La serie ‘El milagro’ llega a Sky España el 22 de enero con su combinación de política, ciencia y fe en una obra misteriosa, intensa y absolutamente adictiva tras convertirse en un fenómeno en Italia
Hay una serie de elementos que definen a la sociedad italiana y que, como tales, acostumbran a estar presentes en la notable producción audiovisual del país. Esos temas son la mafia, la religión católica y la caótica política. Los tres se encuentran presentes en ‘El milagro’, conformando una santísima trinidad de la grandeza y la miseria italianas, y aprovechando elementos más o menos habituales para combinarlos de manera novedosa y actual. Porque la actualidad de la serie, que se estrena el 22 de enero en España a través de Sky, es incuestionable.
El Primer Ministro italiano, en medio de la campaña del referéndum que sacaría a Italia de la Unión Europea, debe decir qué hacer con la figura de una Virgen que llora sangre que había sido incautada a un capo de la mafia calabresa. Sin aparente explicación científica posible y en un contexto político que obliga a gestionar el hallazgo con discreción, tanto en su vida como en la de las personas que han tenido contacto con la figura comenzarán a sucederse eventos de difícil explicación.
En cierta medida, podría asemejarse a algunas de las obras de Dan Brown. Sin embargo, la eliminación de un personaje sabelotodo y absolutamente racional y científico como Robert Langdom permite mantener la espiritualidad y el misterio religioso. Además, y contraponiéndose también a ‘El joven papa’ –con el que, entre otras asociaciones, comparte la presencia del actor español Javier Cámara–, ‘El milagro’ no se centra las instituciones religiosas, corrompidas por los hombres, sino que pone el foco sobre el aspecto transcendental y divino y sobre su efecto en las personas. Así, entra en juego un elemento fantástico para unos, religioso para otros, que se sitúa por encima de las normas que establecen las acciones humanas y las leyes de la naturaleza y que incorpora, por su misterio e imposibilidad de comprensión, ciertas dosis de terror.
Un terror que se deriva de una tensión constante y que apela a la base del miedo, que es el desconocimiento. Si nos da miedo la muerte es, sobre todo, porque no sabemos qué hay tras ella. Tampoco nos atemoriza la falta de luz, sino lo que se pueda esconder en la oscuridad. Y una obra de terror perdería tal condición si conociéramos cuándo se va a producir el siguiente susto o qué explica la presencia sobrenatural que acecha al protagonista. La religión, misteriosa e incomprensible por definición, es de esta forma una fuente inagotable para las obras de terror. Y en esta producción el miedo se manifiesta porque el milagro y lo que le rodea es imposible de racionalizar y comprender.
Misterio e intensidad
Es en ese misterio sobre las causas y las consecuencias de las lágrimas de la figura religiosa donde reside el principal atractivo. La dosificación de la información que se entrega al espectador es magistral, lo que da lugar a una de las series más absorbentes que he visto en mucho tiempo. Saber de dónde procede la madonna y qué ha provocado sus lágrimas resulta tan misterioso como adivinar cuál será el comportamiento de los personajes y los efectos que el misterio tendrá sobre ellos.
Los protagonistas son atractivos y enigmáticos y, aunque no ha habido capacidad de evolución –los tres capítulos que Sky pone a disposición por adelantado reflejan cada uno de los tres días posteriores al hallazgo–, sí se advierte una profundidad y complejidad notables. Además, aunque interconectadas, las distintas tramas aportan riqueza y variedad, con diferentes aproximaciones al milagro, a la religión, a la vida y a la familia. La familia que, como institución central de la religión, cobra una particular relevancia a lo largo de la narración.
La fuerza de la serie de Niccolò Ammaniti no se deriva solo de la trama y el misterioso desarrollo de los acontecimientos, sino de su poder visual. Particularmente impresionantes son los planos de la cara de la virgen con las lágrimas de sangre, aunque también la composición de algunas secuencias, superponiendo imágenes de un momento con sonido de otro posterior o anterior, transmite la tensión y la mística de la serie. Asimismo, la banda sonora, que a veces juega con la discordancia y la contraposición a la imagen, incrementa la intensidad.
De esta forma, ‘El milagro’ es magnífica como ficción audiovisual, pero también lo es su conexión con la política italiana y europea o con los debates entre la fe y la ciencia. Y es que es posible que en pleno siglo XXI para volver a tener fe –y no me refiero solo a la creencia en un ente divino– lo que necesitemos sea un milagro. Y no descartemos que para lograr una serie tan extraordinaria haya hecho falta algún tipo de intercesión divina.
(Publicado en Los Lunes Seriéfilos)
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