lunes, 6 de febrero de 2017

La Casa Blanca, en guerra contra la prensa




Las críticas de los medios de comunicación han contribuído a generar ruido y a encumbrar al fenómeno Trump


Hace más de una semana que Donald Trump tomó posesión como Presidente de Estados Unidos. Desde entonces los medios de comunicación de todo el mundo han realizado una cobertura nunca vista sobre sus medidas y declaraciones. Ya fuera por su discurso inaugural ultranacionalista, por su anuncio de que construiría el infame muro con México o por sus decretos para que Estados Unidos abandonara el tratado comercial con el Pacífico, el recién proclamado presidente ha tenido una gran visibilidad en los medios informativos estadounidenses y occidentales. Casi cada día, su foto, firmando las órdenes ejecutivas con las medidas que había prometido a sus votantes, se ha colado en las portadas de los diarios de ambos lados del Atlántico.

La mayor parte de estas aproximaciones han sido críticas, denunciando la xenofobia y el corte autoritarista de sus políticas. Encuestas, editoriales, manifestaciones, entrevistas a líderes políticos... Casi todos reflejaban rechazo hacia el presidente estadounidense.

Es difícil encontrar casos en los que la opinión pública se haya mostrado tan unánime en su crítica a un candidato. De la misma forma, es casi imposible encontrar precedentes en los que los votantes y la realidad hayan refutado tan tajantemente lo que indicaban los líderes de opinión y los medios de comunicación. Y quizás en ese interés por contradecir a la prensa resida una de las claves del triunfo de Trump.

Medios poco creíbles

Los ciudadanos perciben a los medios como elementos del establishment, alejados del ciudadano,  elitistas, sectarios y mentirosos. Según el instituto de opinión Gallup, solo un tercio de los estadounidenses dice confiar en los medios de comunicación de masas -en España ese dato alcanza el 43%, según el CIS-. En ese contexto, que Trump sea vilipendiado por los periodistas llega a resultar paradójicamente beneficioso. Y él sabe aprovecharlo, colocándose como el antagonista de los grandes medios, a los que acusa reiteradamente de mentir y de publicar “noticias falsas”.

Sus enfrentamientos directos con periodistas durante sus mítines y ruedas de prensa, en las que ha llegado a retirar la palabra o expulsar a determinados medios e incluso parece haberse burlado de la discapacidad de un reportero, no le han restado votos. Más bien al contrario, Donald Trump se siente cómodo en su enfrentamiento constante con los medios informativos. De hecho, ha llegado a afirmar que “está en guerra con la prensa” y que los periodistas están “entre los seres humanos más deshonestos de la tierra”, como hizo para acusar a la prensa de la publicación de cifras falsas sobre la asistencia a su toma de posesión, lo que ha molestado a los medios.

Trump gana la lucha en el barro

Un personaje televisivo como el magnate, que conoce el sistema mediático y que se ha curtido en mil peleas en el barro, está inmunizado contra la mala publicidad. Para él solo existe la publicidad, y esa la sabe canalizar hacia su figura, cada vez más mediatizada. En ella, la reiteración de las críticas acaba generando ruido. Por eso, acusarle de racista o totalitario, a pesar de su gravedad, ha llegado a resultar inocuo, pues entre el griterío, esos términos pierden su valor y se convierten en un insulto más.

Por eso, son los medios al hacer girar la actualidad en torno a Trump, a menudo cayendo en sus mismas trampas simplistas, los que, indirectamente, han creado al monstruo. Un monstruo que, no lo olvidemos, resulta muy beneficioso a los medios informativos. Un fenómeno tan sorpresivo y radical fascina a la audiencia, algo que los medios buscan aprovechar generando contenido sin cesar sobre sus medidas, sus polémicas y hasta sus pelos. Y esa batalla mediática, rentable para los medios, no hace sino reforzar la figura de Trump como defensor de la verdad en su lucha contra unos mass media de los que el ciudadano desconfía.

Ahora bien, la burbuja Trump pueden pincharla los propios medios que ayudaron (casi sin querer) a formarla. Pero para ello necesitan mayor seriedad en el análisis, cercanía en el estudio de las consecuencias y honestidad en la búsqueda de soluciones. Solo unos medios creíbles y responsables podrán ser los vigilantes del poder que toda democracia necesita.

(Publicado en bez.es)

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