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Se ha hablado mucho en los últimos días de las cabalgatas de Reyes. Especialmente (y como siempre) de la de Madrid. Parte de la polémica se ha centrado en el tweet que Cayetana Álvarez de Toledo, antigua diputada del Partido Popular, dedicó a la actual alcaldesa de la capital prometiendo no perdonarle JAMÁS por la vestimenta de los Reyes Magos. Más allá de cuestionables decisiones estéticas, de Reyes y Reinas, de animales, de palcos VIP o de si merecemos carbón o juguetes, lo más interesante del debate no es el contenido, sino el debate en sí mismo.
Resulta curioso que con el incierto panorama político nacional y
catalán, con los conflictos diplomáticos y armados en Oriente Medio y con la
infinidad de trascendentales asuntos que deberían ocuparnos, el debate más
intenso de las últimas semanas tenga como protagonistas a unas cabalgatas que
no deberían traer más que ilusión, magia y caramelos. Quizá nos espante tanto
la realidad que nos refugiemos en debates más amables y más sencillos en los
que las generalidades y las pasiones son más llevaderas. Además, y esto es muy
importante, es casi inevitable utilizar el humor en una discusión sobre los
vestidos de los Magos de Oriente; y, por suerte, el humor es inherente a los
ciudadanos de este país.
Aunque parece que no todos gozamos de ese sentido del
humor tan patrio. La mencionada Cayetana Álvarez de Toledo parece tomarse estas
cosas muy en serio (no me quiero imaginar entonces lo mal que lo pasará ante
los casos de corrupción en su partido, la precaria situación socio-económica en
la que viven muchas personas en España o las imágenes de los refugiados que
arriesgan su vida para huir de la guerra). Álvarez de Toledo no está dispuesta
a perdonar a Carmena, pero también se ha enfadado con quienes, a través de las
redes sociales, se tomaron a risa su ya famoso: No te lo perdonaré jamás,
Manuela Carmena. Jamás.
Y es que hoy, la portavoz de Libres e Iguales, ha
publicado una columna en el diario El Mundo para opinar sobre quienes la han
criticado en Twitter. Estoy de acuerdo con ella: las redes sociales permiten el
comentario rápido sin razonamiento detrás, la exageración y la generalización,
el insulto sin consecuencias, las teorías conspiranoicas (como las que utiliza
la propia Álvarez de Toledo en su columna) y la crítica sin fundamento. Y todo
ello amparado en el anonimato de la red. Es cierto que muchos de los
internautas que publican en blogs, en Twitter o en otras redes sociales lo
hacen sin pensar. Igual que siempre se ha hecho en los bares, pero lo que antes
escuchaban cuatro colegas que te reían la gracia, ahora lo pueden leer miles de
personas dispuestas a hacer un drama de ello.
Pero de ahí a referirse a Twitter
como “un vertedero, la tumba de la inteligencia” hay un gran trecho. Twitter,
las redes sociales en general, son un reflejo de la sociedad, a la que dan voz.
Hasta ahora esa voz estaba en manos de políticos (lo de tumba de la
inteligencia igual también se puede aplicar aquí), medios de comunicación de
masas y personajes famosos. Ahora, la peluquera, la doctora, el profesor, el
fontanero, la estudiante o el parado pueden expresarse y llegar a las pantallas
de todo el mundo. Y en ocasiones, su formación o su intelecto no les permiten
hacer el análisis profundo y detallado, alejado de exageraciones y
generalizaciones que realizan (solo de vez en cuando) los tertulianos de los
medios de comunicación.
Pero tanto unos como otros, fomentan el debate. Un
debate a veces viciado, otras veces irrelevante, a menudo sacado de contexto y
casi siempre inconcluyente. Pero eso no significa que debatir, mejor o peor, de
un tema o de otra, sea negativo. Al contrario. Un debate siempre es positivo. Y
deberíamos estar agradecidos de poder enfrentarnos dialécticamente, porque
hasta hace no demasiados años, estaba prohibido. Sigue estándolo en muchos
países, donde Twitter está cerrado por los gobiernos o donde opinar diferente
implica la muerte.
Las redes sociales permiten que el debate se abra a toda la sociedad.
Y es posible que los tontos que ahora tienen voz entorpezcan este debate, pero,
al contrario de lo que opina Cayetana Álvarez de Toledo, las redes NO están
“arrasando con la política y el periodismo cultos, esforzados, incisivos e
inteligentes”. Están enriqueciéndolos y planteándoles nuevas oportunidades y
desafíos para que sean aun más cultos, más esforzados, más incisivos y más
inteligentes.
Y la plataforma donde me
lees no es Twitter, pero este texto es parte de un debate que sí tiene lugar en
Twitter, pero también en la calle y en los medios de comunicación. Neupic en sí
mismo es un debate incesante; un debate imprescindible en una sociedad que
pretende llamarse libre y democrática. Y no solo eso, puesto que si me estás
leyendo, seguramente llegaste aquí gracias a Facebook o a Twitter. Por eso
espero que, aunque decepcione a Álvarez de Toledo, no te hayas encontrado con
un vertedero ni con la tumba de la inteligencia.
Naturalmente, el respeto, la
documentación previa y la responsabilidad deberán ser elementos básicos, pero
ni los ciudadanos en Twitter, ni Monedero y Marhuenda en televisión, ni
siquiera Pedro Sánchez en los debates electorales lo cumplen.
Por eso, si la
práctica hace al maestro, la única forma para que los debates sean verdaderamente
constructivos, útiles y respetuosos es debatiendo. Así que, por el bien de
nuestra sociedad, de nuestra libertad y de nuestra democracia, debatamos.
(Publicado en Neupic)
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