sábado, 8 de noviembre de 2014

El cine es una Fiesta para todo el año

La última edición de la Fiesta del Cine, celebrada durante los días 27, 28 y 29 de octubre, ha conseguido que más de 2 millones de personas acudan a las salas para disfrutar de la cartelera: en pantalla gigante y con sonido envolvente. Los cinéfilos hemos disfrutado de proyecciones a un precio asequible, toda una suerte dado los tiempos que corren y con las fiestas navideñas a la vuelta de la esquina. Para poder beneficiarse de este chollazo, los organizadores, en esta ocasión, han facilitado la adquisición de entradas promocionales, individuales y para grupos, desde la página web oficial; no obstante, los menores de 14 años y las personas mayores de 60 estaban exentos de obtener dichas acreditaciones. Todo había sido dispuesto para que las salas de cine recuperasen ese tono vivo que desde hacía tiempo se estaba apagando. No es de extrañar que el último día de la promoción fuese el que más afluencia de espectadores alcanzase, nadie quiso perder la oportunidad de ver los grandes títulos que conjugan la cartelera actual.

Son tantas las buenas producciones que una de las mejores opciones era hacer sesión continua para no dejar escapar ninguna. Por suerte, había cintas para todos los gustos, desde comedia española hasta cine de terror y superproducciones para ser admiradas, preferiblemente, en 3D. Según los datos de asistencia que se han recogido hasta el momento, las películas más vistas durante la Fiesta del Cine han sido: Drácula, la leyenda jamás contada, Torrente 5, Operación Eurovegas y The Equalizer: El protector. Otras, como Perdida, La isla mínimaEl juez o Annabelle, también han obtenido muy buenos datos. Todos los que asistimos a la fiesta del celuloide, sea cual fuere nuestra opción, reafirmamos nuestro gusto por el cine y comentábamos cuánto nos gustaría asistir con mayor frecuencia. Y es que ir al cine siempre ha sido una de las aficiones por la que más hemos optado cuando de disfrutar del tiempo libre se trata. El confort y el ambiente que se crea en las salas es inigualable a cualquier otro soporte donde se pueden reproducir películas.

Hacia la revitalización del cine


Las instituciones públicas, al igual que lo hacen en otros países, deberían apostar más por nuestras salas y filmaciones cinematográficas, los resultados obtenidos en esta pasada Fiesta del Cine lo requieren. La mayoría de los medios han evolucionado en la última década hacia nuevas formas y soportes para ofrecer contenidos, mientras que nuestras salas de cine han sido poco estimuladas y, por el contrario, han sufrido un fuerte mazazo con la desmesurada subida de precio de las entradas. El cine es parte de nuestra cultura, de nuestros hábitos, y algunas de las historias que hemos presenciado desde la butaca han sido cómplices de muchas de nuestras emociones, provocando más de una carcajada incontrolable y contribuido a que se produzcan esos inolvidables amores en el cine de verano.
 
FOTO: El Heraldo de Aragón
En la última década las producciones de cine se han visto afectadas por numerosos factores negativos que han causado un descenso brutal, tanto de las recaudaciones obtenidas como de las asistencia de espectadores a las salas. Estas adversidades no han hecho otra cosa que erosionar un sector que alberga a distintos profesionales que trabajan detrás de cada una de las filmaciones que después encontramos en la cartelera de nuestra ciudad. Advertimos que no pretendemos detenernos en las desgracias que sabemos llevan consigo los despidos y cierres continuos de empresas audiovisuales; sin embargo, sí tratamos de destacar los beneficios del cine en el espectador y reivindicamos, al igual que celebramos con energía, la tendencia positiva en la que se encuentra  el sector en los últimos meses.

Las ganas de los espectadores por recuperar el hábito de acudir con frecuencia a las proyecciones de películas en el cine se han visto revitalizadas con promociones tan interesantes como la Fiesta del Cine. Esto demuestra que los espectadores están dispuestos a pasar parte de su tiempo de ocio en las salas cinematográficas. Todos vivimos con ilusión los instantes previos al comienzo de una película: comentamos nuestras impresiones, charlamos sobre qué actores participan o, simplemente, esperamos con impaciencia a la historia que en breve se construirá sobre la gran pantalla. Asistimos en compañía, con nuestra pareja o bien con la familia al completo, hay quien, incluso, acude en solitario porque prefiere admirar la película sin que nada ni nadie le entretenga. El cine no concluye cuando termina la cinta, todo lo contrario, en ese momento asimilamos todo lo que hemos presenciado y forjamos nuestras opiniones y conjeturas para compartir con los demás: ¿recuerdas las ocasiones en que una película de terror sobrecogedora ha sido comentada con diferentes personas por la impresión que nos ha causado?; ¿cuántas veces hemos debatido esos finales incompletos con nuestros acompañantes durante muchas horas después? ¿Y la satisfacción que sentimos al ver a los pequeños de la casa sonreír y emocionarse con las aventuras que han estado viviendo hace tan solo un momento? Estas y muchas otras circunstancias son producto de esa magia que va adherida y nos proporciona el cine. Los que de verdad apreciamos el valor del cine sabemos que hay muchas maneras de disfrutarlo, y no nos perdemos los estrenos más esperados, por todos los medios, tratamos de asistir a un preestreno y no hacemos otra cosa que alabar las sensaciones que nos suscita el cine.

Por una Fiesta constante


Los precios bajos de las entradas son el aliciente perfecto para que volvamos a poblar las salas, y hagamos de la Fiesta del Cine una festividad para celebrar varias veces al año, con la misma afluencia e intensidad que se merece. ¡Todos al cine!: celebra Mortadelo en el spot promocional de la campaña, y razón no le falta cuando afirma que es la ocasión perfecta para que nadie se quede sin sus entradas. Es difícil encontrar a alguien que no acuda con regularidad al cine por otra razón que no sea por el elevado precio de las entradas. Por ello nosotros seguiremos defendiendo nuestra propuesta, mientras cruzamos los dedos para que la organización de la Fiesta del Cine nos traiga, cuanto antes, más días dedicados al espectador.


Autor: Víctor Manuel Arenas

jueves, 6 de noviembre de 2014

Una fiesta solo en el precio

Son muchas las personas que entre los días 27 y 29 de octubre que duró la Fiesta del Cine se acercaron a las salas a disfrutar de un placer que, habitualmente, no pueden o no quieren permitirse. Más de dos millones de entradas se vendieron al precio de 2,90 euros. Un nuevo récord para esta séptima edición de la Fiesta.

Para la gran mayoría, la conclusión es sencilla: la gente sigue queriendo ir al cine y si las entradas costaran todo el año este dinero muchísimas más personas acudirían a unas salas cada vez más vacías. Esa fue mi conclusión también tras la edición de 2013, la que puso a este evento en boca de todos. Pero tras las dos ediciones de este año me parece un análisis demasiado simple. No digo que esta campaña haga mal a la industria, pero creo que tampoco le hace demasiado bien.

¿Entonces por qué se adhiere el 95% de las salas a la promoción?

Pues precisamente por eso, porque es una promoción que quizás permita atraer a las salas a un público que había olvidado lo que se siente en un hall que huela a palomitas rodeado de gente o en un medio de una sala oscura con un sonido envolvente. Ojalá esa gente vuelva tras la Fiesta y pague los hasta 12 euros que se pagan en algunos cines habitualmente -que conste que con mi artículo no intento defender estos precios, me parecen aberrantes, dicho sea de paso-. El objetivo real es ese, recuperar espectadores en un corto o medio plazo, no llenar las salas durante un puñado de sesiones para así recaudar algo y que el resto de días esas salas continúen vacías.

Y esto no se ha cumplido si observamos las cifras del fin de semana que siguió a la Fiesta del Cine. Podríamos pensar que de esos casi 2,2 millones de espectadores, alguno se habría emocionado tanto con la idea del cine que habría vuelto más ilusionado que nunca durante el fin de semana. No sucedió tal cosa -ni en el fin de semana de Halloween cuando muchos acuden en busca de ciertas dosis de terror-, y las entradas vendidas fueron unas 950.000 según Rentrak Spain. Pensemos que solo el miércoles se habían cortado más 900.000 tickets.

Vale que hubiera un Madrid-Barça la tarde del sábado y que no había en cartel estrenos de grandísimo renombre, pero ya ha ocurrido en las anteriores ediciones de la Fiesta que los fines de semana anterior -aquí las cifras fueron todavía más duras puesto que muchos se reservaron el fin de semana para asistir al cine los días siguientes mucho más barato- y posterior suelen sufrir importantes descensos de espectadores. O lo que mi abuela definiría como pan para hoy, hambre para mañana. Y todavía más hambre para ayer, claro.

Otro motivo para que los cines se adhieran es que sería mucho peor no hacerlo. La alternativa es tener casi todas las salas vacías porque los espectadores están en los otros cines de la ciudad. Y eso sí que no cubre los costes.

Precios que no cubren costes

Juan Herbera analizaba en su ya clásico Desde la taquilla el reparto que se hace del precio de las entradas. Su conclusión era que un precio de 2,90 euros -o un poco superior, que viene a ser casi lo mismo- solamente permite ganar algo a los cines si se vende una cantidad ingente de entradas. Y esta cantidad es verdaderamente grande, porque incluso en estos tres días, con las colas que se han producido y con todo el furor que ha acompañado a la campaña, ha habido cines que han perdido dinero porque la asistencia a las salas no ha sido suficiente. Y es que ni siquiera concentrando la Fiesta del Cine en periodos de tiempo muy cortos se consigue llenar todas las salas.

Pero es innegable que la asistencia a las salas es masiva y, aunque agobiante, es una gozada ver tanta gente haciendo cola para ver una película. El hecho de que la promoción se concentre en tres días cada seis meses hace que la demanda sea la que es; cuando algo se reduce a una quinta parte de su precio habitual, la gente acude como loca. Cuando algo se percibe como una oportunidad casi irrepetible, el efecto llamada es más que notable. A esto se suma el ambientillo que hay en las salas y las ventajas ofrecidas por los organizadores para comprar las entradas por Internet. Pero no nos engañemos, si ese precio se mantiene constante en el tiempo, no vamos a volver a ver un miércoles con casi un millón de espectadores en nuestros cines.

No niego que con precios más bajos la asistencia a las salas aumente, pero no va a aumentar lo suficiente como para cubrir los cuantiosisímos -con "sí" extra incluido- gastos de los exhibidores: la tarifas de luz más cara de Europa, un 23% de IVA cultural, el inmenso porcentaje de las distribuidoras...

Otros factores relevantes

El precio es clave, y más en la coyuntura económica en la que nos encontramos, pero quizás las salas deban plantearse alternativas que vayan más allá del precio. Estados Unidos también está sufriendo su particular annus horribilis, lastrado por la falta de nuevas ideas y por la abundancia de secuelas, precuelas, remakes, spin-offs y reboots. El 3D, que cuando apareció casi de la mano de Avatar fue calificado como el avance más importante en el séptimo arte desde la introducción del color, se ha quedado un tanto estancado y no siempre la mejora de la experiencia sensorial justifica el sobreprecio.

Luego hay que pensar en los gastos complementarios de palomitas, refrescos y golosinas, que tampoco son baratos. La pérdida de calidad en el servicio, con menos empleados y acomodadores, y la falta de renovación en las campañas de marketing no centradas en el precio. Porque si, encima de subir los precios, el servicio no es bueno, entonces el problema se agrava.

Además, no podemos olvidarlo, es extremadamente fácil descargarse una película -legal o ilegalmente- y verla en tu salón en tu gran pantalla LCD y con la luz apagada mientras comes palomitas hechas en el microondas sin que nadie te moleste. Y es que hay cada vez más alternativas a las salas, y por mucho que baje el precio, nunca va a ser más barato que la televisión o el ordenador.

Yo he pagado recientemente 8,30€ en un cine en versión original en Austria para ver Perdida (Gone Girl, 2014, David Fincher) y la sala estaba casi llena. Vale que el nivel de vida sea más alto, pero no es una diferencia de precios tan grande. Así que habrá que buscar otras explicaciones. Algunos ejemplos pueden ser la distribución de mayor variedad de snacks y aperitivos -cierto que aquí también hay detractores, pero ampliamos la posibilidad de ingresos complementarios-; mayor importancia a las películas en VO y VOS; actividades especiales con proyección de clásicos... Son solamente algunas ideas, pero quizás sea bueno pensar en promociones más allá de las centradas en el precio.

En muchas ciudades tomarse una copa una noche es más caro que una entrada de cine. Y una entrada para un partido de fútbol, con una duración muy similar, es bastantes veces mayor que el acceso al cine. El placer que a cada uno será el que finalmente nos lleve a decidir en qué gastamos nuestros escasísimo dinero. Ojalá hubiera más personas dispuestas a pagar el precio de una entrada, fuera el que fuera, pero la afición al cine no aumentará únicamente con entradas más baratas.