'Daha', presente en el Atlàntida Film Fest, se aproxima magistralmente al drama de quienes huyen de la guerra desde la perspectiva del hijo de un traficante de personas en Turquía
En marzo de 2016 entró en vigor un polémico acuerdo entre la Unión Europea y Turquía para frenar la llegada de demandantes de asilo, procedentes en su mayoría de Siria, a las costas griegas. Aunque cuestionable desde el punto de vista de los derechos humanos, el acuerdo sirvió para disminuir el número de muertes en el mar Egeo y para reducir el número de migrantes que optaban por la conocida como ruta del Mediterráneo oriental. Aunque la acción de las mafias y los traficantes de personas sigue activa, sobre todo en otros puntos del Mediterráneo, su presencia parece menor en las costas turcas.
Sin embargo, sobre todo entre 2015 y 2016, la relevancia del tráfico de personas en Turquía fue muy notable, con historias dramáticas, por supuesto, para quienes huían de la guerra o del terrorismo y eran tratados como mercancía. Pero también con víctimas colaterales que se vieron afectadas por la brutalidad y el dolor del fenómeno. Una de esas víctimas es Gaza, un joven que vive con su padre, camionero y traficante de personas, al que ayuda mientras culmina sus estudios.
El comportamiento despótico, violento y primario del padre, Ahad, no siempre consigue hacer mella en el joven Gaza, que encuentra en sus amigos, el hip-hop que escucha en otros jóvenes de su localidad o en el mar junto al que vive la libertad para huir del mundo que le rodea. Sin embargo, Gaza está condenado a acabar convirtiéndose en un monstruo, pues es complicado llegar a ser un ser humano cuando a tu alrededor nunca has observado ni un gesto de humanidad.
Una obra magistral para un tema doloroso
La película muestra así una cara más del horror. Y lo hace con fuerza, con una estructura compacta y bien construida y con elementos visuales atractivos. También son extraordinarias las actuaciones protagonistas: la del joven Hayat Van Evk pasa de la inexpresividad y la desorientación a la rabia, convirtiéndose en el personaje desatado, irracional y primitivo que interpreta el veterano Ahmet Mumtaz Taylan. La evolución del protagonista y el análisis de ese proceso son magistrales.
También lo es la capacidad de incorporar, aunque sea fugazmente, la capacidad de incorporar en una obra pequeña tantos elementos relacionados con la migración de los demandantes de asilo procedentes de Oriente Medio: el viaje en barco de gente que no sabe nadar y que siente pavor ante el agua, el riesgo de naufragios de las barcas sobrecargadas, la inutilidad de chalecos salvavidas relleno de resina, los sobornos y la complicidad de las fuerzas de seguridad, los abusos sexuales que sufren las mujeres, la fragilidad de los menores, el agobio y la falta de aire en el interior de los camiones, la conversión de seres humanos en mercancía con la que negociar, la lejanía e ignorancia de los líderes sobre el conflicto… Así, una historia personal, un improbable Coming of Age, se convierte en una obra mucho más compleja y completa, reflexionando sin victimismos sobre las diversas aristas y víctimas de esta problemática.
Con todos estos argumentos, ‘Daha’, que en turco significa “más”, consiguió el premio FIPRESCI en la Seminci de Valladolid y formó parte de la sección oficial del prestigioso festival de Karlovy Vary. Sin embargo, su mayor valor no es solo el de contar una historia tan dolorosa como la del tráfico de seres humanos, sino el de hacerlo desde una perspectiva menos habitual, en la que todos los implicados son vistos como víctimas y en el que la maldad no es innata, sino inevitablemente adquirida. Una historia horrible en el fondo y fascinante en la forma que invita a reflexionar e ir más allá en una materia tan dura y complicada.
Lo mejor: la fuerza de la película gracias al tema y las interpretaciones
Lo peor: que se pierdan algunos matices al no diferenciar el idioma de los migrantes del turco que hablan los protagonistas
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