Only Lovers left Alive narra la historia de Adam (Tom Hiddleston), un solitario y deprimido vampiro que ha vivido durante siglos y que encuentra en su mujer Eve (Tilda Swinton) la única excusa para no quitarse la vida. Tras mucho tiempo dolorosamente separados, consiguen reunirse, pero la llegada de la hermana de ella (Mia Wasikowska) volverá a romper su idilio.
La sinopsis puede hacer pensar que estamos ante una nueva edición de la Saga Crepúspulo, pero por suerte no es así. Tampoco estamos ante la más original y definitiva película sobre vampiros. Es, ni más ni menos, una película de Jim Jarmusch. Eso para algunos –posiblemente no demasiados– será una magnífica noticia. Para el resto, esto no supondrá un gran aliciente.
Tiene ese ritmo lento, filosófico y un tanto melancólico que el director estadounidense sabe imprimir tan magistralmente a sus obras. Cargada además de guiños a personajes históricos, una crítica a la sociedad moderna y una fuerte presencia de cultura y arte, acaba atrayendo al espectador a la oscuridad de sus personajes. Y eso sin dejar de ser una historia de amor: con un amor frío, atemporal y esencial, envuelto en imágenes y sonidos a veces hermosos, a veces estridentes.
Ingredientes no le faltan, y seguramente sea la película que Jarmusch quería, pero se echa de menos diálogos más profundos y momentos que consigan atrapar al espectador. Al final no deja en el recuerdo más que un puñado de imágenes, casi todas ellas oscuras y tenebrosas, como sería de esperar en una obra sobre chupasangres. Pero lo cierto es que tampoco aspira a ello, no busca impactar ni conmover, sino que sigue una línea más o menos constante buscando un ideal de belleza y un estilo propios que, por suerte o por desgracia, consigue.
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