Las críticas de los medios de comunicación han contribuído a generar ruido y a encumbrar al fenómeno Trump
Hace más de una semana que Donald Trump tomó posesión como Presidente de
Estados Unidos. Desde entonces los medios de comunicación de todo el mundo han realizado
una cobertura nunca vista sobre sus medidas y declaraciones. Ya fuera por su
discurso inaugural ultranacionalista, por su anuncio de que construiría el infame muro con
México o por sus decretos para que Estados Unidos
abandonara el tratado comercial con el Pacífico, el recién proclamado presidente ha tenido una
gran visibilidad en los medios informativos estadounidenses y occidentales.
Casi cada día, su foto, firmando las órdenes ejecutivas con las medidas que había
prometido a sus votantes, se ha colado en las portadas de los diarios de ambos
lados del Atlántico.
La mayor parte de estas aproximaciones han sido críticas, denunciando la
xenofobia y el corte autoritarista de sus políticas. Encuestas, editoriales, manifestaciones,
entrevistas a líderes políticos... Casi todos reflejaban rechazo hacia el presidente
estadounidense.
Es difícil encontrar casos en los que la opinión pública se haya mostrado
tan unánime en su crítica a un candidato. De la misma forma, es casi imposible encontrar
precedentes en los que los votantes y la realidad hayan refutado tan
tajantemente lo que indicaban los líderes de opinión y los medios de
comunicación. Y quizás en ese interés por contradecir a la prensa resida una de
las claves del triunfo de Trump.
Medios poco creíbles
Los ciudadanos perciben a los medios como elementos del establishment, alejados del
ciudadano, elitistas, sectarios y
mentirosos. Según el instituto de opinión Gallup, solo un tercio de los estadounidenses dice
confiar en los medios de comunicación de masas -en España ese dato alcanza el 43%, según el CIS-. En ese contexto, que
Trump sea vilipendiado por los periodistas llega a resultar paradójicamente
beneficioso. Y él sabe aprovecharlo, colocándose como el antagonista de los
grandes medios, a los que acusa reiteradamente de mentir y de publicar
“noticias falsas”.
Sus enfrentamientos directos con periodistas durante sus mítines y ruedas
de prensa, en las que ha llegado a retirar la palabra o expulsar a determinados medios e incluso parece haberse burlado de la discapacidad de un
reportero, no le
han restado votos. Más bien al contrario, Donald Trump se siente cómodo en su
enfrentamiento constante con los medios informativos. De hecho, ha llegado a
afirmar que “está en guerra con la prensa” y que los periodistas están “entre los seres humanos más deshonestos
de la tierra”,
como hizo para acusar a la prensa de la publicación de cifras falsas sobre la
asistencia a su toma de posesión, lo que ha molestado a los medios.
Trump gana la lucha en el
barro
Un personaje televisivo como el magnate, que conoce el sistema mediático y
que se ha curtido en mil peleas en el barro, está inmunizado contra la mala
publicidad. Para él solo existe la publicidad, y esa la sabe canalizar hacia su
figura, cada vez más mediatizada. En ella, la reiteración de las críticas acaba
generando ruido. Por eso, acusarle de racista o totalitario, a pesar de su
gravedad, ha llegado a resultar inocuo, pues entre el griterío, esos términos
pierden su valor y se convierten en un insulto más.
Por eso, son los medios al hacer girar la actualidad en torno a Trump, a
menudo cayendo en sus mismas trampas simplistas, los que, indirectamente, han
creado al monstruo. Un monstruo que, no lo olvidemos, resulta muy beneficioso a
los medios informativos. Un fenómeno tan sorpresivo y radical fascina a la
audiencia, algo que los medios buscan aprovechar generando contenido sin cesar
sobre sus medidas, sus polémicas y hasta sus pelos. Y esa batalla mediática,
rentable para los medios, no hace sino reforzar la figura de Trump como defensor
de la verdad en su lucha contra unos mass
media de los que el ciudadano desconfía.
Ahora bien, la burbuja Trump pueden pincharla los propios medios que
ayudaron (casi sin querer) a formarla. Pero para ello necesitan mayor seriedad
en el análisis, cercanía en el estudio de las consecuencias y honestidad en la
búsqueda de soluciones. Solo unos medios creíbles y responsables podrán ser los
vigilantes del poder que toda democracia necesita.
(Publicado en bez.es)
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