Toc Toc es una película sin personalidad, no hay posibilidad de lecturas secundarias o de desarrollo de la trama y tampoco encontramos una narración inteligente o rompedora. Más bien al contrario, está vacía, sin complicaciones en el nudo, sin avance de ningún tipo y con personajes totalmente planos. Y todo ello, partiendo de una premisa extremadamente simple tomada de una exitosa obra de teatro: un grupo de personas aquejadas con diferentes trastornos obsesivo compulsivos (TOC) reunidas en una sala de espera mientras llega su doctor. No hay nada más.
Pero da igual. Toc Toc es uno de los filmes con los que más me he reído en mucho tiempo. Creo, de hecho, haberme perdido algunos chistes porque la sala entera todavía se estaba riendo a carcajadas del anterior. Y no estamos hablando de un humor elevado, absurdo, surrealista, ni merecedor de ninguna etiqueta. Es un humor muy básico, centrado en los tics y obsesiones de los personajes que se van repitiendo uno tras otro.
Y si algo tan sencillo resulta tan divertido es gracias a un elenco de protagonistas carismáticos, algunos de ellos con interpretaciones muy notables y cuidadas, que hacen que sea imposible no soltar carcajadas cada medio minuto.
Porque ver a Alexandra Jiménez obsesionada con los microbios, a Rossy de Palma santiguándose y comprobando si ha olvidado las llaves una y otra vez o a Óscar Martínez –para mí, el mejor– incapaz de dejar de soltar insultos y obscenidades sin cesar es tremendamente divertido. A ellos se suma un Paco León que no sabe no hacer gracia y unos Adrián Lastra, Nuria Herrero o Inma Cuevas que, aunque menos memorables, complementan perfectamente el grupo.
De no ser por ellos, la obra carecería de sentido, pues no es más que un sketch muy largo del que no podemos sacar conclusiones. Pero el ritmo nunca decae y los mismos chistes siguen siendo tan graciosos en el primer minuto como en el último. Y eso es algo que hay que reconocer, pues lo habitual sería que tanta repetición resultase cansina, mas sucede justo lo contrario: salimos deseando más. Más obscenidades, más aspavientos, más obsesiones…
Y, aunque la película no va a trascender, no va a solucionar ningún gran problema del mundo y no va a cambiar el rumbo del cine, sí que logra dos cosas: por un lado, crear cierta conciencia sobre un problema más o menos común a nuestro alrededor y, aunque invisible, verdaderamente problemático para quien lo sufre; y por otro, hacer reír. Hacer reír mucho, porque la risa es la mejor medicina.
Y es cierto que el cine puede tener muchas funciones y le podemos exigir una enorme profundidad y riqueza narrativa. Pero de vez en cuando también es necesario ir al cine, reír a mandíbula batiente de algo simple hasta el extremo y sacar nuestro loco a pasear.
Lo mejor: Óscar Martínez y sus incontrolables exabruptos
Lo peor: que no haya nada más allá del humor
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