miércoles, 5 de junio de 2019

[Opinión] Piratas de agua dulce

Las plataformas de streaming han democratizado el acceso a contenidos audiovisuales, convirtiendo a la piratería en una elección al servicio del consumismo


Imagen: El Mundo

Hace unos pocos años 'Juego de Tronos' era la serie más pirateada que existía. Probablemente lo siga siendo. Pero esa noticia es ahora menos mediática que el aluvión de bajas que se produjeron en HBO el día después de la emisión del último capítulo de la serie de David Benioff y D. B. Weiss. Entre otras muchísimas cosas'Juego de Tronos' es una de las series que han protagonizado la transición entre el boom de la piratería por internet y el cambio de paradigma de las plataformas de streaming.

La revolución del vídeo bajo demanda, protagonizada por la popularidad de Netflix y apuntalada por la calidad de HBO, ha cambiado por completo la forma de consumir contenidos audiovisuales. Y es que desde hace un par de años, Netflix y compañía han permitido reducir de manera notable la piratería, pues por fin se ofrecía a los consumidores lo que demandaban en sus justificaciones para recurrir a la piratería: “los contenidos son muy caros y no me los puedo permitir”, decían (decíamos, casi cualquiera). Cuando estas plataformas llegaron con un precio de unos siete u ocho euros al mes, con series y películas suficientes para estar viendo durante el resto de nuestra vida sin que se agotasen, la piratería dejó de compensar –en parte también gracias al cierre de webs y al esfuerzo de las autoridades, que poco a poco, fueron surtiendo efecto–. 


No obstante, la producción y la oferta han crecido exponencialmente –es probable que estemos ante una burbuja que puede llegar a explotar, pero eso es tema para otra columna–, por lo que ahora quien solo tiene una plataforma, sea la que sea, se está perdiendo una cantidad muy importante de contenidos. Así, nos hemos vuelto mucho más exigentes, no necesariamente en términos de calidad, pero sí en nuestra “necesidad” de ver aquello de lo que todo el mundo habla. El problema es que la serie del momento puede no estar en las plataformas que tenemos contratadas. Y es evidente que no podemos tener todas las plataformas contratadas. El límite al consumismo, como casi siempre, lo pone nuestro bolsillo. 

Quienes recurren a la piratería en la actualidad no pueden justificarlo en que consumir series o películas es caro. De hecho, nunca ha sido tan barato y sencillo acceder a tantísima oferta audiovisual. Lo que es caro es tenerlo todo. Eso siempre ha sido caro. No podemos tener acceso a todas las series, de la misma forma que no podemos comprarnos toda la ropa de la tienda ni toda la comida del supermercado. La inmensa mayoría de nosotros tenemos que priorizar y elegir, prescindiendo de cosas que nos gustarían. 

Todo esto no es óbice para defender que la Cultura –y digo la Cultura, no los productos comerciales que generan las grandes productoras bajo la lógica capitalista– deba ser considerada un bien común que debe ser incentivado para que sea accesible a toda la sociedad. Y ese incentivo llegará más de un cambio de mentalidad, explicando que las industrias culturales no son únicamente sectores que generan riqueza económica, sino, y sobre todo, expresiones creativas que enriquecen a la sociedad como tal, que de un abaratamiento. 

Y es cierto que hay ámbitos culturales prohibitivos para la mayoría, mas no lo son ni el cine ni las series. Desde luego no lo son las plataformas de streaming, que siguen resultando ridículamente baratas para la cantidad de material que ofrecen –de nuevo, querer acceder a todo es inviable, pero cada plataforma de manera individual tiene un catálogo suficiente para que encontremos material para toda una vida–. Pero tampoco lo es el cine: una entrada de cine sin palomitas ni bebida, que esas tampoco las incluye Netflix ni ninguna opción pirata, cuesta poco más que dos cañas, más o menos como una copa, menos que una cena y mucho menos que una entrada a la mayoría de eventos deportivos. Si cualquiera de estas opciones te parece barata, pero la entrada al cine no, el problema no es del precio, sino del valor que asignas a cada cosa y de tu escala de prioridades.

Imagen: El País

¿Podría ser más barato asistir al cine o consumir series de televisión? Sí. Y debería serlo si los consideramos bienes culturales antes que productos explotables económicamente. 
De hecho, no puedo estar de acuerdo con figuras como Steven Spielberg o Christopher Nolan, que defienden el consumo de películas exclusivamente en las salas, pues la multiplicidad de pantallas y plataformas ha permitido democratizar el acceso a estos contenidos. Mejor una película en el cine que en el móvil, sí, pero mejor una película en el móvil que una pirata. Y mejor una pirata que ninguna película en absoluto.


Porque el problema es quien recurre a la piratería por consumismo y no por verdadera falta de recursos. No podría censurar a alguien que consume ilegalmente una película porque de verdad no tiene recursos materiales para consumirla por vías legales. A quien censuro es a quienes lo hacen por pereza o por querer abarcar todo sin comprender que lo más frecuente es tener que elegir. Aprovechemos, entonces, que la Cultura nunca ha sido tan accesible y que para casi todos nosotros la piratería es una elección.

(Publicado en Los Lunes Seriéfilos)

No hay comentarios:

Publicar un comentario