Como cada año por
estas fechas, el mundo del cine celebra sus grandilocuentes entregas de
premios. Son actos de autocomplacencia que, más que seleccionar quiénes han
sido los mejores del año, lo que buscan es reivindicarse como industria.
Naturalmente, dan pistas al espectador sobre qué productos son más
recomendables y reconocen el saber hacer de quienes hacen posibles las
películas, pero, al final, estas galas no son sino un producto más que les
reporta beneficios y publicidad adicionales.
No obstante, hoy
es un día para hablar de los premiados en los Globos de Oro, entregados esta
madrugada por la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood, y que
encumbraron a La La Land, que consiguió los siete galardones a los que optaba,
convirtiéndose así en la película más premiada de la historia de los Globos de
Oro. Dentro de la categoría de drama fue Moonlight la que se llevó el premio a
mejor película. La actriz Meryl Streep recibió el premio Cecil B. De Mille a su
carrera y dejó un discurso plagado de mensajes a través del contexto político y
social.
Ninguna de las
dos se ha estrenado todavía en España: La La Land lo hará este viernes y
Moonlight hará lo propio el 10 de febrero. De hecho, de las diez películas que,
en uno o en otro grupo, estaban nominadas a mejor película, solo cuatro habían
llegado ya a los cines españoles. Esto se debe al interés de las productoras
que se ven con opciones de rascar algo de estrenar sus películas al final del
año, de forma que estén frescas en la memoria de los jurados que deben
votarlas. Así, dado que el doblaje precisa tiempo, estas películas suelen
llegar a los mercados internacionales un tiempo más tarde. Además, estos
reconocimientos pueden utilizarse como atractivo comercial, por lo que las
productoras pueden posponer su estreno y aprovechar ese tirón comercial que
aportan los premios. De hecho, es habitual ver reestrenos de películas que ya
habían desaparecido de las carteleras si estas triunfan en las grandes entregas
de premios.
La televisión también estuvo presente
Si en cine hubo
una clara dominadora y pocas sorpresas, algo distinto sucedió entre las series
de televisión. Fue The Crown, la producción de Netflix sobre los primeros años
del reinado de Isabel II, la elegida como mejor serie de drama, imponiéndose a
Game of Thones o Stranger Things, que a priori partían como favoritas. Mientras
tanto, entre las series de comedia la galardonada fue Atlanta. De las
mencionadas, ninguna se emite en abierto; es más, de las diez nominadas entre
ambas categorías ocho son propiedad de plataformas de pago como Netflix, HBO o
Amazon Prime.
No es
coincidencia que estas tres, que llegaron a España en los últimos meses,
acaparen la mayoría de nominaciones en las categorías de series. Estamos
viviendo una época dorada para este formato, que cada vez atrae a un mayor
número de actores y directores de cine y que está generando una auténtica revolución en la forma de consumir televisión. Los canales tradicionales están
perdiendo cuota de mercado en favor de estas nuevas plataformas de vídeo bajo
demanda. En Estados Unidos, la televisión por cable, de la que HBO es uno de
los mayores exponentes, lleva mucho tiempo contando con una presencia
importante, pero en los últimos años Netflix y Amazon, de vocación puramente
digital, han aparecido para desatar la competencia. Y es precisamente esa lucha
entre ellas la que impulsa productos de una calidad cada vez mayor.
Además, estas
series, al ser las más exitosas y conocidas, también se acaban colando en
entregas de premios como los Globos de Oro, pues es evidente que las series y
películas presentes en ellas no son casi nunca productos marginales, sino que
cuentan con un mínimo nivel de éxito. Así, la propia ceremonia se vuelve más
atractiva, y cuanto más lo sea, más valor tendrá el premio. Porque estas galas
nos dicen qué series o películas son buenas, pero por encima de eso, son un
eslabón más en esta industria -mágica, pero industria al fin y al cabo- que es
el cine.
(Publicado en bez.es)
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