"No me jodas". Esa fue la
expresión de casi todos los seguidores de Juego de Tronos (Game of Thrones, 2011, David Benioff y D.B. Weiss) tras la última escena
de la quinta temporada de la serie. No voy a decir de qué se trata por si
alguien no está al día con los capítulos, pero fue algo gordo. Como casi todo
en esa serie grandilocuente y excesiva que, aunque será blanco de mis críticas
en las próximas líneas, reconozco que también me tiene enganchado.
Ese es el mérito
de la serie basada en el universo creado por George R. R. Martin. No es la
mejor de la historia, pues hay muchas otras, actuales o no, que narrativa y
conceptualmente son superiores. Pero las comparaciones en el arte (y las series
de televisión lo son, igual que el cine o la música) son especialmente odiosas
y no voy a entrar en ell as. Lo que sí parece claro es que la capacidad
de generar interés, expectación y casi adicción de esta serie de la HBO es
incomparable. Ya sea por el fenómeno fan, por la espectacularidad visual o por
las campañas de marketing, medio mundo está paralizado ante la llegada este
domingo de la sexta temporada de la serie.
Precisamente esa parálisis, esa atención desmesurada por
parte de algunos medios de comunicación, me hace pensar que habrá diarios que
titulen a cinco columnas: “Los Caminantes Blancos saltan el Muro de Hielo”. No
sé si eso pasará en la serie (ojalá no, pobres habitantes de Poniente), pero lo
que sí ocurre a diario es lo contrario: caminantes que llegan a fronteras y no
pueden saltar sus muros. A ellos, que no son el peligro, sino que huyen de él,
no les dedicamos esta semana entrevistas ni reportajes. Ese espacio está
reservado para Cersei Lannister, Arya Stark o Daenerys Targaryen. Sobre todo en las redes sociales y en los
sitios web de los medios, pues ahí la atención prestada ha sido verdaderamente
desmesurada.
Comprendo que los medios (insisto, solo algunos deben darse
por aludidos) ofrecen determinados contenidos porque sus compradores y usuarios
quieren informarse sobre ellos. Es totalmente comprensible que nuestros
intereses sean esos. Somos libres para preocuparnos de asuntos banales. Y hacer
uso de esa libertad, decidiendo que queremos divertirnos con una serie de
televisión, es una forma de defenderla frente a quienes quieren imponernos sus
normas y su terror. El problema no es de la sociedad, que está ejerciendo su
derecho, sino de los medios, que no están ejerciendo su responsabilidad.
Porque hay una cantidad ingente de temas de mayor relevancia
que una serie, y es responsabilidad de los medios de comunicación tratarlos con
la profundidad que merecen aunque haya menos personas dispuestas a hacer clic
en esa noticia. Y no solo por el hecho de ofrecer el contenido que
verdaderamente importa independientemente de lo rentable que resulte, sino
también porque no se debe sobredimensionar un fenómeno que, por popular que
sea, interesa únicamente a una parte de la sociedad.
Ocurre algo parecido con el fútbol, salvo que en ese caso la
parálisis y la concentración de los medios es mayor y más generalizada. Pero
esa crítica no toca ahora mismo (junio está a la vuelta de la esquina), porque
la actualidad lo que pone sobre la mesa es el fenómeno Juego de Tronos.
Y mientras tanto, Acnur teme que un naufragio en el
Mediterráneo esta semana haya causado la muerte a 500 migrantes justo un año
después del hundimiento en el que 700 personas perdieron la vida cuando intentaban
llegar a Europa.
Ah, pero, eso sí, por favor, que alguien resucite a Jon Snow. No me jodas...
Ah, pero, eso sí, por favor, que alguien resucite a Jon Snow. No me jodas...
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