‘They’, presentada en el Festival de Cannes, llega al catálogo de Filmin este viernes, 22 de febrero, con una sutil reflexión sobre la pubertad y la identidad de género
‘They’, presentada como la historia una persona de género fluido que debe dejar de tomar la medicina que frena su pubertad y decidir finalmente cuál es el género con el que debe entrar en la juventud, narra una historia más compleja que esto. Y ese es el elemento clave de la película, pues normaliza la situación y el fenómeno de la fluidez de género y de la búsqueda de identidad, restándole drama y protagonismo para otorgárselo a otros personajes, dejando que esta historia se convierta en el marco, casi el macguffin, de todo el film. De esta forma, las leyes de extranjería de Estados Unidos, el acceso a la sanidad, la interacción entre culturas o la ausencia de un miembro de la familia ganan peso, añadiéndole capas a la obra.
Ellos, pronombre al que responde J, es, no obstante, el personaje central de la narración. Es la ausencia de sus padres la que hace que su hermana y su novio iraní pasen unos días con ellos; y es la decisión que debe tomar sobre su identidad de género la que abre y cierra la película. No existe un elevado grado de dramatismo asociado al personaje, al menos no en su relación con otros, pero sí se percibe su desorientación interna. El reflejo de este aspecto presenta una de las reflexiones más interesantes de la obra: ¿cómo se siente una persona que, cuidada por una familia que la quiere y aceptada por quienes le rodean, no sabe definir quién es? Esto, junto a la tematización de la terminología con la que ellos –el personaje de J– quieren ser referidos, es la mayor aportación del film.
Poco interés más allá del personaje central
La película, en términos puramente fílmicos, tiene algunos fallos. La incorporación de una parte más artística y experimental a la narración, con el juego con el foco de la cámara, las flores, la música o la poesía, que sirve en gran medida como leit motiv y como reflejo de las dudas de ellos, resulta solo parcialmente atractiva y no siempre acertada. Y, si bien es cierto que la película no se alarga por este motivo –en total son poco más de 75 minutos–, tal vez se agradecería una mayor profundización en la historia de los personajes que estas referencias más alegóricas. A su vez, los personajes, aunque bien diseñados y con abundantes matices, se ven limitados por algunas líneas de diálogo artificiales y por interpretaciones un tanto mediocres por momentos.
Pero esto es comprensible y excusable, pues se aprecia la sencillez y amataurismo de esta obra presentada en el Festival de Cannes de 2017. Una obra, por cierto, financiada en gran medida por dinero qatarí y escrita y dirigida por la iraní Anahita Ghazvinizadeh, alumna de Abbas Kiarostami. Puede resultar sorpresivo este origen dada la intransigencia religiosa que define a ambos países, no obstante conviene apuntar que la transexualidad está más aceptada y extendida en Irán que en muchos países occidentales.
Más allá de lo que rodea a la obra, más allá incluso de las propias características de la misma, el valor de esta cinta radica en su capacidad de sensibilización y normalización al retratar la realidad de muchas personas que deben descubrir algo tan básico como su identidad.
Lo mejor: el debate sobre la terminología y el conflicto interno de las personas de género fluido
Lo peor: el nivel de algunas interpretaciones y diálogos
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