domingo, 2 de diciembre de 2018

[Cine] Crítica: 'No hay salida' (2018), de Rasmus Kloster Bro: potencial desaprovechado

Filmin estrenó el 30 de noviembre ‘No hay salida’, una ópera prima danesa con gran potencial y enfoque erróneo, en la que tres personas quedan atrapadas en una cámara subterránea tras un incendio en unas obras de metro 



Supongo que es una comparación injusta y odiosa, pero tras el ‘Enterrado’ de Rodrigo Cortés es muy difícil realizar películas claustrofóbicas que no palidezcan ante los riesgos y minimalismo de la cinta protagonizada por Ryan Reynolds. ‘No hay salida’ –‘Cutterhead’ en la versión oficial por el nombre del cabezal de la tuneladora en la que se quedan atrapados– intenta transmitir un agobio y asfixia semejantes y, aunque sí tiene momentos intensos e incómodos, su verdadero punto fuerte nunca está ahí.

La ópera prima de Rasmus Kloter Bro, estrenada el pasado 30 de noviembre de Filmin, muestra cómo tres personas quedan atrapadas en una cámara hiperbárica en las obras de construcción de un metro en Dinamarca tras un accidente. Ignorantes sobre qué ha pasado exactamente, la situación va ganando dramatismo a medida que se agota el oxígeno. La posibilidad de que en el exterior el incendio todavía continúe activo, la ignorancia sobre cuándo vendrá alguien a rescatarlos y la necesidad de someterse a un proceso de descompresión para salir de la cámara llevarán a los dos obreros y a la periodista que ese día estaba retratando la vida de los empleados al límite de sus fuerzas físicas y mentales.


Es en la interacción entre los tres personajes principales, sus diferentes historias y sus personalidades donde reside el verdadero valor y atractivo de la película. La aproximación a la vida y la muerte es muy distinta entre una periodista danesa que en ningún momento parece haber tenido mayores preocupaciones, un padre de familia croata que apenas ve a sus hijos por trabajar en un país del otro extremo de Europa o un joven de Eritrea que tuvo que cruzar el desierto y fue secuestrado en su travesía hacia Europa, como tantos otros subsaharianos.

Sensación de potencial malgastado 


Había material para profundizar más en la riqueza interna de los personajes, sobre todo gracias a unas interpretaciones bastante notables, mas el intento de aprovechar el relato terrorífico y claustrofóbico parece impedirlo. Ahí reside el mayor fallo, pues la película, que podría despuntar mucho más como retrato del sueño europeo –algo que la propia protagonista enuncia y parece adelantar en un momento del film–, se pierde al orientarse hacia un género para el que tal vez no esté preparada.

Se aprecia esto en la cámara, que intenta jugar con el espacio y con los primeros planos, pero queda lastrada por la posible inexperiencia o falta de técnica del equipo. Así, lo que hubiera sido una película ideal para el Atlàntida Film Fest que Filmin acogió y que tan gratas sorpresas aportó –algunas de ellas, muy cercanas en estilo y temática, así como en europeísmo y en análisis social crítico–, se queda en un trabajo que se promociona como terror asfixiante sin ser ese su camino.


Y es una pena, porque el planteamiento, el contexto en el que se enmarca y los personajes que se comienzan a dibujar tenían capacidad para muchísimo más. La obra tiene indudables aciertos e interesantes detalles, pero es imposible no sentir que su enfoque le impide aprovechar todo su potencial.

Lo mejor: unas interpretaciones notables y unos personajes que tienen mucha más historia de la que se nos muestra 
Lo peor: precisamente eso, que no podamos rascar más allá de la superficie de los personajes 
Nota: 6/10

(Publicado en Los Lunes Seriéfilos)

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