Tras el atentado
con coche bomba que el pasado 4 de diciembre mató a más de 40 personas en
Estambul, Turquía ha vuelto a estremecerse con otro acto terrorista. En esta
ocasión ha sido contra un autobús militar en la ciudad de Kayseri, en el centro
del país, y la cifra de muertos asciende a trece. Estos han sido los últimos,
pero no los únicos ataques terroristas contra el país otomano este año.
FOTO: EP |
Precisamente el
conflicto kurdo es una de las causas detrás del intento de golpe de estado que
en julio intentó derrocar al gobierno turco. Aunque ha habido voces que lo
consideran un movimiento para justificar una importante represión política, con
detenciones y suspensiones de empleo masivas, parece que el golpe fue
auténtico, a pesar de la existencia todavía de vacíos informativos en un suceso
que se saldó con más de 250 muertos.
El retroceso del
Estado de derecho que siguió a la asonada militar, y que ya se había hecho
patente en meses anteriores, ha sido uno de los puntos de mayor tensión entre
Turquía y la Unión Europea. Sobre todo, porque en marzo, Bruselas y Ankara
habían firmado un pacto que permitía devolver a Turquía a demandantes de asilo
llegados a países europeos sin permiso. A cambio, se prometía a los otomanos un
acercamiento a la Unión Europea y compensaciones económicas.
Migrantes
Las llegadas de
migrantes a países miembros de la UE han caído, pero las muertes en el mar han
aumentado, pues los refugiados se han visto obligados a optar por la ruta del
Mediterráneo Central entre Libia e Italia, mucho más peligrosa. El que ha sido
denominado por muchos como “Pacto de la Vergüenza” ha permitido a Europa
lavarse las manos, externalizando el problema a otros países de dudoso respeto
a los Derechos Humanos. Sin embargo, en los últimos meses han crecido los
reparos a seguir negociando con Turquía. Así, la Eurocámara votó a finales de
noviembre por congelar esas negociaciones, a lo que el gobierno turco respondió amenazando con dejar pasar a Europa a los refugiados que se encuentran en suelo otomano.
A la cabeza del
veto a Turquía se encuentra Austria. La relación entre ambos países hace mucho
que no es sencilla y la convivencia entre la población turca en Austria y los
ciudadanos locales tampoco es un camino de rosas. El papel de los medios en el
país alpino, sobre todo de aquellos de corte sensacionalista, tampoco ha
facilitado las relaciones entre ambos países. La escalada diplomática, que se
ha reavivado en los últimos días, ha tenido al ministro de Asuntos Exteriores
turco, Mevlüt Çavusoglu, y a su homologo austriaco, Sebastian Kurz, como
protagonistas, y en ningún modo parece estar cerca de solucionarse.
Desde países como
España se contemplan estos eventos sin demasiado interés. Se observa la deriva
autoritaria de Erdogan y su participación activa en la guerra de Siria, pero
nadie parece querer implicarse demasiado con un país y unos conflictos que
resultan más lejanos de lo que en realidad son.
Y es que el país otomano volverá a jugar en 2017 un
papel clave en la compleja situación de Oriente Medio. No solo como ruta de
paso de refugiados procedentes sobre todo de Siria, sino por la trascendencia
de sus decisiones en la guerra civil de este país. Ahora que Estados Unidos
parece querer mantenerse al margen, el protagonismo de Turquía y Rusia -o lo
que es lo mismo, de Erdogan y de Putin- hace presagiar un año complejo. Un año
en el que el mundo volverá a estar pendiente de Turquía, tras haber sido pieza
clave en la geopolítica de este 2016.
(Publicado en bez.es)
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