viernes, 14 de abril de 2017

Crítica: 'La Pasión de Cristo' (2004), de Mel Gibson


Madrugada del Jueves al Viernes Santo. Uno de los momentos clave de la Pasión. Continuamos nuestro repaso a algunos títulos propios de estas fechas con una película que también podemos definir como clave. 

La Semana Santa de 2004 vino marcada por el estreno de una de las películas más controvertidas, mediáticas, exitosas y violentas que se han hecho: La Pasión de Cristo. Mel Gibson dirigió, coprodujo y coescribió esta versión relativamente fiel al texto bíblico, si bien es cierto que incluye escenas y alegorías que no figuran en los Evangelios. Esta historia, completada con recuerdos de la Última Cena o de la vida de Jesús, supone una base magnífica para un guion pues, creyentes o no, es indudable la magnificencia del relato. Un relato dramático, que describe una tortura y una crucifixión de extrema dureza. 

Es posible que dicho texto demande unas dosis de violencia, de sangre y de gore semejantes a los de la cinta de Mel Gibson. El debate en realidad debería ser en torno a la necesidad o adecuación de reflejar con tanta crudeza ese sufrimiento. Quizás una representación menos explícita hubiera sido más correcta, pero puede que el salvajismo de esta sangrienta obra esté justificado. Tal vez lo que se busca es dotar de realismo a una historia muy dura y dramática. Tal vez solo sea una estrategia comercial para atraer espectadores. Tal vez pretende emocionar y servir de argumento a favor del cristianismo. Tal vez solo sea una cuestionable, aunque perfectamente válida, decisión artística del director.

Y en cualquiera de esos aspectos la película cumple su cometido. Se trata de una narración cuidada y capaz de transmitir toda esa dureza y dolor. El proyecto fue un éxito rotundo de taquilla a pesar de estar clasificada en muchos países como solo para adultos y a pesar de exhibirse en arameo, hebreo y latín con subtítulos. Aunque difícil de cuantificar, el filme actuó como propaganda de la religión cristiana; se habla de criminales que confesaron sus crímenes tras haber visto este largometraje y de un aumento en la asistencia a los grupos de debate religiosos sobre la Pasión. Por último, los premios y reconocimientos que consiguió la cinta, incluyendo tres nominaciones a los Oscars, ilustran el valor cinematográfico de la misma. 


Más allá de polémicas, que solo agrandan el mito de La Pasión, hay que destacar la fuerza de esta obra. A eso ayudan la violencia, el trasfondo de la historia o la utilización de ropajes poco vistosos a pesar de su ambientación en la Jerusalén de hace 2000 años. Precisamente ese vestuario más bien sencillo y el uso de las lenguas de la época contribuyen a dotar al relato de realismo. 

Y son también esas lenguas las que añaden una dificultad aún mayor a los actores, expuestos ya de por sí a un rodaje muy duro. Pero ese intento de hacer un uso históricamente adecuado del lenguaje aporta un atractivo añadido a la película, pues sirve como un elemento distintivo más para una obra que nació con la vocación de ser única. 

Y lo consigue, para bien o para mal, no hay nada como esta película. Tiene fallos en el plano cinematográfico –por ejemplo, el añadido de Satanás y de algunas figuras demoníacas para representar la tentación o el remordimiento resultan artificiales e innecesarias– y también desde un punto de vista ajeno al cine, como puede ser el uso propagandístico de la cinta para promover el cristianismo o incluso como argumento antisemita. Pero con todo, logra encogerte el alma con una historia como pocas. 

Lo mejor: la historia que hay detrás 
Lo peor: su vocación comercial y propagandística 
Nota: 7,5

(Publicado en Los Lunes Seriéfilos)

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