El mayor mérito de El autor es conseguir mantenernos en tensión a pesar de contarnos una historia más sencilla de lo que la sinopsis puede dar a entender. De hecho, el planteamiento de la historia, extraída de El móvil, la primera novela de Javier Cercas, es, a priori, muy atractivo: Álvaro es un intento de escritor que, tras separarse de su mujer, mucho más exitosa en su carrera literaria, y guiado por su profesor de escritura, decide manipular a quienes le rodean para encontrar inspiración para su novela. Una mezcla de ficción y realidad con buenos resultados y capaz de indagar, aunque sin la suficiente profundidad, en el proceso creativo, en el fracaso del escritor frustrado y en la inutilidad de esos cursos de creación literaria.
Es una base magnífica de la que partir, mas lo que vemos en pantalla se diluye, quedando un tanto vacío de contenido en algunos puntos y llegando a resultar ligeramente lenta por momentos. No obstante, la tensión es continua y la sensación de estar ante algo notable, también. De hecho, aunque sin ser radicales, los giros de guion son constantes e impiden que el ritmo llegue a decaer en ningún momento.
Y eso también es gracias a Javier Gutiérrez. En medio de un elenco bastante acertado, Gutiérrez logra una interpretación muy creíble, con momentos de auténtico desconcierto y siendo capaz de combinar un despliegue actoral inmenso con momentos de tensa contención en una misma secuencia. Así, logra bordar ese papel de escritor frustrado, patético, manipulador y, sobre todo, sudoroso en el caluroso verano sevillano.
Y es que Sevilla también juega un papel destacado en la obra pues, aunque centrada en los personajes que rodean al escritor, su entorno se vuelve paradigmático y capaz de representar a una ciudad viva y abierta, pero al mismo tiempo tradicional y un punto retrógrada. Con esto, la capacidad de añadir cierta crítica social en la película también se vuelve relevante. Solo hace falta ver los comportamientos y, sobre todo, las casas de la portera y el exmilitar, cargados de detalles y de guiños para introducir no solo esa intención crítica, sino también una bienvenida vis cómica.
Pero esas casas demuestran también la habilidad de Martín Cuenca para dominar la imagen, con composiciones y encuadres muy interesantes. De hecho, es en este aspecto en donde encontramos los elementos más novedosos y atrevidos de la película. Muchos de esos planos nos muestran el vacío, físico y metafórico, que rodea a Álvaro.
Y precisamente por eso, por la gran cantidad del tiempo que Gutiérrez se pasa solo delante de la cámara, su actuación tiene aún más valor. Porque, aun sin grandes fallos en el conjunto del film, de no ser por él, el potencial de la novela de Cercas tal vez se habría desperdiciado. Y las buenas historias, y eso sí que nos lo enseña El autor, no pueden desperdiciarse. Sobre todo cuando proceden de la realidad que nos rodea.
Lo mejor: Javier Gutiérrez
Lo peor: Que tal vez le sobren algunos minutos
Nota: 7
(Publicado en Los Lunes Seriéfilos)