sábado, 29 de agosto de 2015

¿Punto de inflexión?

FOTO: APA/Hans Punz

Hoy hace 52 años que Martin Luther King pronunció a los pies del Monumento a Lincoln en Washington su famoso “I Have Dream”. No fue el único discurso de Luther King, ni menos aun, el único discurso del Movimiento por los Derechos Civiles. Pero su relevancia fue tal que impulsó esta lucha más allá de las fronteras estadounidenses y permitió que Luther King se convirtiera en una de las personalidades más influyentes de la Historia. Este discurso supuso un punto de inflexión que cambió para siempre la lucha por la igualdad racial en Estados Unidos y posibilitó que la ansiada y necesaria igualdad entre negros y blancos se hiciera realidad.

Hace dos días apareció un camión abandonado en el arcén de una carretera austriaca, cerca de la frontera con Hungría. Dentro había 71 personas asfixiadas. No conocemos sus nombres, ni su historia, ni su sufrimiento. Son solamente un número. Pequeño, si lo comparamos con la gran cantidad de refugiados y migrantes que diariamente se juegan (o se dejan) la vida tratando de llegar, de una forma u otra, a un lugar donde existan unas mínimas opciones de tener un futuro.

Aquel discuro, y la marcha que se había producido previamente, afectaba a los dirigentes en Washington más directamente que los enfrentamientos y manifestaciones en los estados sureños. De la misma forma, estos cadáveres en un camión en Austria los sentimos más cercanos que los encontrados el mismo día en un barco en el Mediterráneo. Por eso es posible que sea este número el que nos haga reflexionar lo suficiente para darnos cuenta del drama que estamos presenciando impasibles. Quizá la muerte de estas personas se convierta en el punto de inflexión que nos lleve a encontrar una solución.

Y esa solución no es contruir una valla de alambre en Hungría; ni cancelar los Acuerdos de Schengen; ni movilizar al ejército en la frontera entre Grecia y Macedonia; ni devolver al otro lado a quienes saltan la valla de Melilla. No se trata de mirar nuestros arrogantes y eurocéntricos ombligos e impedir la entrada de personas en nuestros países. No hay que buscar remedio a la inmigración. Sino a la necesidad de emigración y de asilo. Es decir, el problema no reside en que lleguen personas a Europa (Estados Unidos y Donald Trump también pueden darse por aludidos, si quieren), sino en que esas personas se hayan visto forzadas previamente a abandonar sus países de origen por la guerra o la miseria.

Las personas que emigran o huyen a otros países lo hacen impulsadas por su instinto de supervivencia, ese que lleva a muchos españoles a buscarse la vida en otros países europeos ante la falta de trabajo en España. La única diferencia entre quienes murieron en ese camión y quienes se tienen que ir de España es la fortuna o desgracia de haber nacido en un país o en otro y la legalidad o ilegalidad de sus papeles. En España no queremos que nos ofrezcan contratos decentes en Alemania, sino que nos ofrezcan oportunidades en nuestro país. En Siria no quieren que abran las fronteras de Europa, sino que se termine la estúpida guerra que ya lleva más de cuatro años asolando su país.

Y ni la Guerra de Siria se acabará en un día, ni el drama de los refugiados y migrantes se esfumarán con ella. Pero la igualdad entre negros y blancos también necesitó de muchos años y de avances progresivos para alcanzar la situación actual, en la que un presidente afroamericano se sienta en la Casa Blanca. Estamos ante un proceso lento y complejo, pero confío en que el descubrimiento de esos cuerpos en el camión frigorífico en Austria se convierta en el punto de inflexión que impulse la búsqueda de soluciones y que nos acerque al final de este drama.

Y de verdad espero que esto se cumpla. Porque si no, a estas 71 muertes sin sentido seguiremos sumando números: Unos 90 cadáveres y más de 200 desaparecidos frente a las costas de Libia esta misma tarde. 2.500 muertos en lo que va de año en el Mediterráneo. Más de 4.000.000 de refugiados sirios en los países de su alrededor... Y detrás de cada número, un nombre, una historia y un sufrimiento que seguiremos sin conocer.

(Publicado en Neupic)

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