viernes, 16 de febrero de 2018

Crítica: 'La historia interminable' (1984), de Wolfgang Petersen


Uno de los grandes mitos cinematográficos para quienes nacieron en los 80, entre los que incluiríamos a la tan popular generación millennial, fue La historia interminable. Aunque no es, ni de lejos, el único caso, la película de Wolfgang Petersen trascendió la pantalla –de la misma forma que el libro de Michael Ende había trascendido el papel tiempo atrás–, filtrándose en otras muchas esferas de la vida de quienes crecieron viendo esa cinta –y en este caso se trata de cinta en sentido literal, pues el VHS o el Betamax constituían las únicas posibilidades de disfrutar de la película en aquellos años–. 

Lo cierto es que reunía todos los ingredientes para que los más jóvenes se enamoraran de la obra: protagonistas infantiles con los que era fácil identificarse, una historia épica cargada de imaginación, unos efectos visuales muy meritorios en la época, una narración sencilla pero rica en personajes y sorpresas… Fue, y sigue siendo, un referente en el fenómeno fan europeo; salvando las distancias, y con muchas comillas, podríamos hablar de La guerra de las galaxias alemana. La influencia de esta obra de culto se demuestra, por ejemplo, en grupos de música actuales, como Vetusta Morla o Auryn, que toman sus nombres de la historia de Bastian y Atreyu.

Sin embargo, ha ocurrido lo que la obra más temía: envejecer y perder su capacidad de hacer soñar. 34 años después, ese mundo fantástico e imaginativo se ha quedado sin parte de su encanto, a la vez que sus efectos especiales demuestran lo mucho que la técnica ha evolucionado en ese campo. Puede que el (cada vez menos) inocente espectador infantil actual encuentre algún atractivo, pero no será comparable al que encontraban los niños y niñas de hace tres décadas. Y desde luego, tampoco los que ya estemos un poquito más crecidos encontraremos los estímulos que podríamos haber encontrado de haber descubierto la película cuando correspondía. Aproximarse hoy a La historia interminable por primera vez, sin un vínculo con las emociones que en su día despertó, supone una notable decepción, pues, sin la magia infantil del momento, pierde la mayoría de sus encantos.


Y es que se trata de una película que tuvo un tiempo y un contexto, pero que, desde una cierta perspectiva, no aporta nada de especial relevancia. Algo que, por cierto, sí ocurre con el libro de Michael Ende en el que se inspira. Y es que la literatura del escritor alemán destaca más que por su novedad en la trama, por su belleza formal y por su particular estilo. Y eso es algo que resulta muy complicado trasladar al cine. De hecho, el propio escritor renegó de la película por no haber reflejado lo que él pretendía plasmar en el libro. Así, si la novela mantiene su vigencia, la obra audiovisual ha perdido casi toda su magia, aunque sí pueda seguir resultando válido su mensaje de defensa de la imaginación.

No se puede menospreciar ni ese mensaje, ni el hito técnico y visual que supuso en su momento. Tampoco se puede olvidar la trascendencia que alcanzó el film en 1984, dando pie a una trilogía y a un imaginario que todavía perdura. No obstante, y a pesar de que no siempre haya sido para mejor, el cine ha evolucionado, dejando a La historia interminable casi tan vieja como la vetusta Morla.

Lo mejor: la relevancia que tuvo en su momento
Lo peor: que ha envejecido muy mal
Nota: 4,5

(Publicado en Los Lunes Seriéfilos)

martes, 6 de febrero de 2018

Crítica: The Cloverfield Paradox (2018), de Julius Onah


Otra cosa no, pero la saga Cloverfield está demostrando que saben despertar interés y a traer al público. Calle Cloverfield 10, amparada por unas críticas bastante positivas y una producción y promoción que podríamos definir como tradicionales, contaba una historia interesante para terminar con un destacado cliffhanger que daba un nuevo sentido a la película. Luego vino el anuncio de la Superbowl, avanzando el tráiler de The Cloverfield Paradox y anunciando que el film estaría disponible en Netflix inmediatamente tras el partido. La mañana siguiente, cundo los medios europeos se hacían eco de los avances cinematográficos que se habían visto en el descanso del popular encuentro de fútbol americano, la película ya era accesible en Netflix desde hacía varias horas. Se trata de una de las campañas más rompedoras y, por lo que se está demostrando, exitosas. Revienta gran parte de los principios publicitarios que se enseñan en las facultades de economía y comunicación, demostrando que Netflix sabe llevar la promoción a un nuevo nivel.

La calidad ya es otro asunto más discutible pues, como en cualquier productora o plataforma de contenidos, en Netflix se mezclan las cintas mediocres con obras maestras y con títulos pésimos. Así, junto a trabajos de clara vocación festivalera u orientados a la temporada de premios, como OkjaMudbound Beasts of No Nation, encontramos que la plataforma de streaming ofrece largometrajes de mucha menor calidad, pero de indudable éxito, imitando a Hollywood en lo que mejor sabe hacer: reventar la taquilla. O, en este caso, las pantallas de nuestros ordenadores, tablets, teléfonos o televisores. Lo vimos con Bright hace poco y lo vemos ahora con The Cloverfield Paradox.

La obra producida por J. J. Abrams cuenta la historia de un grupo de astronautas de distintos países que, tras producirse una crisis energética en el planeta que amenaza con sumirlo en el caos, viajan a bordo de una estación espacial para intentar conseguir una nueva fuente de generación de energía. Sin embargo, se trata de un proceso complejo y arriesgado que podría desencadenar la conocida como Paradoja de Cloverfield.

Los Lunes Seriéfilos & The Cloverfield Paradox

Se trata de una historia de ciencia-ficción espacial bastante clásica, con os giros de guion y los efectos especiales que suelen caracterizar a las superproducciones de este tipo. Su problema es que resulta predecible y que, en realidad, en ningún momento aporta verdaderas novedades al género. Sí cuenta con algunos aspectos interesantes, pero ni se explotan ni se explican de forma adecuada. Muy pocas cosas resultan claras y coherentes en realidad, por lo que gran parte del atractivo del film, que tiene un indudable potencial, se pierde.

Eso sí, más allá de la calidad de la cinta, es cierto que resulta entretenida. Si no se le busca demasiado las costuras, funciona como pasatiempo para, por ejemplo, un domingo después de ver el fútbol americano. Y por supuesto, termina con otro espectacular cliffhanger, que introduce una nueva vuelta de tuerca en la saga y que demuestra que, a pesar de la cuestionable calidad de la obra, ya estamos esperando más Cloverfield.

Lo mejor: que parece tener material para una buena película
Lo peor: que casi todo queda sin explicar y sin demasiado sentido
Nota: 5,5

(Publicado en Los Lunes Seriéfilos)

lunes, 5 de febrero de 2018

Review de 'Detective Muncie', basada en la historia del asesino en serie Peter Manuel


Este martes se estrena en Filmin la miniserie británica 'Detective Muncie' ('In Plain Sight'), basada en la historia real del asesino en serie Peter Manuel que, durante los años cincuenta, cometió al menos siete asesinatos en el sur de Escocia. Su historia, o más bien, la del detective que siguió su pista desde el inicio, llega ahora a las televisiones españolas tras su estreno en diciembre de 2016 en el canal británico ITV.

Y la verdad es que la televisión británica sabe bastante de detectives. Suyo es, sin ir más lejos, Sherlock, una de las grandes series de nuestro tiempo. Tampoco John Strickland, su director, es nuevo en la materia, con una larga carrera en la televisión británica, incluyendo varios proyectos sobre detectives y thrillers policíacos. Si bien es cierto que Sherlock, y el resto de grandes producciones que suelen llegarnos del Reino Unido, suelen ser de la BBC, ITV también ocupa un papel protagonista entre los seriéfilos tras haber emitido otro de los referentes de la televisión inglesa: Downton Abbey

Sin la pompa de esta última, ni el ingenio de SherlockDetective Muncie busca más el realismo y la sencillez. Las deducciones del detective son inteligentes, pero no brillantes, y la serie apenas se recrea en su proceso deductivo, algo que sí suele ser habitual en las ficciones sobre detectives. Y quizás la clave sea que busca no alejarse en exceso de la realidad, por lo que ni Muncie es Sherlock Holmes o Hercule Poirot, ni Peter Manuel es Jack el Destripador o James Moriarty. Sin el artificio, el carisma o la brillantez de estos, la serie de ITV resulta más naturalista y comedida, ambientándose además en los años 50, que no tienen ni el encanto del siglo XIX ni los avances técnico-científicos del presente.


Y tal vez sea porque la realidad no busca satisfacer los deseos de la ficción, pero Detective Muncie resulta previsible en muchos momentos, sin posibilidad de sorpresa. Y, salvo un puñado de secuencias, tampoco corre grandes riesgos, ni en el aspecto técnico, ni en las interpretaciones que, en cualquier caso, son correctas.

Y a pesar de su falta de atractivos y de su escasa novedad, sí funciona como miniserie: con tres capítulos de 40-45 minutos consigue mantener la tensión y el interés con solvencia y sin un esfuerzo excesivo. Para más, tal y como está concebida, no da. Y podría haber material, profundizando mucho más en la conciencia del asesino o sin omitir tantos elementos, algunos de ellos con bastante potencial, pero no es esa la vocación de esta producción claramente televisiva, según su concepción más tradicional y cercana a esa perspectiva según la cual la televisión era la hermana menor del cine. 

Y esto, que puede sonar a crítica, no tiene necesariamente por qué serlo. Porque no podemos hablar de fallos, pero sí de la ausencia de mayores atractivos.




(Publicado en Los Lunes Seriéfilos)

domingo, 4 de febrero de 2018

'Handia' y 'La librería' triunfan en unos Goya aburridos y que pidieron #MASMUJERES


Podría haber sido la noche de las reivindicaciones feministas. La noche del humor chanante. La noche de Handia. La noche de Isabel Coixet y su La librería. Podría haberlo sido. Porque lo fue, pero solo en parte.

Desde luego la noche estuvo marcada por las peticiones de más mujeres e igualdad salarial en la industria. Desde la alfombra roja, con los medios acreditados volcados en el tema, hasta los agradecimientos, pasando por los abanicos. Se puede apreciar el intento, y nos sumamos a la reivindicación, pero entre ciertos comentarios un tanto casposillos en la gala y una cierta sensación de postureo y de querer imitar a los Globos de Oro, parece que se queda algo flojo. Es de agradecer que se haga este esfuerzo por poner de relieve un tema tan necesario, pero también es necesario que se haga con coherencia y con la seriedad que el tema demanda, sin subirse al carro por moda como, en ciertos momentos y personas, ha parecido que sucedía.

En ese sentido, el humor de Ernesto Sevilla y Joaquín Reyes tampoco ha ayudado. Porque sus intentos de introducir reivindicaciones han sido casi patéticos. Y cuando han buscado ser graciosos, como ellos son, por cierto, también les ha quedado forzado. Comentando la gala, una amiga me decía que son muy buenos cómicos, y lo demostraban en Muchachada Nui, por ejemplo, pero una gala en directo les queda muy grande. Y así ha sido. O han buscado la caricatura y reírse de sí mismos, que entonces chapeau, o simplemente se han visto sobrepasados por la responsabilidad.

En total, la gala ha sido bastante aburrida, sin apenas novedades –quizás la decisión de interpretar las nominadas a Mejor canción original para presentarlas fuera la mejor–, con una realización un tanto deficiente y con bastante menos humor que otros años. Y también con menos demandas de bajada del IVA, solo la de la Vicepresidenta de la Academia, Nora Navas –que junto a Mariano Barroso sustituyeron a la Presidenta, Ivonne Blake, que se recupera de un ictus–, y autocomplacencia en las cifras de taquilla –que, por otro lado, han sido ligeramente peores que los años anteriores–.

Centrados ya en los premios, que es lo importante, Handia se llevó diez galardones. Empezó muy fuerte, con el Goya a Mejor actor revelación para Eneko Sagardoy, y con la mayoría de premios técnicos y visuales. Aunque no se hiciera con los principales, la producción vasca iguala a La isla mínima y Blancanieves en el top de películas con más Goya, solo precedidas por Mar adentro, con 14, y ¡Ay, Carmela!, con 13.

Curioso, y muy agradable, ver que las tres principales galardonadas se rodaron en euskera, inglés y catalán, lo que demuestra la riqueza del cine español. Y es que las siguientes en la lista de premiados fueron, Estiu 1993 y La librería, con tres premios cada una. La primera, favorita en muchas quinielas, le valió a Carla Simón el Goya a Mejor dirección novel, a Bruna Cusí el de Mejor actriz revelación y a David Verdaguer, el de Mejor actor de reparto. Sabe quizás a poco por los reconocimientos que ha recibido a nivel internacional, pero sin duda encumbra a la película autobiográfica de Carla Simón como una de las sensaciones del año.

La librería se convirtió, ya al final, en la otra gran triunfadora, tras llevarse Isabel Coixet el premio a Mejor guion adaptado y Mejor dirección y, coronando el triplete con el, en parte, sorpresivo Goya a la Mejor película. Es cierto que la cinta, precioso homenaje a la literatura, ha hecho méritos, pero tanto Estiu 1993 como, tras sus diez ‘cabezones’, Handia, parecían más favoritas y merecedoras del premio principal.


Dos premios se llevó El autor: Mejor actor protagonista para Javier Gutiérrez, que parecía cantado, y Mejor actriz de reparto para Adelfa Calvo. La llamada, por su parte, uno de los fenómenos y que estuvo muy presente en muchos momentos de la gala, se llevó el de Mejor canción original. La secuela de Tadeo Jones recibió el Goya a Mejor película de animación, Muchos hijos, un mono y un castillo fue elegido Mejor documental, la chilena Una mujer fantástica fue la Mejor película iberoamericana y la sueca The Square, la Mejor película europea.

A continuación, la lista de los premiados:

Mejor película

Mejor dirección
Isabel Coixet por 'La librería'

Mejor dirección novel
Carla Simón por 'Estiu 1993'

Mejor actor protagonista
Javier Gutiérrez por 'El autor'

Mejor actriz protagonista
Nathalie Poza por 'No sé decir adiós'

Mejor actor de reparto
David Verdaguer por 'Estiu 1993'

Mejor actriz de reparto
Adelfa Calvo por 'El autor'

Mejor actor revelación
Eneko Sagardoy por 'Handia'

Mejor actriz revelación
Bruna Cusí por 'Estiu 1993'

Mejor guion original
Aitor Arregi; Andoni de Carlos; Jon Garaño; José Mari Goenaga por 'Handia'

Mejor guion adaptado
Isabel Coixet por 'La librería'

Mejor música original
Pascal Gaigne por 'Handia'

Mejor canción original
La llamada de José Miguel Conejo Torres (Leiva) por 'La llamada'

Mejor dirección de producción
Ander Sistiaga por 'Handia'

Mejor dirección de fotografia
Javier Agirre Erauso por 'Handia'

Mejor montaje
Laurent Dufreche; Raúl López por 'Handia'

Mejor dirección artística
Mikel Serrano por 'Handia'

Mejor diseño de vestuario
Saioa Lara por 'Handia'

Mejor maquillaje y peluquería
Ainhoa Eskisabel; Olga Cruz; Gorka Aguirre por 'Handia'

Mejor sonido
Aitor Berenguer; Gabriel Gutiérrez; Nicolas de Poulpiquet por 'Verónica'

Mejores efectos especiales
Jon Serrano; David Heras por 'Handia'

Mejor película de animación
'Tadeo Jones 2. El secreto del Rey Midas'

Mejor película documental

Mejor película Iberoamericana
'Una mujer fantástica’ de Sebastián Lelio

Mejor película europea
'The Square' de Ruben Õstlund

Mejor cortometraje de ficción
'Madre' de Rodrigo Sorogoyen

Mejor cortometraje documental
'Los desheredados' de Laura Ferrés

Mejor cortometraje de animación
'Woody & Woody' de Jaume Carrió

(Publicado en Los Lunes Seriéfilos)

jueves, 1 de febrero de 2018

Crítica: 'Que baje Dios y lo vea' (2018), de Curro Velázquez


De Que baje Dios y lo vea extraemos que tenemos que dar gracias al Cielo por Karra Elejalde y El Langui. En un material tan flojo, es su carisma y buen hacer en pantalla lo que permite una obra verdaderamente simpática y agradable. Eso es todo a lo que aspira la película de Curro Velázquez y, en ese sentido, cumple su propósito. Pedirle más, sería como pedirle a los novicios de San Teodosio que ganasen la 'Champions Clerum'. Es decir, haría falta un milagro. Y eso puede pasar en la película, pero en la vida real de estos andamos un poco más escasos.

En efecto, esa es la premisa: un grupo de novicios en un pequeño monasterio sin recursos que, para poder salvarlo, se apuntan a la 'Champions Clerum', un torneo de fútbol solamente para religiosos en el que apenas cuentan con opciones dada la escasa experiencia de los novicios en el deporte rey. Pero la llegada desde África de un sacerdote poco ortodoxo y el sacrificio de los jóvenes seminaristas les hará alcanzar el mismísimo Vaticano. Un curioso punto de partida, pero con un desarrollo y una narración muy básicas y predecibles en todo momento y con un par de tramas secundarias igualmente insulsas e irrelevantes.


Donde Que baje Dios y lo vea sí resulta atractiva es en su humor, sencillo, tópico y sin complejos. Y aunque es un humor que ya hemos visto, permite olvidar las deficiencias de la trama, pasando un buen rato y soltando alguna que otra carcajada. Y los principales artífices de ello son El Langui y Karra Elejalde. El primero gracias a esa infinita capacidad suya de reírse de sí mismo. Y el segundo porque, aunque es evidente que tiene potencial actoral para mucho más, tiene un carisma y un registro que le permiten cuajar una interpretación divertida. Y junto a ellos, algunos de los secundarios añaden sus tópicos y sus gags para que, incluso los menos devotos de la comedia, deban dejar escapar alguna sonrisa.

Y es que a veces con eso es suficiente. Y sí, se echan de menos muchas cosas en esta película. Pero al menos el buen humor no es una de ellas.

Lo mejor: El Langui
Lo peor: todo lo que no sean los momentos puramente cómicos
Nota: 4,5


(Publicado en Los Lunes Seriéfilos)