jueves, 2 de febrero de 2017

La acogedora Canadá, sacudida por el ataque islamófobo a una mezquita


La actualidad del último fin de semana de enero vino marcada por la orden ejecutiva aprobada por el presidente estadounidense, Donald Trump, de no dejar entrar en el país a personas con pasaporte de siete países de mayoría musulmana. A raíz de esta medida, Justin Trudeau, primer ministro de Canadá, escribía en su cuenta de Twitter: “A los que huyen de las persecuciones, el terror y la guerra, los canadienses os darán la bienvenida, sin importar vuestra fe. La diversidad es nuestra fuerza. Bienvenidos a Canadá”.

Solo unas horas después del mensaje, y con una repercusión mediática muy inferior a la que han recibido otros ataques terroristas en los últimos meses, un tiroteo contra una mezquita en Quebec acababa con la vida de seis personas que se encontraban en su interior rezando.

Inicialmente se detuvo a dos individuos, pero uno de ellos, de origen marroquí, fue puesto en libertad al ser considerado solo un testigo. El otro, un franco-canadiense de 27 años, Alexandre Bissonnette, que se entregó a la policía, está considerado como único autor de la matanza; se trataría de un “lobo solitario”, como lo describió el ministro canadiense de Seguridad Pública, Ralph Goodale, con ideas nacionalistas y antiinmigración.

La mezquita había sido objeto de algunos brotes islamófobos en los últimos meses, mas nunca se habían producido sucesos violentos. De hecho, este es el primer atentado al que se enfrenta el ejecutivo de Trudeau desde que llegara al poder a finales de 2015. Los incidentes de este tipo no son habituales en Canadá -la provincia de Quebec es, no obstante, una de las más complejas en este aspecto dado su mayor sentimiento identitario e independentista-, donde los últimos actos terroristas habían tenido lugar en octubre de 2014, cuando, en menos de una semana, dos ataques de islamistas radicalizados costaron la vida a dos soldados canadienses. En aquel momento, y con un primer ministro conservador como Stephen Harper, la respuesta fue moderada y sin populismos como los que hemos visto tras los atentados en Europa.

En esta ocasión ha sucedido lo mismo y las únicas voces que se han escuchado han sido de condena y unidad, tanto a nivel político -los líderes de los dos principales partidos de la oposición acompañaron a Trudeau en su visita al lugar del atentado- como en el conjunto de la sociedad, que se ha volcado en sus muestras de apoyo a la comunidad musulmana, que supera el millón de personas en un país de 36 millones de habitantes.

Estas reacciones se entienden por la falta de movimientos islamófobos o ultranacionalistas en un país con escasa tradición identitaria, más cercano siempre a la multiculturalidad y con una larga historia de acogida al inmigrante.

Política de brazos abiertos

Canadá acogió 25.000 refugiados sirios entre noviembre de 2015 y marzo de 2016, alcanzando los 39.000 asilados en el conjunto de 2016. En 2017 el plan del gobierno es el de dar refugio a 40.000 personas más. En total, la cifra de inmigrantes recibidos en Canadá el pasado año asciende a unos 300.000, algo que, según los planes gubernamentales, se repetirá en 2017.

Y si las cifras son elocuentes, también lo es el simbolismo. El propio primer ministro recibióen diciembre de 2015 en el aeropuerto de Toronto a los primeros 163 refugiados sirios que llegaron como parte del contingente que el gobierno de Trudeau se había comprometido a aceptar durante la campaña electoral.

También carga simbólica tuvo el nombramiento a finales de 2016 de Ahmed Hussen como Ministro de Inmigración, Refugiados y Ciudadanía. Hussen había llegado a Canadá procedente de Somalia como refugiado en 1993, por lo que su experiencia será no solo útil al hacer frente al desafío migratorio, sino que sirve como ejemplo para los miles de inmigrantes que llegan a un país en el que parece que sí tienen oportunidades.

Esas oportunidades, la sensación de seguridad y la tradición acogedora y multicultural de Canadá hacen que la convivencia haya sido tan positiva. El atentado islamófobo de esta semana supone un ataque a todos estos valores, pero la respuesta que ha generado demuestra que la integración y la unidad de la sociedad canadiense son más fuertes que en otros países occidentales.

(Publicado en Neupic)

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