Doscientos años después de que el Frankenstein original viera la luz, repasamos la adaptación que Kenneth Brannagh hizo del monstruo que vuelve a la vida en la pretenciosa ‘Frankenstein de Mary Shelley’
Este año se cumplen dos siglos de la publicación, el 11 de marzo de 1818, de una de las obras cumbres de la ciencia-ficción y el terror: ‘Frankenstein, o el Moderno Prometeo’, de la escritora británica Mary Shelley. Concebida durante una estancia en la villa de Lord Byron en Suiza en 1816, conocido como el año sin verano por la erupción de un volcán indonesio, es, junto a Drácula, una de las novelas más adaptadas y uno de los monstruos más populares del cine. Por lo tanto, en este especial de Halloween de Los Lunes Seriéfilos era inevitable regresar a una de las versiones de la criatura. No a la mejor, sin duda, pero sí a una de las más ambiciosas.
Ambición que se traduce sobre todo en un elenco sensacional; Kenneth Branagh, Helena Bonham Carter –curiosamente, en un papel más dulce y menos gótico de lo habitual– y Robert de Niro se colocan al frente de un reparto que también incluye a Aidan Quinn, Tom Hulce, John Cleese o Hugh Bonneville. Si bien es cierto que ninguno está en su mejor papel, lastrados en parte por una cierta grandilocuencia y exageración, merece mención Robert de Niro, que da vida –valga la redundancia– al monstruo, el personaje más complejo y atractivo de todo el film.
Su evolución no resulta novedosa, pasando de una creación huérfana y bondadosa a una vengativa ante el desprecio del mundo y de su creador, mas sí alcanza nuevos límites por la profundidad de la figura. Lo que no transmite en ningún momento es miedo, ni la creación de Frankenstein ni la película en su conjunto, pues la preocupación de Kenneth Branagh parece estar más en conseguir una narración ampulosa y teatral, lo que se traduce en un trabajo menos oscuro y gótico de lo que se podría esperar.
Decepcionante por ambiciosa
Lo que se podría esperar es, en realidad, algo más próximo a ‘Drácula de Bram Stoker’, estrenada dos años antes que esta y dirigida por Francis Ford Coppola, que actúa en esta ocasión como coproductor. Junto a la presencia del director de ‘El Padrino’, la composición del título o el excelente reparto plantean semejanzas que en ningún caso se aprecian en la calidad de la cinta de Branagh.
Es cierto que sin esta comparación y con una mayor humildad en el planteamiento de la trama y los personajes podríamos estar ante una película indiscutiblemente entretenida que no va más allá y que, como tal, sí cumple sus objetivos. Pero ese no es el caso, y lo que queda es un regusto de insatisfacción y de palidez al situarse en línea con otras adaptaciones del monstruo revivido en Ingolstadt. No tanto por sus deficiencias, sino por la promesa incumplida de una creación perfecta.
Lo mejor: Robert de Niro
Lo peor: le faltan sombras y tinieblas
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