domingo, 11 de noviembre de 2018

[Series] 'La ciudad y la ciudad' (2018): miniserie noir con lecturas políticos-sociales


Filmin estrena el martes 13 de noviembre la miniserie de la BBC Two ‘La ciudad y la ciudad’, protagonizada por David Morrisey y basada en la novela negra de China Miéville. Una obra inteligente, ambiciosa y compleja, con aciertos notables, pero que no consigue despertar toda la tensión que lleva dentro 


Dos ciudades físicamente unidas, pero radicalmente opuestas y separadas. En realidad, una ciudad dividida en dos. No por un muro o una valla, sino por la norma que impide mirar y cruzar hacia el otro lado. Los habitantes de una ciudad desconocen por completo cómo es y qué ocurre al otro lado. Y mientras tanto, la vida continúa en la decadente y nacionalista Besźel y en la más próspera y burocratizada Ul Qoma.
Puede sonar a una nueva alusión a la Berlín de la Guerra Fría, separada por el Muro, materialización del Telón de Acero que separaba los bloques capitalista y comunista. Incluso la torre desde la que se emite la propaganda para que los ciudadanos de Besźel solo vean Besźel recuerda a la Torre de Televisión en la Alexanderplatz berlinesa. No obstante, las referencias en la miniserie de la BBC Two que ahora llega a Filmin son mucho más escasas y sutiles que en otras obras semejantes, como la reciente ‘Counterpart’. 

Aquí el debate va un poco más allá, intuyendo críticas al nacionalismo y tanto al socialismo como al capitalismo, así como a la burocratización, la hipervigilancia o la propaganda. Tiene toques de ‘1984’, aunque sin la crudeza y el control extremo de esta, y realizando un cierto trabajo de aproximación de la distopía orwelliana al contexto actual. 

Construcción ambiciosa y compleja 


Más allá del mensaje y la crítica que subyace, lo llamativo de esta adaptación de la galardonada novela homónima de China Miéville está en su propia construcción. Los cuatro episodios de 60 minutos se organizan en torno a cuatro zonas: Besźel, Ul Qoma, Orciny (una mítica ciudad ubicada, supuestamente, entre las dos anteriores) y la Brecha (la frontera entre las dos primeras, regida por una poderosa y misteriosa organización). La línea argumental que une todo es la investigación del inspector Tyador Borlú del Equipo de Crímenes Violentos de Besźel, que se adentra en un entramado de mitos, conspiraciones y peligros al hacerse cargo del caso de una estudiante extranjera aparecida muerta en Besźel tras haber sido asesinada en Ul Qoma.


Hay un ligero caos en la estructura, que busca épica y complejidad en la narración, aunque parece perderse, generando sensación de desconcierto. Algo semejante ocurre con las visiones y recuerdos del mucho más desconcertado protagonista, notablemente interpretado por David Morrisey, que añaden capas a la historia, pero llegando a resultar en ocasiones innecesarios y hasta forzados, lo que hace que la historia sea más densa. 

Tal vez por eso, su capacidad de impedir al espectador apartar la vista de la pantalla es limitada. Es tensa y atractiva, sobre todo en su dimensión noir y en su valiente apuesta por el thriller político, si bien no consigue satisfacer toda su ambición. Ambición que se aprecia a su vez en la utilización de la imagen, con tomas y planos poco habituales, tendentes a la grandilocuencia y cargados de significado y simbolismo. También la suciedad de Besźel y la composición opuesta y equivalente de las dos ciudades transmite la opresión del entorno con acierto.


En general hay más aciertos –junto a los mencionados también encontramos algunos toques de humor gracias a personajes como la agente Corwi– que fallos –es más bien el hecho de saber que había posibilidades de mejora–. Mas, sobre todo, destaca un mensaje, que sobresale por encima de la alegoría de George Orwell o de las referencias al Muro de Berlín, y es que el dinero vale más que las ideas o los valores y que el nacionalismo no es más que otro negocio. Menos mal que el inspector Borlú no está de acuerdo.


(Publicado en Los Lunes Seriéfilos)

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