domingo, 29 de octubre de 2017

Especial Halloween. Review: 'Una serie de catastróficas desdichas' - 1ª temporada

Hablábamos hace unos días de la película Una serie de catastróficas desdichas, protagonizada por Jim Carrey en 2004. Hoy toca centrarnos en la serie homónima protagonizada por Neil Patrick Harris y que se centra en los cuatro primeros volúmenes de las populares novelas publicadas por Daniel Handler bajo el seudónimo de Lemony Snicket.

Aunque con una atmósfera menos oscura y más alejada del gótico estilo de Tim Burton que caracterizaba a la película, la serie de Netflix también ofrece un sugestivo pasatiempo para disfrutar este Halloween. De hecho, resulta mucho más atractiva y entretenida que el largometraje de Brad Silberling, prestando una atención extraordinaria a los detalles y con interpretaciones mucho mejores.

En especial la de un inspiradísimo Neil Patrick Harris, que consigue dar vida a un Conde Olaf mucho más complejo y expresivo que el de Jim Carrey. Y llama la atención que, aunque ambos actores se ciñen casi por completo a sus particulares y extravagantes estilos, el personaje de Carrey se vuelve repetitivo y pesado, mientras el de Harris despliega una gama mucho mayor de movimientos, juegos de voz y expresiones. También los secundarios tienen papeles más interesantes en la serie, probablemente debido a las mayores posibilidades de desarrollo que ofrecen ocho capítulos de 50 minutos con respecto a una película de 90. Esto permite un mayor aprovechamiento de las peculiaridades y marcados caracteres de unos personajes que en la obra de 2004 se veían demasiado limitados.

Del mismo modo cabe destacar el guion de la adaptación televisiva, pues explota mucho más las tramas complementarias y derrocha ingenio con referencias culturales –tanto tradicionales como contemporáneas– y guiños cómicos que dotan de profundidad y chispa a la historia. Y es que ese es el verdadero punto fuerte de la serie, su clara orientación a la comedia, siendo aquí el aspecto visual mucha más secundario. Es así como Neil Patrick Harris y el inteligente e irónico guion pueden ser completamente aprovechados.

Es cierto que, en el lado negativo de la balanza, debemos mencionar las actuaciones de los tres niños protagonistas, algo más flojas que en la película, y una producción visual que, si bien es llamativa, resulta menos novedosa. También la narración, que mejora de forma notable en comparación con la película, sigue teniendo momentos tediosos. Sobre todo, cuando entra en escena Lemony Snicket, el narrador, que añade otro elemento cómico y original al entremezclarse mucho más con la historia, pero que la ralentiza en exceso. 


Mas, a pesar de estas apreciaciones finales, Una serie de catastróficas desdichas es mucho mejor como serie que como película. Y asumo mi responsabilidad por haber presentado esta crítica como una comparación, pero, igual que el largometraje de 2004 no podía escapar de su condición de heredera del cine de Tim Burton, esta serie no consigue escapar del todo de su predecesora.

No obstante, atractivos le sobran para poder hacerlo y las prometidas segunda y tercera temporadas tienen potencial para conseguir una identidad propia y para seguir mostrándonos con ese toque tan divertido e ingenioso qué misterios se esconden detrás de los Baudelaire y qué artimañas planea el Conde Olaf para continuar esta serie de catastróficas desdichas.




(Publicado en Los Lunes Seriéfilos)

viernes, 27 de octubre de 2017

Especial Halloween. Crítica: 'O Apóstolo' (2012), de Fernando Cortizo

Galicia es, casi con toda seguridad, la región más mágica, misteriosa y, hasta cierto punto, terrorífica de España. Las Meigas, la Santa Compaña, la Queimada, la cultura del fuego –que tanto hemos tenido que lamentar recientemente–, el peso de la religión, la tradición, el mundo rural… Es difícil encontrar más y mejores ingredientes para un film de terror o, cuanto menos, de misterio y de fenómenos sobrenaturales. Y eso es algo que O Apóstolo (El Apóstol) sabe explotar a la perfección.

Tras escapar de una cárcel, y haciéndose pasar por peregrino, un ladrón llega a un pequeño y misterioso pueblo de Lugo buscando unas joyas que su compañero de fuga había escondido. Pero en el pueblo suceden fenómenos inexplicables: peregrinos que desaparecen, la Santa Compaña reclamando sus almas, condenas eternas…

Todo ello narrado a través de la técnica de claymation, o animación con plastilina, con las voces de pesos pesados como Carlos Blanco, Luis Tosar, Geraldine Chaplin, Jorge Sanz o Paul Naschy. Con un presupuesto que superó los cinco millones de euros y equipos internacionales con amplísima experiencia, tanto en el aspecto técnico y como detrás de la banda sonora, O Apóstolo fue la primera película europea rodada con la técnica de stop-motion estereoscópico.

La novedad de la historia, el cuidado de los detalles, el espectáculo visual y la valentía de una apuesta rompedora en España le valieron premios y reconocimientos en festivales de todo el mundo, siendo aclamada en el Festival de Málaga, y recibiendo el Premio del Público en Annecy y la nominación a Mejor película de animación en los Goya. Y todo galardón sería merecido y, probablemente, escaso, pues se trata de una de las cintas más meritorias que ha dado el cine español, tanto desde el punto de vista técnico como –excepto por un puñado de líneas de diálogo– narrativo.

Y si la trama va de misterio y condenas, la maldición que rodeó al film no se queda atrás. Comencemos por la financiación, y es que fue uno de los primeros proyectos costeados, al menos en parte, gracias al crowdfunding, tan popular en estos momentos pero que cuando se rodó esta obra hace más de ocho años todavía estaba dando sus primeros pasos. 

Tras numerosos cambios de fecha y retrasos, llegó finalmente a las pantallas españolas el 31 de octubre de 2012. Aunque estaba planeado un estreno extenso, la cinta se llegó a proyectar en menos de 30 cines, muchos de ellos minoritarios y con horarios extraños, algo de lo que el director, Fernando Cortizo, responsabilizó a la distribuidora, Aquelarre Films. Esta se defendió argumentando que los cines la habían rechazado porque las copias de la película solo estaban disponibles en digital y dada la competencia de la cartelera –SinisterSkyfall o Lo Imposible–.


El resultado fue una recaudación irrisoria, que no alcanzó los 50.000 euros en España y que internacionalmente, a pesar de las buenas perspectivas iniciales, también acabó haciendo aguas por diversos conflictos comerciales. Todo esto acabó llevando al borde la quiebra a la productora, Artefacto Producciones, y a que la obra haya quedado casi inaccesible para el gran público –en la web http://www.oapostolo.es/ se puede ver online y comprar el DVD–.

Y es una pena, porque hay pocas películas que combinen de una forma tan extraordinaria la comedia, el misterio, las aventuras y el terror. A su vez, los guiños a la cultura gallega, a Tim Burton o a filmes como Nosferatu, la novedosa técnica, la tensa narración, la inquietante atmósfera, la estética onírica, los golpes de humor y hasta la moraleja que se extrae convierten a O Apóstolo en una obra imprescindible. Lástima que haya condenas de las que no se puede escapar.

Lo mejor: el aprovechamiento del enxebre gallego 
Lo peor: que haya sido una producción maldita
Nota: 9,5

(Publicado en Los Lunes Seriéfilos)

lunes, 23 de octubre de 2017

Especial Halloween 2017. Crítica: 'Una serie de catastróficas desdichas' (2004), de Brad Silberling


Es todo un clásico, así que este año vuelve el especial de Halloween de Los Lunes Seriéfilos. Desde hoy, y hasta el día 31, podréis encontrar en nuestra web críticas y reviews de películas y series de terror y todo lo que asociamos a estas fechas tan tenebrosas.

Y para los cobardes a los que nos da verdadero pavor el cine de terror, pero aun así queremos disfrutar de Halloween, el cine de Tim Burton y los especiales de “terror” de universos de animación, como Shrek o Disney, han sido siempre nuestra salvación. Sin ser ninguna de las dos, vamos a arrancar nuestro especial con Una serie de catastróficas desdichas –vamos a hablar de la película de 2004, aunque también existe una serie con Neil Patrick Harris de este mismo año–, que puede ser un buen sustituto o complemento para este Halloween, sobre todo por sus semejanzas con el cine burtoniano.

Y esto es así por su estética steampunk y un tanto gótica, por la presencia constante de la muerte, la fantasía y el misterio, por el protagonismo de unos niños peculiares y por la complicación extrema de la trama, que no obstante acaba alcanzando un final casi completamente feliz. En definitiva, el resumen de (casi) cualquier película de Tim Burton que se nos pueda ocurrir.

La dirección artística es extraordinaria; no olvidemos que es una película de hace ya más de una década, con técnicas menos desarrolladas y sin referentes más allá del propio Burton. La oscuridad, el juego de colores y la fotografía de Lubezki, unidos al maquillaje, el vestuario y la banda sonora, dan lugar a un espectáculo visual muy atractivo.


Le falta cierta profundidad en la trama, con un guion un tanto irregular y con personajes más flojos de lo que cabría desear. Son, en realidad, caricaturas, con todo lo bueno y lo malo que esto implica. En especial el protagonista, el Conde Olaf al que da vida un Jim Carrey haciendo el mismo exagerado y excéntrico papel de siempre. De nuevo, con todo lo bueno y lo malo que esto implica. Sí hay que destacar la interpretación de los jóvenes Emily Browning y Liam Aiken, que sobresalen en un reparto cargado de quilates –Timothy Spall, Billy Connolly, Meryl Streep o Catherine O’Hara– pero lastrado por personajes premeditadamente estereotipados que impiden aprovechar todo ese talento.

Especialmente porque, como ocurre con la historia, todo queda subordinado al componente audiovisual y estético. Y puede que sea muy meritorio y atractivo, pero no es suficiente. Tal vez sí para verla con niños (valientes o ya algo mayores) o para disfrutar en Halloween con esa estética tan apropiada en estas fechas, mas no para poder hablar de una auténtica sustitución, y mucho menos superación, de las fantásticas y únicas obras de Tim Burton.

Lo mejor: la dirección artística y los créditos finales
Lo peor: que Jim Carrey llega a resultar pesado 
Nota: 6,5

(Publicado en Los Lunes Seriéfilos)

miércoles, 18 de octubre de 2017

Crítica: 'Toc Toc' (2017), de Vicente Villanueva


Toc Toc es una película sin personalidad, no hay posibilidad de lecturas secundarias o de desarrollo de la trama y tampoco encontramos una narración inteligente o rompedora. Más bien al contrario, está vacía, sin complicaciones en el nudo, sin avance de ningún tipo y con personajes totalmente planos. Y todo ello, partiendo de una premisa extremadamente simple tomada de una exitosa obra de teatro: un grupo de personas aquejadas con diferentes trastornos obsesivo compulsivos (TOC) reunidas en una sala de espera mientras llega su doctor. No hay nada más.

Pero da igual. Toc Toc es uno de los filmes con los que más me he reído en mucho tiempo. Creo, de hecho, haberme perdido algunos chistes porque la sala entera todavía se estaba riendo a carcajadas del anterior. Y no estamos hablando de un humor elevado, absurdo, surrealista, ni merecedor de ninguna etiqueta. Es un humor muy básico, centrado en los tics y obsesiones de los personajes que se van repitiendo uno tras otro.

Y si algo tan sencillo resulta tan divertido es gracias a un elenco de protagonistas carismáticos, algunos de ellos con interpretaciones muy notables y cuidadas, que hacen que sea imposible no soltar carcajadas cada medio minuto.

Porque ver a Alexandra Jiménez obsesionada con los microbios, a Rossy de Palma santiguándose y comprobando si ha olvidado las llaves una y otra vez o a Óscar Martínez –para mí, el mejor– incapaz de dejar de soltar insultos y obscenidades sin cesar es tremendamente divertido. A ellos se suma un Paco León que no sabe no hacer gracia y unos Adrián Lastra, Nuria Herrero o Inma Cuevas que, aunque menos memorables, complementan perfectamente el grupo.

De no ser por ellos, la obra carecería de sentido, pues no es más que un sketch muy largo del que no podemos sacar conclusiones. Pero el ritmo nunca decae y los mismos chistes siguen siendo tan graciosos en el primer minuto como en el último. Y eso es algo que hay que reconocer, pues lo habitual sería que tanta repetición resultase cansina, mas sucede justo lo contrario: salimos deseando más. Más obscenidades, más aspavientos, más obsesiones…


Y, aunque la película no va a trascender, no va a solucionar ningún gran problema del mundo y no va a cambiar el rumbo del cine, sí que logra dos cosas: por un lado, crear cierta conciencia sobre un problema más o menos común a nuestro alrededor y, aunque invisible, verdaderamente problemático para quien lo sufre; y por otro, hacer reír. Hacer reír mucho, porque la risa es la mejor medicina. 

Y es cierto que el cine puede tener muchas funciones y le podemos exigir una enorme profundidad y riqueza narrativa. Pero de vez en cuando también es necesario ir al cine, reír a mandíbula batiente de algo simple hasta el extremo y sacar nuestro loco a pasear. 

Lo mejor: Óscar Martínez y sus incontrolables exabruptos
Lo peor: que no haya nada más allá del humor
Nota: 7,5

(Publicado en Los Lunes Seriéfilos)

viernes, 13 de octubre de 2017

Crítica: 'Fe de etarras' (2017), de Borja Cobeaga


'Fe de etarras' se estrenó en Netflix el día 12 de octubre, Fiesta Nacional en España. Y es que la segunda producción española de Netflix precisamente eso, muy española. Y no por caer en los vicios que mucha gente achaca al cine hecho aquí, sino porque logra algo que yo creo que hacemos bastante bien en este país: reírnos de nosotros mismos. Lo vemos en Twitter cada vez que algún político mete la pata en el Congreso o cuando alguien mete ingredientes incorrectos en la paella. En el cine llevamos viéndolo años con 'Torrente', también lo vimos con 'Ocho apellidos vascos' y, con una temática similar, volvemos a verlo ahora.

Es evidente que en la comparación la cinta que dirigía Emilio Martínez Lázaro sale ganando, sobre todo en dos aspectos: su novedad y comicidad. Por una parte, en su novedad porque el film protagonizado por Dani Rovira y Clara Lago rompía el tabú del tópico regional, en particular del vasco, buscando el chiste en aspectos tan divertidos como, a menudo, espinosos. Hay que reconocer, no obstante, que Fe de etarras va mucho más allá, no solo abordando las diferencias locales o el conflicto vasco, sino centrándose en la propia organización terrorista ETA. Eso, además de la polémica con los carteles que suele acompañar a muchas producciones de Netflix, le ha granjeado numerosas críticas, pues el tema sigue resultando complejo y doloroso.

Por otro lado, en la comicidad, porque, aunque Javier Cámara y Julián López saben explotar la divertida historia de Borja Cobeaga y Diego San José –responsables también del guion de 'Ocho apellidos vascos'–, la cantidad de gags verdaderamente graciosos y el juego con los acentos y los tópicos resultan más pobres en esta ocasión. El punto de partida, cuatro etarras encerrados en un piso franco en una ciudad de provincias esperando órdenes para actuar mientras España conquista el Mundial de Fútbol de Sudáfrica en medio de una pasión desenfrenada en todo el país, sí resulta divertido y original, pero las escenas no consiguen explotar ese contexto lo suficiente.

Es cierto que esta cinta busca una mayor reflexión, aunque sin conseguirlo, quedándose en una comedia sin tanta gracia como anticipaba y sin el trasfondo sobre la búsqueda de sentido de lo terroristas a la que parece aspirar. Aun así, sí que consigue ridiculizar una lucha, como casi todas las luchas violentas, totalmente estúpida y carente de sentido. Y es que no se burla del conflicto ni de las víctimas, sino de los propios etarras, simples bufones en un juego que no alcanzan ni a comprender.

La factura técnica no resulta llamativa, sin correr riesgos de ningún tipo, mas sin cometer tampoco errores de bulto. También las interpretaciones y el ritmo son, en términos generales, correctos. Pero todo eso queda relegado a un segundo plano porque lo que da sentido a la obra es su capacidad de lograr que quienes querían imponer el terror ahora sean vistos con toda la ridiculez y patetismo que de verdad escondían.


Por eso considero que 'Fe de etarras', a pesar de su imperfección, es una magnífica noticia. Primero, y esto lo destacamos aquí por tratarse de una web especializada, porque confirma la apuesta de la plataforma estadounidense por el mercado español al realizar un largometraje bastante difícil de exportar, pero con nombres muy conocidos tanto delante como detrás de la pantalla. Y segundo, y muy especialmente, porque ser capaces de reírnos, no ya de nosotros mismos, sino de algo que ha causado tanto dolor, demuestra que la sociedad es cada vez más madura y consciente de que el camino es hacia delante. Porque sí, la risa y la euforia pueden ocultar el ruido de las bombas.

Lo mejor: que se haya podido hacer una película así
Lo peor: que se desaproveche la premisa y no sea más divertida
Nota: 6,5


(Publicado en Los Lunes Seriéfilos)

jueves, 5 de octubre de 2017

Crítica: 'La Cordillera' (2017), de Santiago Mitre

Existen pocas dudas en torno a Ricardo Darín. El actor argentino es uno de los intérpretes más admirados, aclamados y respetados, tanto en el cine hispano como a nivel global. Es, casi sin excepciones, una garantía de éxito comercial y, con menos excepciones si cabe, un auténtico sello de calidad. No es extraño, por tanto, que las películas que protagoniza estén concebidas para el lucimiento de su personaje. En el pasado Festival de Cine de San Sebastián recibió el Premio Donostia como reconocimiento a toda su trayectoria. Y lo celebró presentando ‘La Cordillera’, otra muestra más de su saber hacer.

El propio Santiago Mitre, que dirige aquí su tercer largometraje, admitía haber levantado la película sobre el actor bonaerense. Y, aunque no le faltan atractivos a este thriller político, es evidente que Darín es el mayor de todos.

Da vida a Hernán Blanco, el recién elegido Presidente de Argentina, que es percibido como un hombre normal, casi incapaz de medirse con los grandes mandatarios sudamericanos, con los que se reunirá en Chile, en un hotel ubicado en una montaña a más de 3000 metros de altitud, para discutir la creación de una organización petrolera para los países hispanoamericanos. Allí, los oscuros entramados políticos y los conflictos con su familia y sus colaboradores llevarán al Presidente a sus límites. Y lo que comienza como un atractivo thriller político va dando paso a un complejo thriller psicológico.

A ello contribuye el personaje de Elena Anaya, una veterana y respetada periodista española que entrevista al Presidente Blanco y al que sería su antagonista, el líder brasileño Oliveira Prete, impulsor de la alianza petrolera. Estas entrevistas persiguen una mayor profundidad de los personajes, sobre todo del protagonista, pero no consiguen del todo su cometido pues, aunque sí amplían y complican la personalidad de Blanco, obstaculizan el desarrollo de las más interesantes y dinámicas tramas principales: la búsqueda del mejor acuerdo para Argentina en la cumbre por un lado y la situación de Marina, la hija del Presidente, por el otro.

Combinadas con acierto, la tensión y la intriga que rodean al Presidente van aumentando a medida que se suceden las escenas. El equilibrio entre la crítica a la corrupción y opacidad de la política y la casi aterradora historia de Marina es el adecuado, haciendo dudar al espectador sobre qué creer y qué es correcto. Sin embargo, el ritmo es lento, quizás incluso más de lo que la construcción del thriller necesitaría; por momentos la narración se hace pesada y da la sensación de que se podría haber prescindido de algunos elementos o secuencias. Pero al mismo tiempo es innegable que todo contribuye a esa tensión creciente y a la extracción de algunas lecturas políticas de notable actualidad.


Mas los distintos niveles y la profundidad del film no serían nada sin el papel de Darín. Y aunque apoyado por la música de Alberto Iglesias y el buen trabajo de los secundarios, siguen siendo la clase de Ricardo Darín y su enigmática y calculada interpretación la que guían y dan toda su fuerza a la obra. Y es que La Cordillera es un argumento de mucho peso, uno más, para comprender por qué Darín es uno de los mejores actores que ha dado el cine en español.

Lo mejor: Darín y la trama política
Lo peor: que pueda llegar a resultar pesada
Nota: 7

(Publicado en Los Lunes Seriéfilos)

miércoles, 4 de octubre de 2017

Crítica: 'Bye Bye Germany' (2017), de Sam Garbarski


Casi parece imposible que tras tantas películas, series y demás productos audiovisuales sobre el Holocausto sigan apareciendo obras novedosas que aporten matices o aspectos del genocidio nazi que apenas habían sido tratadas. Fue el caso, entre otros, de 'Los falsificadores' (Die Fälscher), el drama austriaco dirigido en 2007 por Stefan Ruzowitzky. Y es también lo que sucede ahora con 'Bye Bye Germany', o Es war einmal in Deutschland… (Auf Wiedersehen Deutschland) en el título original. Ambas cintas aportan, salvando las enormes distancias, visiones menos habituales o realidades menos conocidas dentro de este oscuro tramo de la Historia.

Mucho más dramática y trascendente, 'Los falsificadores' se ocupa de la historia real de un grupo de prisioneros de campos de concentración obligados por los nazis a falsificar libras y dólares a cambio de un trato algo menos inhumano y, en esencia, de su supervivencia. 'Bye Bye Germany' se centra ahora en otro grupo de judíos que ya han sobrevivido al nazismo y que buscan salir adelante en la ciudad de Frankfurt, bajo control estadounidense. Narrada como comedia, consigue reflexionar sobre los sentimientos de culpabilidad de todos los que poblaban esa Alemania de posguerra. 

La culpabilidad que acompañó, y que todavía acompaña, a los alemanes, avergonzados de haber permitido o participado en los crímenes y atrocidades del nacionalsocialismo. Y también la culpabilidad, mucho más visible en el film, de quienes lograron escapar del horror nazi o salieron con vida de los campos de concentración. E incluso se intuye la culpabilidad (más teórica que real) de los aliados que vencieron en la guerra, pero que no evitaron el genocidio y las masacres.

Pero más allá de esa reflexión, o de la que también podemos encontrar sobre los deseos de venganza o del reparto de Alemania entre las cuatro potencias aliadas, lo que destaca es el humor. Y es que Es war einmal in Deutschland es una película divertida y lo suficientemente ligera para hacernos reír sin demasiados complejos sobre tan dramático episodio. Y esto es en gran medida gracias al carisma y la vertiente cómica de Moritz Bleibtreu, que da vida a David Berman, el protagonista que articula la trama y que une la más cómica historia de un grupo de judíos que usan todo tipo de trucos para vender ropa de cama, con la más seria investigación de una oficial estadounidense sobre su sospechosa supervivencia a los campos de exterminio.


Y es en ese difícil equilibrio entre el humor y la tragedia donde la cinta de Sam Garbarski se muestra más débil. El intento de relajar los tramos más duros y la búsqueda de profundidad en los más ligeros impiden una diversión mayor, pero también una verdadera capacidad de trascender, como sí tenía 'Los falsificadores'. Las dos historias paralelas de Berman se entrecruzan con demasiada frecuencia, evitando que el espectador consiga centrarse en ninguna de ellas y sin dejar que disfrute del humor, ni que se conmueva con el horror.

Independientemente de este fallo, que lastra no obstante el conjunto de la obra y que impide que perdure en la memoria, quedándose como un cuento, la película tiene importantes atractivos, desde la riqueza de detalles hasta la banda sonora. Con todo, 'Bye Bye Germany' presenta una interesante, divertida y novedosa historia; un tanto indefinida e indecisa, pero necesaria, accesible y capaz de narrar una historia diferente y un punto optimista sobre el Holocausto. 

Lo mejor: Moritz Bleibtreu y los elementos humorísticos
Lo peor: ese intento (no conseguido) de equilibrar horror y humor
Nota: 7,5


(Publicado en Los Lunes Seriéfilos)