En un vídeo hecho
público este domingo los terroristas del autodenominado Estado Islámico
advierten a los "cruzados" que solo alcanzarán seguridad en sus
sueños. Este aviso lo realizan antes de decapitar brutalmente a 21 cristianos
coptos en una playa de Libia.
Cruzados. El
término se gestó para referirse a quienes participaron en las Cruzadas, las
campañas llevadas a cabo en la Edad Media para enfrentarse a los enemigos de la
Cristiandad y recuperar Tierra Santa. Lo cierto es que entonces, como ahora,
también se cometieron innumerables salvajadas en nombre de un dios.
Las semejanzas
son abundantes y no parece descabellado comparar aquellas guerras santas
cristianas con la guerra santa de los yihadistas actuales. En ambos casos la
misión es imponer una religión gracias a las armas -sean espadas o
kalashnikovs-. Y en ambos casos esa religión que se impone debe convertirse en
ley y regir la vida de todas las personas -sea el derecho canónico o sea la
sharia-. Las diferencias residen básicamente en las posibilidades técnicas y el
alcance y la repercusión de las matanzas llevadas a cabo por los radicales, ya
sea en nombre de una cruz o de una luna.
Con esto se
podría afirmar que los terroristas del Estado Islámico y de cualquier
fundamentalismo religioso que pretenda imponer sus creencias por la fuerza son
no solo salvajes, sino que son RETRASADOS. Y eso es algo que tiene que ser
difícil de asumir, porque nadie quiere aceptar que forma parte del pasado. Por
eso aprovechan las modernas técnicas propagandísticas y los estudios sobre la materia,
la globalización del mundo, el acceso a las redes sociales o las herramientas
de rodaje y edición de vídeo para intentar engrosar sus filas y para que sus
atrocidades impresionen y asusten a todo el planeta.
Es cierto que en
muchos países, sobre todo de mayoría musulmana, todavía es muy importante el
poder que acumulan las instituciones religiosas y la influencia de las leyes
del derecho islámico. E incluso en los países occidentales hay quienes todavía
buscan imponer sus leyes sagradas a los demás. Pero el futuro no les pertenece.
Estos comportamientos están condenados a extinguirse porque desde la
Ilustración las sociedades tienden hacia la laicidad y el respeto de las
libertades, incluyendo la libertad religiosa, de forma que todos podamos
profesar nuestras distintas creencias en paz y armonía.
Y es horrible que
en la actualidad se decapiten personas en el norte de África, que se dispare a
periodistas y policías en Francia o en Dinamarca, que se secuestre a niñas en
Nigeria o que se criminalice a los homosexuales en Rusia. Son hechos que
reflejan un pasado que, por suerte, se acabará. Por eso los radicales tienen
miedo, porque saben que pertenecen al pasado. Porque saben que no tienen
futuro. Y quizá habría que demostrárselo.
(Publicado en Neupic)
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