viernes, 21 de julio de 2017

Crítica: 'Gru 3. Mi villano favorito' (2017), de Kyle Balda, Pierre Coffin y Eric Guillon


La llegada de ‘Gru, mi villano favorito’ en 2010 fue una de las mayores sorpresas del cine de animación de los últimos años. No solo por aportar algunas ideas frescas y por su diversión, sino, y sobre todo, por crear a esas figuras amarillas de incomprensible lenguaje que se han convertido en un fenómeno cultural y comercial casi nunca visto. Y es que el merchandising generado por los Minions ha ido mucho más allá del material escolar, los juguetes o los productos para niños, fascinando también a numerosos adultos, que comparten los cortos en sus redes sociales y que han contribuído en las impresionantes cifras de taquilla de las películas de Illumination Entertainment.

Porque ya van tres largometrajes de Gru, además de los numerosos cortometrajes y del spin-off protagonizados íntegramente por los Minions. Y no parece que los seguidores se estén cansando o que el universo de Gru y los Minions ya esté agotando, porque la taquilla sigue respaldando cada nueva entrega.

Ha vuelto a ocurrir con ‘Gru 3. Mi villano favorito’, que debutó haciéndose con el número uno en las taquillas de casi todos los países donde se ha estrenado, incluyendo Estados Unidos (donde sale perdiendo ligeramente en comparación con las anteriores entregas) y España (donde ha superado a sus dos predecesoras). Y es muy probable que las cifras y el éxito se repitan cuando llegue la secuela de ‘Los Minions’, esperada para 2020.

Pero lo cierto es que, aunque siga contando con el favor del público, Gru y sus asistentes han perdido gran parte de su frescura. La fórmula no ha varíado un ápice y la combinación entre el humor tierno de las niñas y el humor gamberro y anárquico de los Minions cada vez resulta menos efectiva. Puede que todavía siga funcionando en ciertos momentos de la cinta, con algunas –aunque menos que en las anteriores películas– secuencias bastante divertidas, pero se va quedando escaso.


La tercera aventura de Gru ofrece algunos nuevos personajes con potencial para ser aprovechados en futuras entregas, pero apenas hay evolución en los ya existentes. Ese es en realidad el lastre de ‘Gru 3’, pues prácticamente todo lo hemos visto ya antes. Está claro que la fórmula funciona y parece que los creadores han apostado por mantenerla, pero se echa de menos una ambición mayor: una decisión comercialmente inteligente, aunque artísticamente pobre.

La trama sí resulta algo más rica, con dos historias paralelas: por un lado, el reencuentro de Gru con su hermano gemelo, cuya existencia desconocía tras haber sido separados al nacer; por otro, la lucha del antihéroe protagonista contra Balthazar Pratt, un antiguo niño estrella dispuesto a vengarse de Hollywood por haber cancelado su serie durante los ochenta y que pretende robar el mayor diamante del mundo. Mientras tanto, la mujer de Gru aspira a congeniar con las niñas y los Minions, por su parte, hartos de que Gru haya dejado de lado sus villanías, deciden abandonarlo.

Hay material, y está claro que los personajes, la música de Pharrell Williams (con Morat y Álvaro Soler en la versión en castellano), la agilidad de la narración y la animación tienen el carisma y el atractivo suficientes para lograr una película divertida y entretenida. Y lo es, pero, menos que las anteriores entregas. Y si la saga de Gru y los Minions aspira a seguir dominando las taquillas quizá sea necesaria cierta renovación. No de la fórmula, que se ha probado inmejorable, pero sí de alguno de sus ingredientes.

Lo mejor: algunos golpes de humor
Lo peor: la comparación con sus predecesoras
Nota: 6

(Publicado en Los Lunes Seriéfilos)

jueves, 20 de julio de 2017

Merkel se prepara para su cuarto mandato

FOTO: REUTERS/Axel Schmidt


Las críticas de izquierda y derecha hacia Angela Merkel por su gestión de la crisis de refugiados, el ascenso de los ultraderechistas de Alternativa por Alemania y el nombramiento a principios de año del hasta entonces presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, como candidato del Partido Socialdemócrata parecían augurar unas elecciones difíciles para la canciller. Pero en los últimos meses sus opciones de lograr un cuarto mandato han vuelto a aumentar.

El pasado mes de junio, en el debate y votación para aprobar el matrimonio entre personas del mismo sexo, el socialista Thomas Opperman se refería a esta decisión como “quizás mala para la coalición, pero buena para las personas”. En efecto, la alianza entre los socialistas del SPD y los democristianos de la CDU de Merkel, no pasa por su mejor momento. Sin embargo, parece el resultado más probable de los comicios que se celebrarán el próximo 24 de septiembre en Alemania.

Unas elecciones tradicionales

Pese a la irrupción de partidos populistas y extremistas en diversos países europeos y la ruptura de gran parte de los bipartidismos, los comicios alemanes podrían considerarse en gran medida continuístas. Según las encuestas, tanto la CDU como el SPD perderán votos, mas no se esperan grandes cambios en la composición del Parlamento, pues ambas fuerzas seguirán como primera y segunda. Lo más probable es que se repita una gran coalición entre ambos, liderada por los conservadores.

Como es habitual en el Parlamento germano, las mayorías absolutas están casi descartadas y la única alternativa viable sería un acuerdo de los conservadores con el Partido Democrático Libre (FDP), como ya ocurrió entre 2009 y 2013. Tras el descalabro sufrido por los liberales en los últimos comicios, en septiembre se espera que alcancen la tercera posición. Pero el margen de esta coalición es muy escaso (según la mayoría de encuestas, menos de diez escaños en un Parlamento formado por 598 diputados), por lo que la suma de ambas fuerzas podría no ser suficiente.

Junto al FDP, el otro partido que aumentará su representación en el Bundestag es Alternativa por Alemania (AfD). La crisis de los refugiados, el ascenso de partidos similares (el Frente Nacional francés, el partido de Geert Wilders en Holanda o el FPÖ en Austria) y sus buenos resultados en elecciones locales y regionales en los dos años pasados hacían pensar que AfD podría ser uno de los protagonistas de estas elecciones; pero las derrotas de los partidos de ultraderecha en los últimos meses y la menor importancia del tema de los refugiados en la opinión pública europea han frustrado sus perspectivas. Aunque crecerán con respecto a 2013, las listas que encabezan la economista Alice Weidel y el veterano jurista y antiguo miembro de la CDU Alexander Gauland no alcanzarán una presencia suficiente para ser relevantes.

Dúos al frente de sus listas

De hecho, se espera que no superen ni a Die Linke (La Izquierda) ni a Die Grünen (Los Verdes). Ambos partidos concurren a las elecciones de septiembre con dúos al frente de sus listas: la radical Sahra Wagenknecht y el moderado Dietmar Bartsch lideran Die Linke, mientras Katrin Dagmar Göring-Eckardt y Cem Özdemir hacen lo propio al frente de los ecologistas. Las dos fuerzas de izquierda, más suavizada en el caso de Los Verdes, rondarían el 8% de los votos, con cifras muy similares a las obtenidas hace cuatro años, aunque menores de lo que predecían en 2016.

Y es que a lo largo del 2017 la política alemana ha vuelto a lo que podríamos considerar normal: las llegadas de refugiados han caído; el CSU de Baviera y el partido de Merkel, tradicionales aliados que se habían distanciado por la política aperturista de la canciller con los inmigrantes, volvieron a acercar posturas; la economía alemana sigue creciendo por encima de la media de la UE; y todas las crisis que han surgido en Europa, desde el brexit, al conflicto ucraniano o el rescate a Grecia, parecen haberse calmado.

En este contexto, es de esperar que prime el continuísmo y que Merkel consigua su cuarto mandato al frente del Gobierno teutón. Y, aunque con un margen más estrecho, lo lograría de nuevo gracias a una gran coalición. Podría haber sorpresas de aquí a septiembre, pero a los alemanes tiende a gustarles lo previsible.

(Publicado en bez.es)

miércoles, 19 de julio de 2017

Verano Syfy. Crítica: ‘La guerra de las galaxias. Episopio IV: Una nueva esperanza’ (1977), de George Lucas


No podía faltar. En este verano que en Los Lunes Seriéfilos estamos dedicando a la ciencia-ficción era inevitable volver la vista a la que es una de las películas más relevantes, exitosas e influyentes en la historia de este género –y de todo el cine, en realidad–.

Soy demasiado joven para comprender el fenómeno de la primera trilogía de Star Wars y lo cierto es que mi afición por el séptimo arte nació bastante tarde, por lo que también me perdí la segunda trilogía. Ahora, envueltos de nuevo en una nueva vorágine de aventuras galácticas, me intereso por estos estrenos como cinéfilo más que como fan de la saga. Y así es como he visto ‘La guerra de las galaxias. Episopio IV: Una nueva esperanza’: más como una pieza clave en la historia del cine que como una cinta con la que me sienta identificado. 

Porque le falta algo que me impide una mayor fascinación: tal vez cierta profundidad en la historia o quizás una mayor introspección que permitiera una película con valor por y para sí misma, sin estar tan condicionada por su revolución técnica y comercial, aspectos en los que reside su mayor interés. Y aunque estas podrían considerarse debilidades importantes en cualquier otro filme, lo cierto es que la valía de Star Wars, sobre todo de esta primera obra, reside en el significado de la cinta fuera del plano estrictamente cinematográfico. Y como tal es obligatorio admirar sus logros. 

Siendo el mayor de ellos, quizás, que ‘Una nueva esperanza’ puede ser considerada mainstream según la concepción actual. Y esto se debe a que constituye un elemento esencial para establecer lo que hoy consideramos como mainstream, fijando el rumbo que otras obras posteriores habrían de seguir. Y quizás nunca tanto como en la actualidad, con un Hollywood centrado en producir sagas capaces de generar merchandising sin parar y otorgando a los efectos especiales un papel preponderante. Precisamente las características que definían al clásico de George Lucas de 1977 y que son las que también determinan la mayoría de largometrajes que encabezan las listas de taquillazos de los últimos años. 

Y ya que mencionamos a George Lucas, hay que reconocerle como padre de la criatura. No por su magnífica dirección o por la calidad de su obra, ambas notables pero no sobresalientes, sino por lo que supuso. Su visión comercial –sobre todo esa conocida decisión de ceder los derechos de las películas a cambio de los futuros ingresos por merchandising–, su inagotable imaginación y su uso de tecnologías revolucionarias convirtieron al ‘Episodio IV’ en una pieza única hasta entonces y en el eslabón perdido que marcaría la evolución de todo el cine posterior. Y no solo del cine como arte, sino también, y sobre todo, del cine como industria. 

Y aunque nos estamos centrando en el papel que Star Wars juega en un plano extracinematográfico, no es tampoco desdeñable su calidad artística. Sin ser una obra maestra, desborda imaginación, entretenimiento y novedad. Desde la mítica y archiconocida introducción en la que ya se intuye la inolvidable banda sonora de John Williams, hasta la riquísima variedad de personajes, vestuarios, tramas y mundos, todo en el film nos hace ver que estamos ante algo único. 


Única y pionera, porque sus novedades no se ciñen a los efectos especiales o a la comercialización, sino también a un guion en el que se cuidan todos los detalles y en el que, por ejemplo, gracias a la luchadora Princesa Leia, se rompen parcialmente algunas concepciones sobre roles de género y de amor romántico que seguirían prevaleciendo todavía durante mucho tiempo. 

Y el mérito es adicional si tenemos en cuenta que este ‘Episodio IV’ se concibe como tal. Es la primera película de la saga, pero ya pensada como cuarto episodio de una historia mayor, algo que, indudablemente, complica y enriquece la construcción de la historia y de los personajes, haciendo que cada comentario o pasaje tenga que ser muy cuidado para mantener la coherencia con las tramas que sucederían a esta. 

Todas ellas colaborarían a engrandecer, de una forma u otra, la leyenda de esta saga y a desarrollar su universo. Pero lo veremos en próximas semanas. Por ahora, disfrutemos de todo lo que ofrece este clásico, sin olvidar que con él, en una galaxia muy, muy lejana, nacía uno de los mayores mitos del cine.

Lo mejor: su influencia en el cine que vendría después
Lo peor: la escasa profundidad de la narración
Nota: 7,5

(Publicado en Los Lunes Seriéfilos)