domingo, 21 de enero de 2018

Crítica: 'Verónica' (2017), de Paco Plaza


Una de las mayores sorpresas cuando se conocieron las nominaciones a los Premios Feroz –que se entregan mañana– y a los Goya fue la presencia de Verónica entre las películas con mayor número de candidaturas: opta a seis Feroz y a siete Goyas, en ambos casos, incluyendo el de Mejor película. Es complicado que esas candidaturas se conviertan en premios, pues no está entre las favoritas en casi ninguna de ellas, pero su presencia e indudable protagonismo se pueden considerar ya una victoria. Y es que, salvo excepciones tan notorias como TesisEl orfanato o Los otros, no es común ver a películas de terror entre las nominadas a los premios más destacados de la temporada. Y menos entre las premiadas, pero eso todavía no lo podemos comentar.

Aunque tal vez el mérito de Verónica no sea tal, pues sería injusto clasificar a esta película únicamente como cine de terror. Lo es, sin duda, porque consigue transmitir una tensión y unos momentos de gran incomodidad. Y ello sin abusar de los sustos ni de la sangre, sino construyendo con inteligencia, y gracias a una narración bastante cuidada, una atmósfera que atrapa al espectador en el terreno de lo oculto. Sin embargo, la obra va más allá del terror, consiguiendo un retrato realista sobre la adolescencia y la asunción de responsabilidades.


Porque Verónica es, ante todo, la historia de una adolescente de 15 años. Tras la muerte de su padre, y con su madre trabajando en un bar, es ella la encargada de cuidar a sus tres hermanos pequeños. Y aunque es Verónica, con su juego de la ouija, la que ha puesto en riesgo su vida, será también ella la única capaz de protegerlos. Se trata de un personaje magníficamente construido, gracias en gran medida a la descomunal interpretación de Sandra Escacena.

Y si meritorio es el personaje de Verónica, no lo es menos la elaboración del entorno. Ese barrio de Vallecas en el que transcurre toda la acción. Paco Plaza, que como codirector de Rec no necesitó salir de un edificio para crear una de las historias de terror más relevantes del cine español en los que va de siglo, abre ligeramente su horizonte, ampliándolo a un barrio, al que dota de vida propia, siendo en ocasiones más personaje que localización. Y con él se alcanza ese realismo y esa falta de elegancia que permiten al espectador identificarse con la historia. Una historia que, por otra parte, se inspira en un informe policial sobre un suceso real.

Efectivamente, el realismo es la mayor virtud de Verónica. Por eso, cuando en algunos tramos de la segunda parte del film se adentra en elementos narrativos más artificiales o cae en algunos de los prototipos del cine de terror más convencional, pierde parte de su atractivo y no consigue que el film culmine con la misma fuerza que había comenzado.

A pesar de eso, su terror inteligente, su explotación del contexto, su riqueza de interpretaciones y la profundidad de su personaje protagonista, convierten a Verónica en un extraordinario y aterrador relato sobre la adolescencia y el proceso de crecimiento. Y eso sí que da miedo.

Lo mejor: el coming of age de Verónica
Lo peor: que por momentos pierda sus señas de identidad y caiga en algunos clichés del género 
Nota: 7.5

(Publicado en Los Lunes Seriéfilos)

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