Las declaraciones
de Pedro Sánchez desde las comarcas afectadas por las crecidas del Ebro del
pasado martes se colaron en todos los medios. Pero no lo hicieron por su
contenido, que es más de lo mismo en estas situaciones –el Gobierno no hace
nada, pero nosotros hemos venido a ayudar a esta pobre gente porque somos
mejores-, sino por la forma. "¿Qué coño tiene que pasar en este país para
que Rajoy salga de Moncloa y esté con estos vecinos?" se preguntaba el
líder de la oposición.
Y no es que se le
escapara como le ha ocurrido a otros muchos cuando se creían a micrófono
cerrado; ni fue fruto de un momento de auténtica indignación en el que las
palabras salen solas. Son declaraciones medidas. De hecho, repite la frase varias
veces, utilizando en tres de ellas el malsonante término. Sánchez fue a visitar
esa comarca para poder recriminar al Gobierno su falta de previsión y de
respuesta. Y la inclusión de la palabra “coño” le permitió ganar minutos de
telediario, pudiendo mostrarse indignado y cercano a los ciudadanos.
Resulta un tanto
chocante escuchar a un líder político de primera fila utilizar una expresión
como esta. Pero las cosas están cambiando: los políticos españoles ya no
quieren ser personajes de otro nivel, que siempre visten traje y que hablan con
términos que al resto de la población le cuesta entender. Ahora quieren ser
como sus votantes, la gente normal. Saben que para ganar votos deben mostrarse
como uno más. Alguien digno de confianza por ser cercano al español medio. Y,
como el español medio, también hay que decir palabrotas.
Cualquier cosa
vale para no parecer casta y para no ser identificado con los señorones de la
vieja política. Últimamente es frecuente que los políticos se quiten la
corbata, que se desaliñen un poco –solo hay que ver a Pablo Iglesias-, que se
hagan selfies, que pobliquen chorradas en las redes sociales, que lleven
mochila, que participen en programas populares o que hagan un uso más vulgar
del lenguaje. La clase política se quiere acercar a la ciudadanía. O, al menos,
eso quiere aparentar.
Y es lógico que
busquen ser identificados como un igual para recuperar la confianza perdida.
Porque saben que la sociedad está harta de los políticos que llevan años
creyéndose mejores que los ciudadanos y aprovechándose de ellos. Y es posible
que esta aparente cercanía no sea mal método. Prueba es la simpatía que
despiertan los líderes que se perciben más cercanos como Pablo Iglesias o
Albert Rivera. Incluso Pedro Sánchez se puede mostrar satisfecho en ese tipo de
encuestas.
Pero lo
importante no es cómo vistan, ni qué palabras utilicen, ni si son guapos o
feos, jóvenes o viejos. Lo importante es que aporten ideas y soluciones de
verdad. Porque yo me pregunto: ¿qué coño tiene que pasar en este país para que
empiecen a hacer algo decente de una vez y se dejen de tonterías?
(Publicado en Neupic)
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