácticamente todos los géneros y que, además de la escritura, desempeñó muchos otros oficios para poder sobrevivir en aquella España de finales del siglo XVI y principios del XVII. Una figura que constituye un mundo en sí mismo; o, mejor dicho, un universo. Así se titulará el conjunto de actividades programadas: Universo Cervantes.

Esto en Viena. Pero el Instituto Cervantes no se ha olvidado del genio de quien toma el nombre, y sus sedes en todo el mundo han planeado numerosos actos con motivo del cuarto centenario de su muerte. Y no solo esta institución, pues Ortega defiende que, a pesar de haberse producido “cierto descuido en la comunicación, en parte debido a la falta de gobierno desde que se convocaron las elecciones”, sí se han planeado actos para celebrar esta efeméride, especialmente porque “parece que los poderes públicos tienen la necesidad de ensalzar periódicamente a alguna de sus figuras”. Y eso que el padre del Ingenioso Hidalgo no sería quien más los necesita, ya que “siempre tiene el foco puesto”.
“Parece que los poderes públicos necesitan ensalzar periódicamente a alguna de sus figuras”
Esto se debe a su condición de “clásico”. Una calificación que también podemos otorgar a William Shakespeare, con quien comparte homenajes derivados de su coincidente fecha de defunción. La obra de ambos “tiene validez en todas las épocas, algo que prueba su calidad”, pero no los convierte en los mejores escritores de la Historia de la Literatura. Ese título no existe porque “en la literatura, como en todas las artes, no valen los rankings. En el arte no existe el progreso”. Una conclusión muy acertada si nos paramos a pensar: “¿es mejor una obra de Andy Warhol que las pirámides de Egipto? ¿Qué posición ocuparían Homero, Sófocles o Platón dentro de la Literatura?”. 

El Instituto Cervantes y el español

Carlos Ortega, Licenciado en Filología Alemana y Francesa, habla como un hombre de letras. No esconde que hay cosas que escapan a su conocimiento, pero opina de forma fundamentada sobre aquellas que sí conoce, que no son pocas. Tampoco oculta la crítica cuando es necesaria, pero no la derrocha sin motivo. Y todo ello, con un tono calmado y suave. Solo alza la voz en un momento de la entrevista, tras ser preguntado por la labor realizada en los 25 años de vida del Instituto Cervantes. “¡Es una institución increíble!”, pues “a pesar de su juventud, se codea con instituciones hermanas como el British Council [fundado en 1934] o el Goethe-Institut [que data de 1951], que cuentan con más de 50 años a sus espaldas”. Además se trata de un organismo “baratísimo para el Estado y para la sociedad”, a través del que se consiguen “una importante presencia internacional y una diplomacia blanda o cultural, que consigue crear lazos más estables y profundos que las relaciones puramente económicas o políticas”. Naturalmente, sin olvidar la difusión de la lengua.
“En la literatura no valen los rankings. En el arte no existe el progreso” 
Una lengua, el español, que se habla en más de 20 países. “Uno de los aspectos esenciales del Instituto Cervantes es su riqueza, pues también nos permite acercarnos a Latinoamérica y servir así de vehículo y de lugar de encuentro de la cultura en español de todo el mundo”. 

Esa es la importancia del idioma, junto a la de “transmitir la mentalidad de las distintas sociedades”, repercutiendo en nuestra propia forma de ser. Una muestra: el alemán es un idioma “preciso, que exige una férrea disciplina y una elevada responsabilidad al permitir crear palabras a través de la unión de términos ya existentes”; el español, por su parte, es una lengua que nos permite “un alegre estado, con mayor libertad porque, por ejemplo, podemos colocar el adjetivo en el lugar que queramos”. Estamos describiendo lenguas, pero bien podría tratarse de un estudio de la diferente personalidad de españoles y austriacos.

No obstante, en la literatura “no hay grandes diferencias, puesto que ambos países pertenecen a la cultura europea y occidental”. Quizá la más reseñable sea la mayor introversión de los autores austriacos. Ortega cita como ejemplos a Joseph Winkler o Thomas Bernhard, sin embargo, también menciona que “esa timidez puede dispararse y dar lugar a una tremebunda audacia en algunas de las obras de escritores austriacos”.

Otro aspecto diferenciador entre ambos países, en este caso en lo referido al lector, es la afición de los austriacos por el teatro, lo que genera un “gran dinamismo en la producción de literatura para teatro”. Por lo demás, cabe mencionar que “la producción editorial austriaca es pequeña, con gran proliferación de la novela negra o policíaca por ser el género que más gusta al público”. En este sentido, Ortega lamenta que en España, sobre todo los jóvenes, lean poco. Mas se muestra escéptico ante estos datos porque, parafrasea a Winston Churchill, “hay verdades, medias verdades, mentiras y estadísticas”.

Otro lamento llega por la escasa habilidad de los españoles para aprender idiomas. Pero, existe una explicación histórica: “hasta ahora, nunca hemos tenido necesidad de conocer idiomas, eso lo ha marcado nuestra Historia, porque hemos vivido confinados y enclaustrados y solo el turismo fue capaz de abrir un poco las puertas a otras lenguas”.

Y tanto ese turismo, derivado del sol del que gozamos en España, como la producción automovilística -España es el segundo productor europeo de coches tras Alemania y está entre los cinco primeros a nivel mundial-, conforman para Carlos Ortega los “productos estrella de la Marca España, siempre que entendamos esta desde su vertiente más comercial”. Y sí, en ese trío de cabeza están incluidas nuestra lengua y nuestra cultura. 

Ambas le deben mucho a Miguel de Cervantes. Y mucho le debe también el Manco de Lepanto al Instituto que lleva su nombre por mantener viva su memoria. Y en especial, somos todos nosotros los que debemos mucho a quienes hacen posible que esta institución siga llevando la riqueza del español por el mundo.