martes, 27 de marzo de 2018

[Cine] Crítica: 'La historia más grande jamás contada' (1965), de George Stevens

Crítica: 'La historia más grande jamás contada' (1965), de George Stevens

Lo que se conmemora estos días en la tradición cristiana es una de las historias más espectaculares, grandiosas y trascendentales de la cultura occidental. Más allá de credos y de la credibilidad histórica de la misma, la historia de Jesús de Nazaret es, posiblemente, La historia más grande jamás contada. Uno de los títulos más acertados de la historia del cine y una película que debemos revisar, casi de forma ineludible, en esta serie de críticas de obras típicas y tópicas durante la Semana Santa

La cinta dirigida por George Stevens reúne un impresionante reparto para narrar la vida, muerte y resurrección de Jesús, a quien interpreta Max von Sidow. Junto a él, figuras de la talla de Charlton Heston –un imprescindible en este tipo de films, que da vida a Juan el Bautista–, Martin Landau, José Ferrer, Dorothy McGuire o John Wayne. Estrenada en 1965, recibió cinco nominaciones a los premios Oscar.

Aunque hemos calificado a este largometraje como ineludible en estas fechas, cabe reconocer que está por debajo de obras épicas como Ben-Hur (1959) o Espartaco (1960) y también de otras películas centradas en la vida del Mesías, como puede ser Rey de reyes (1961). La comparación con este título es inevitable pues, ambas otorgan gran protagonismo a las figuras de Herodes Antipas y de Poncio Pilatos como contraposición al Hijo de Dios. Así, aunque The Greatest Story Ever Told aspira a convertirse en una cinta épica y trascendente a imagen de las anteriores, resulta menos majestuosa que las anteriores, lastrada en parte por un montaje más acelerado, con secuencias bastante cortas que impiden el lucimiento de los magníficos intérpretes y con una narración que en ocasiones resulta muy poco sutil.

Crítica: 'La historia más grande jamás contada' (1965), de George Stevens

Todo esto le resta solemnidad, algo que suple con una fotografía muy interesante, marcada por la tenue iluminación y los fuertes claroscuros, y, en más centrados en el contenido, con una clara orientación y una vocación didáctica y de transmisión del Evangelio mucho más fuerte que otras producciones. Así, además de las escenas de la Pasión –probablemente, las más interesantes del film– y de cierto protagonismo de los secundarios –sobre todo, Juan el Bautista, Herodes Antipas y Poncio Pilatos–, la mayor parte de los doscientos minutos de metraje se centra en las enseñanzas de Jesús. Y esa parte del Nuevo Testamento, aunque desde el punto de vista religioso tenga gran trascendencia, desde una perspectiva fílmica resulta menos atractivo. 

Se trata, por lo tanto, de una apuesta valiente pues, resulte más o menos acertada, y nos guste más o menos ese mensaje, consigue una identidad propia. Porque tal vez no sea la mejor, y mucho menos la única adaptación a la gran pantalla del Nuevo Testamento, pero es evidente que sabe capturar su esencia y narrar la historia más grande jamás contada. 

Lo mejor: el título y su búsqueda de un camino propio 
Lo peor: un montaje que prima la claridad del mensaje sobre la sutileza 
Nota: 7

(Publicado en Los Lunes Seriéfilos)

domingo, 25 de marzo de 2018

[Cine] Crítica: 'El príncipe de Egipto' (1998), de Simon Wells, Steve Hickner y Brenda Chapman

Crítica: 'El príncipe de Egipto' (1998), de Simon Wells, Steve Hickner y Brenda Chapman

El año pasado aprovechábamos la Semana Santa para realizar un repaso a algunos de los títulos más habituales y tópicos de estos días. Y si en 2017 comenzábamos la semana de Pasión con Los diez mandamientos, de Cecil B. DeMille, este año comenzamos con una actualización de la misma historia bíblica: El príncipe de Egipto.

Y el valor de la cinta animada de Dreamworks recae, como ocurría con la monumental obra protagonizada por Charlton Heston, en lo atractivo del contenido. El de Moisés es uno de los mitos más reconocibles, emocionantes y relevantes de cuantos forman parte de los libros sagrados de las tres grandes religiones monoteístas –cristianismo, judaísmo e islam–. Así, las películas que se inspiran en él parten de una base particularmente sólida y, con un mínimo cuidado y dominio de los aspectos fílmicos, las obras que se pueden obtener son de gran nivel. 

Eso ocurre en El príncipe de Egipto (The Prince of Egypt, 1998), que consigue concentrar los episodios que preceden a la huida de los judíos de Egipto en una cinta de 100 minutos orientada al público infantil. Este aspecto impide una profundidad mayor, pues premia cierta sencillez y simpleza para poder narrar, de manera más o menos comprensible para la infancia, una historia de gran intensidad y extensión. De aquí se deriva la decisión de centrarse en aspectos más épicos y tangibles, como la salida de Egipto de los hebreos tras la esclavitud, en lugar de otros de corte más religioso, como la adoración de ídolos falsos que precedió a la revelación de las Tablas de la Ley.

Crítica: 'El príncipe de Egipto' (1998), de Simon Wells, Steve Hickner y Brenda Chapman

No obstante, aunque se pueda perder cierto atractivo al aproximarse a la cinta con ojos adultos y con el film de Cecil B. DeMille en mente, es innegable el buen hacer de Dreamworks en esta obra, una de las primeras superproducciones ajenas a Walt Disney. La música de Hans Zimmer, menos pegadiza que en otras películas de animación, supone un rotundo acierto al aportar lirismo y solemnidad. Una banda sonora muy acorde con el ritmo que en todo momento prima en El príncipe de Egipto, suave, elevado y sobrecogedor. 

Uno de los errores de la obra reside en la introducción de toques de humor, que no aportan comicidad, mas sí restan gravedad al conjunto del film. La escena de los dos sacerdotes egipcios enfrentándose a la serpiente de Moisés es uno de esos casos que desentonan y hacen perder a la película parte de su nobleza y dignidad.

A pesar de estas ocasiones, la producción mantiene un corte épico, con una secuencia final que recuerda a las ampulosas obras de los cincuenta y sesenta, y con una factura técnica y un diseño muy trabajados y que sí concuerdan con el tono solemne predominante. Así, aun lejos de Los diez mandamientos y obras similares, el hecho de que continuamente la hayamos comparado con este clásico demuestra el grandísimo mérito de El príncipe de Egipto

Lo mejor: la banda sonora 
Lo peor: verla con ojos de adulto 
Nota: 6,5

(Publicado en Los Lunes Seriéfilos)