miércoles, 4 de marzo de 2015

¿Qué coño pasa con los políticos?

FOTO: EFE

Las declaraciones de Pedro Sánchez desde las comarcas afectadas por las crecidas del Ebro del pasado martes se colaron en todos los medios. Pero no lo hicieron por su contenido, que es más de lo mismo en estas situaciones –el Gobierno no hace nada, pero nosotros hemos venido a ayudar a esta pobre gente porque somos mejores-, sino por la forma. "¿Qué coño tiene que pasar en este país para que Rajoy salga de Moncloa y esté con estos vecinos?" se preguntaba el líder de la oposición.

Y no es que se le escapara como le ha ocurrido a otros muchos cuando se creían a micrófono cerrado; ni fue fruto de un momento de auténtica indignación en el que las palabras salen solas. Son declaraciones medidas. De hecho, repite la frase varias veces, utilizando en tres de ellas el malsonante término. Sánchez fue a visitar esa comarca para poder recriminar al Gobierno su falta de previsión y de respuesta. Y la inclusión de la palabra “coño” le permitió ganar minutos de telediario, pudiendo mostrarse indignado y cercano a los ciudadanos.

Resulta un tanto chocante escuchar a un líder político de primera fila utilizar una expresión como esta. Pero las cosas están cambiando: los políticos españoles ya no quieren ser personajes de otro nivel, que siempre visten traje y que hablan con términos que al resto de la población le cuesta entender. Ahora quieren ser como sus votantes, la gente normal. Saben que para ganar votos deben mostrarse como uno más. Alguien digno de confianza por ser cercano al español medio. Y, como el español medio, también hay que decir palabrotas.

Cualquier cosa vale para no parecer casta y para no ser identificado con los señorones de la vieja política. Últimamente es frecuente que los políticos se quiten la corbata, que se desaliñen un poco –solo hay que ver a Pablo Iglesias-, que se hagan selfies, que pobliquen chorradas en las redes sociales, que lleven mochila, que participen en programas populares o que hagan un uso más vulgar del lenguaje. La clase política se quiere acercar a la ciudadanía. O, al menos, eso quiere aparentar.

Y es lógico que busquen ser identificados como un igual para recuperar la confianza perdida. Porque saben que la sociedad está harta de los políticos que llevan años creyéndose mejores que los ciudadanos y aprovechándose de ellos. Y es posible que esta aparente cercanía no sea mal método. Prueba es la simpatía que despiertan los líderes que se perciben más cercanos como Pablo Iglesias o Albert Rivera. Incluso Pedro Sánchez se puede mostrar satisfecho en ese tipo de encuestas.

Pero lo importante no es cómo vistan, ni qué palabras utilicen, ni si son guapos o feos, jóvenes o viejos. Lo importante es que aporten ideas y soluciones de verdad. Porque yo me pregunto: ¿qué coño tiene que pasar en este país para que empiecen a hacer algo decente de una vez y se dejen de tonterías?

(Publicado en Neupic)

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