La actualidad del
último fin de semana de enero vino marcada por la orden ejecutiva aprobada por
el presidente estadounidense, Donald Trump, de no dejar entrar en el país a
personas con pasaporte de siete países de mayoría musulmana. A raíz de esta
medida, Justin Trudeau, primer ministro de Canadá, escribía en su cuenta de
Twitter: “A los que huyen de las persecuciones, el terror y la guerra, los
canadienses os darán la bienvenida, sin importar vuestra fe. La diversidad es
nuestra fuerza. Bienvenidos a Canadá”.
Solo unas horas
después del mensaje, y con una repercusión mediática muy inferior a la que han
recibido otros ataques terroristas en los últimos meses, un tiroteo contra una mezquita en Quebec acababa con la vida de seis personas que se encontraban en
su interior rezando.
Inicialmente se
detuvo a dos individuos, pero uno de ellos, de origen marroquí, fue puesto en
libertad al ser considerado solo un testigo. El otro, un franco-canadiense de
27 años, Alexandre Bissonnette, que se entregó a la policía, está considerado
como único autor de la matanza; se trataría de un “lobo solitario”, como lo
describió el ministro canadiense de Seguridad Pública, Ralph Goodale, con ideas
nacionalistas y antiinmigración.
La mezquita había
sido objeto de algunos brotes islamófobos en los últimos meses, mas nunca se
habían producido sucesos violentos. De hecho, este es el primer atentado al que
se enfrenta el ejecutivo de Trudeau desde que llegara al poder a finales de
2015. Los incidentes de este tipo no son habituales en Canadá -la provincia de
Quebec es, no obstante, una de las más complejas en este aspecto dado su mayor
sentimiento identitario e independentista-, donde los últimos actos terroristas
habían tenido lugar en octubre de 2014, cuando, en menos de una semana, dos
ataques de islamistas radicalizados costaron la vida a dos soldados
canadienses. En aquel momento, y con un primer ministro conservador como
Stephen Harper, la respuesta fue moderada y sin populismos como los que hemos visto tras los atentados en Europa.
En esta ocasión
ha sucedido lo mismo y las únicas voces que se han escuchado han sido de
condena y unidad, tanto a nivel político -los líderes de los dos principales
partidos de la oposición acompañaron a Trudeau en su visita al lugar del
atentado- como en el conjunto de la sociedad, que se ha volcado en sus muestras
de apoyo a la comunidad musulmana, que supera el millón de personas en un país
de 36 millones de habitantes.
Estas reacciones
se entienden por la falta de movimientos islamófobos o ultranacionalistas en un
país con escasa tradición identitaria, más cercano siempre a la
multiculturalidad y con una larga historia de acogida al inmigrante.
Política de
brazos abiertos
Canadá acogió
25.000 refugiados sirios entre noviembre de 2015 y marzo de 2016, alcanzando
los 39.000 asilados en el conjunto de 2016. En 2017 el plan del gobierno es el
de dar refugio a 40.000 personas más. En total, la cifra de inmigrantes
recibidos en Canadá el pasado año asciende a unos 300.000, algo que, según los
planes gubernamentales, se repetirá en 2017.
Y si las cifras
son elocuentes, también lo es el simbolismo. El propio primer ministro recibióen diciembre de 2015 en el aeropuerto de Toronto a los primeros 163 refugiados sirios que llegaron como parte del contingente que el gobierno de Trudeau se
había comprometido a aceptar durante la campaña electoral.
También carga
simbólica tuvo el nombramiento a finales de 2016 de Ahmed Hussen como Ministro de Inmigración, Refugiados y Ciudadanía. Hussen había llegado a Canadá
procedente de Somalia como refugiado en 1993, por lo que su experiencia será no
solo útil al hacer frente al desafío migratorio, sino que sirve como ejemplo
para los miles de inmigrantes que llegan a un país en el que parece que sí
tienen oportunidades.
Esas
oportunidades, la sensación de seguridad y la tradición acogedora y
multicultural de Canadá hacen que la convivencia haya sido tan positiva. El
atentado islamófobo de esta semana supone un ataque a todos estos valores, pero
la respuesta que ha generado demuestra que la integración y la unidad de la sociedad
canadiense son más fuertes que en otros países occidentales.
(Publicado en Neupic)
No hay comentarios:
Publicar un comentario