lunes, 6 de marzo de 2017

Crítica N°2: 'Tarde para la ira' (2016), de Raúl Arévalo


Todo lo que había escuchado sobre 'Tarde para la ira' venía marcado por su condición de genial ópera prima de Raúl Arévalo. Salvo por el buen hacer del equipo de actores, la película se reducía a su dirección, como si no hubiera nada más. Y, efectivamente, no lo hay. 

'Tarde para la ira' no tiene nada; es tan desagradable y cruda como la realidad que representa. Unos paisajes secos y polvorientos. Casas, coches y ropas sin estilo ni glamour. Unos personajes sin ningún atractivo -un andaluz disfónico, un ex convicto con la cara picada de viruela, un viudo taciturno con una vida apática- y rozando el patetismo. Apenas hay acompañamiento musical, los trucos visuales y sonoros brillan por su ausencia y, en general, la sensación de minimalismo y de vacío es constante.

Todo eso, para dar vida a una historia de venganza aparentemente simple y sin demasiadas posibilidades. Aunque, como ya dijimos en Los Lunes Seriéfilos, lo importante no es lo que se cuenta, sino cómo. El realismo y la simplicidad de los elementos nos permiten centrarnos en lo que de verdad importa.

Primero, un reparto excelente: comedidos y creíbles, pero capaces de transmitir un torrente de emociones que, en realidad, no se hacen visibles nunca. El duelo interpretativo entre José y Curro, marcado por una tensión contenida que siempre parece estar a punto de estallar, se salda en tablas, pues es imposible decidir quién está mejor, si Antonio de la Torre o Luis Callejo. Y a ese duelo hay que sumarle la memorable escena del gimnasio, con un Manolo Solo que exprime sus escasos minutos en pantalla para llevarse un merecidísimo Goya.


Y segundo, una narración que justifica los halagos que Raúl Arévalo se ha llevado como director. La hora y media de película, aparentemente lenta, se esfuma con un ritmo frenético entre los “¿y si...?” y los “cuidado ahora...”. Apenas hay momentos de acción o de ira desatada, pero la tensión de saber que esos momentos pueden estar al llegar es constante.

Así, el espectador siempre quiere más. Al principio más información para entender, luego más acción para cerrar la historia y al final solo más minutos. Y eso, a pesar de la suciedad y la dureza de un film sin adornos, solo narración e interpretación.

Interpretación que sabíamos que Arévalo (actor) dominaba y que aquí cede a un acertadísimo elenco. Narración que ahora sabemos que Arévalo (director) también controla como quiere. Porque sí, 'Tarde para la ira' es, en esencia, una magnífica ópera prima. Pero en este caso eso es muchísimo más de lo que aparenta.

Lo mejor: Raúl Arévalo detrás de las cámaras y todos los que aparecen delante de ellas
Lo peor: una historia demasiado simple (si eso es malo)
Nota: 8



(Publicado en Los Lunes Seriéfilos)

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