El pasado viernes 14 de diciembre se incorporó al catálogo de Filmin ‘Una chica de Brooklyn’, una obra escrita, dirigida y protagonizada por la hasta ahora desconocida Desiree Akhavan, que narra la historia de una chica bisexual de origen iraní que acaba de romper con su novia
‘Master of None’, una de las series del año pasado en Netflix, se caracterizaba porque siendo, como su propio título decía, maestra de nada ni nadie, era una obra tremendamente actual, que retrataba los problemas y la realidad (pos)moderna de la sociedad estadounidense. Con las limitaciones y la riqueza que implica el largometraje frente a la serie, es imposible no analizar ‘Una chica de Brooklyn’ en asociación con esta o, quizás de forma demasiado obvia, con trabajos de Lena Dunham como 'Girls' o 'Tiny Furniture'.
Desiree Akhavan anticipa en esta obra de 2014 a Aziz Ansari –y, a su vez, imita a Lena Dunham– para, desde casi el anonimato, escribir, dirigir y protagonizar, con notable solvencia en los tres casos, un trabajo muy novedoso, ajeno a convenciones, que no necesita caras conocidas, efectos especiales o grandes giros de guion para captar la realidad que le rodea. Y si en ‘Master of None’ la historia es la de un joven hindú, Dev, que vive en Nueva York sin saber qué rumbo dar a su vida, en ‘Una chica de Brooklyn’ la protagonista es Shirin, una chica iraní bisexual que vive en Brooklyn y que acaba de romper con su novia. Tanto Dev como Shirin proceden de familias inmigrantes, de clase media acomodada, y, a pesar de vivir en una sociedad abierta, multicultural y progresista, como la que rodea a los jóvenes neoyorquinos, siguen teniendo que enfrentar situaciones complejas derivadas de su origen o, en el caso de Shirin, de su condición de mujer y de su orientación sexual.
Todo esto se aborda con grandes dosis de humor. Un humor que no se basa en situaciones surrealistas o en gags descacharrantes, sino en ingeniosos diálogos y en un tono agradable y gracioso que, no obstante, a menudo resulta agridulce. Sobre todo en ‘Una chica de Brooklyn’, donde hay un cierto pesimismo –que también existe en algunos capítulos de ‘Master of None’– que a veces impide que el humor se abra paso.
Normalidad para que brillen los temas de fondo
Ya centrados en ‘Una chica de Brooklyn’ –aunque la mayoría de lo que sigue siendo válido para la serie de Netflix y, de paso, para la de HBO–, lo más destacable es la aparente normalidad e irrelevancia de la obra, que la aproxima a su público. Al fin y al cabo, para que un personaje y su historia sean creíbles y cercanos, lo más adecuado es que sean tan normales como el espectador y su vida. La trama es muy sencilla: las aventuras de una joven tras una ruptura. En realidad, no sucede nada extraordinario, no hay un gran final, no se busca una redención, una nueva historia o un cambio radical. Tampoco la narración es particularmente novedosa, intercalando en el duelo tras la ruptura algunos flashbacks del periodo de romance. Todo esto, que considero un gran acierto, es evidente que le resta un punto de esa magia que el cine también necesita. Nunca llega a ser aburrida, para nada, mas tampoco se convierte en un trabajo especial e irrepetible.
Esta normalidad y humildad de la trama y de la presentación no solo no impiden, sino que potencian un profundo análisis crítico de la sociedad. El título original de la película, ‘Appropriate Behaviour’, resulta mucho más ilustrativo e interesante en este sentido. Akhavan demuestra cómo sigue siendo necesario luchar contra las discriminaciones o injusticias que, incluso en nuestros modernos y desarrollados entornos, siguen existiendo. Ahí está su vocación de reivindicación del feminismo y de los derechos LGTBIQ+, así como su crítica a estos movimientos y a determinadas conductas que, aunque a menudo imperceptibles y bienintencionadas, siguen teniendo cierto corte xenófobo. Esta reflexión se logra con gran sutileza e inteligencia, sin ideas absolutas, y más a través de detalles que de burdas alusiones directas.
Y es que es en esa normalidad de lo que nos rodea donde de verdad podemos descubrir su complejidad y su multitud de aristas. Y donde podemos apreciar cómo somos, cuánto hemos avanzado y cuánto nos queda todavía de camino.
Lo mejor: el análisis social que se esconde tras la normalidad
Lo peor: que no resulta especial ni verdaderamente novedosa
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