viernes, 30 de septiembre de 2016

Pedro no está solo

El descalabro del PSOE parece tener un culpable claro, pero, independientemente de la crítica que se le pueda realizar tanto a Pedro Sánchez como al conjunto del partido y sus federaciones en España, podemos hacer una lectura más amplia del problema para ver que Pedro y el PSOE no están solos.

FOTO: EFE
El primer caso, el más claro, tiene como protagonista al PASOK en Grecia. El partido que había dominado la política helena en los ochenta, noventa y parte de la primera década del siglo XXI pasó a convertirse en una fuerza casi marginal, muy lejos de los conservadores de Nueva Democracia y de Syriza, la Coalición de la Izquierda Radical. Naturalmente, la dramática situación griega ha tenido mucho que ver en este vuelco; el hecho de que el PASOK de Papandreu fuera el partido que gobernaba al estallar la crisis les ha lastrado notablemente. Salvando las distancias, vemos algunas semejanzas con el caso español, motivo por el que la amenaza de que el PSOE pueda acabar como el PASOK se ha escuchado en alguna ocasión.

Otro ejemplo: Francia. Aunque el Partido Socialista esté al mando del Gobierno, tanto los resultados regionales y locales como las encuestas les auguran un futuro bastante pobre. El ultraderechista Frente Nacional de Le Pen y Los Republicanos de Sarkozy parecen estar muy por delante de un partido que no ha sabido hacer frente al terrorismo, ha sufrido numerosas y duras huelgas y se ha visto salpicado por las polémicas de su Presidente, François Hollande, que van desde sus infidelidades hasta el salario de su peluquero particular.

FOTO: Getty
En el Reino Unido, a pesar de que (o precisamente porque) los protagonistas del Brexit han sido los Tories de David Cameron y el euroescéptico UKIP de Nigel Farage, el Partido Laborista parece haber pasado a un segundo plano. Su única alegría en los últimos meses ha sido la consecución de la alcaldía de Londres por Sadiq Khan. En esas Elecciones Locales el Partido Laborista no supo aprovechar el desgaste de los conservadores y solo logró salvar los muebles y ganar algo de tiempo para su líder, un Jeremy Corbyn que, como le ocurre a Pedro Sánchez, tiene más enemigos en el seno de su partido que fuera.

En Austria el caso es más complejo: el pasado mayo hubo elecciones para elegir al Presidente de la República y a la segunda vuelta llegaron el candidato de extrema derecha Norbert Hofer y la candidatura apoyada por Los Verdes, Alexander van der Bellen. Tanto el candidato socialista como el conservador se quedaron en porcentajes de voto cercanos al 11%, una cifra ínfima si consideramos el tradicional dominio de ambos, sobre todo de los socialistas, en los comicios austriacos desde el regreso de la democracia. Dejando a un lado el hecho de que, por distintos y curiosos motivos, el país sigue sin Jefe de Estado, los socialdemócratas austriacos tampoco viven su mejor momento. Al revés en estas Elecciones Presidenciales hay que sumar la dimisión del Canciller Werner Faymann (que gobernaba en coalición con los democristianos) a raíz de las mismas, pero también hay que tener en cuenta el retroceso que el partido está sufriendo en los sondeos tras su mala gestión de la crisis de refugiados y de un panorama económico que muestra signos de debilidad.

Sin negar el papel de los responsables nacionales, quizás convenga reflexionar también sobre la falta de identidad de estos partidos. El adjetivo socialista no les pega, pues todos han renegado del Socialismo, motivo por el que son adelantados por su izquierda. Además, en sociedades avanzadas como las europeas, la lucha por los derechos sociales, aunque siga siendo esencial, no se percibe como tal, de ahí que el papel de estos partidos pierda valor. Al mismo tiempo, la crisis y la inmigración han hecho ascender a partidos populistas que han robado votos a los partidos tradicionales. Y frente a estos partidos, han sido los conservadores moderados quienes parecen haberse convertido en la única alternativa capaz de hacerles frente.

La crisis del socialismo en Europa va más allá de los nombres de sus distintos líderes. Y quizás parte de su resurrección pase por cambiar de responsables, pero también resulta necesario un replanteamiento a nivel internacional de lo que estos partidos quieren y representan. Y no sé si este mal de muchos consuela a Pedro Sánchez, pero al menos le demuestra que no está solo.

(Publicado en El Blog del Suscriptor de El Español)

sábado, 24 de septiembre de 2016

El arte en los tiempos del cólera

Que entre las virtudes de Meryl Streep están cantar y bailar nos lo había demostrado en ¡Mamma Mia! La película (Mamma mia!) o en la más reciente Ricki (Ricki and the Flash). Pero ahora hemos descubierto que también sabe cantar mal. Y eso es, posiblemente, más meritorio aun, como demuestra en Florence Foster Jenkins, en la que interpreta a la que muchos consideran la peor soprano de la Historia.

Florence Foster Jenkins (1868-1944) fue una rica heredera estadounidense, devota de la cultura y de la música, que aspiró durante toda su vida a convertirse en soprano. Aunque totalmente falta de talento y oído musical, su marido y sus círculos más íntimos nunca contradijeron su convencimiento de que poseía una voz providencial. A esa fantasía contribuyó el público, que acudía en masa a sus conciertos para comprobar en persona si de verdad la voz de la excéntrica soprano era tan mala como se decía.

Ya el año pasado vio la luz la francesa Madame Marguerite (Marguerite), inspirada en esa historia, pero ambientada en el París de los años 20. Dirigida por Xavier Giannoli y protagonizada por una excelsa Catherine Font, recibió cuatro Premios César del cine francés, destacando el de Mejor Actriz. Esta semana llega a nuestras pantallas una versión con toques más próximos al cine hollywoodiense, aunque provenga del Reino Unido. Stephen Frears dirige a un reparto encabezado por la citada Meryl Streep, a la que acompañan unos notables Hugh Grant y Simon Helberg (conocido por su papel de Howard Wolowitz en The Big Bang Theory).

Más allá de la película, entretenimiento al estilo clásico de Hollywood con el trasfondo de una historia de amor poco convencional, hay un aspecto de gran interés en esta cinta: a pesar de transcurrir en 1944, en plena II Guerra Mundial, la mayor preocupación de los protagonistas es la promoción y defensa de la música. Y nuestra querida Florence llega a afirmar en un punto de la película que, a pesar de que el arte y la música puedan parecer algo frívolo debido a la guerra, es precisamente gracias a ella que se convierten en algo aun más necesario.

No fueron pocos los movimientos artísticos que evitaron el arte por el arte en una época tan oscura como fue la primera mitad del siglo XX. O en casos más cercanos en el tiempo, la declaración de un luto oficial en un país tras un ataque terrorista implica la suspensión de conciertos y otros eventos culturales. Sin embargo, la música, la literatura, el cine, la pintura...; el arte en general, con su belleza y libertad, nos ayuda a lidiar con el dolor y a demostrar que la vida tiene sentido tras el desastre.

La música sirve en la película para consolar, alegrar y agradecer a los soldados que regresan del frente. Pero el arte puede ir mucho más allá. También es una herramienta para conocer y decubrir esos dramáticos sucesos en nuestro pasado o en nuestro presente y así poder corregirlos. El arte es también, aunque resulte irónico, una de las armas más poderosas y la única que de verdad merece la pena y que no debe ser regulada.

¿No puede una canción levantarnos el ánimo en los días malos? ¿No puede una exposición fotográfica recordar a los asesinados por un grupo terrorista? ¿No puede una película conmovernos lo suficiente para animarnos a luchar por una causa justa? En esa capacidad reside también su belleza. Si no, ¿por qué se molestan los terroristas del Daesh en destruir tesoros artísticos? ¿No será que esa libertad y belleza que caracterizan al arte son contrarias a todo los que ellos defienden?

Por eso, en los momentos más oscuros es cuando más necesitamos la luz que nos proporcionan un buen libro, una alegre melodía o una cuidada escultura. Porque, al fin y al cabo, ¿no es un cuadro de Picasso el motivo principal por el que mucha gente conoce que se produjo un dramático bombardeo en un municipio vasco en abril de 1937? ¿Y no es ese mismo cuadro un poderoso alegato contra la brutalidad de la guerra y, al mismo tiempo, un maravilloso homenaje a sus víctimas?


(Publicado en Neupic)