viernes, 25 de marzo de 2016

¿Mañana Madrid?

Los ataques en Bruselas nos han hecho revivir lo que hace pocos meses habíamos sentido tras la masacre de París. Que no era sino una repetición de lo ocurrido en Londres y en Madrid unos años atrás. Otro ataque que, no por esperado, pudo ser evitado.

Y hoy lloramos a las víctimas y nos solidarizamos con Bélgica. Como seres humanos no podemos hacer otra cosa. Pero tampoco podemos olvidar que más allá de Europa y de Occidente se siguen sucediendo los atentados, tanto o más dramáticos que el de la capital belga. De Turquía a Nigeria, pasando por Siria, Costa de Marfil o Libia. Debemos ser cuidadosos con nuestra eurocéntrica visión de la realidad y luchar para que no nos impida sentir dolor por las víctimas de países lejanos cultural y geográficamente.

Pero sabiendo que ninguna víctima vale más que otra, es cierto que el ataque de ayer no iba únicamente dirigido contra personas, sino también contra valores y principios. Son la solidaridad, la separación entre religión y estado, la seguridad, la libertad o la defensa de los Derechos Humanos. Son los valores que encarna una Unión Europea con sede en Bruselas. Son los valores que en los últimos meses en general, y en los últimos días en particular, nosotros mismos parecemos dispuestos a echar por tierra.

La política de rechazo a los refugiados, el cierre de fronteras o la islamofobia no hacen sino fomentar el odio de unos y otros. No se trata de levantar alambradas para que no entren los terroristas, porque solo frenan a otras personas que están huyendo del mismo o de otro terror. De lo que se trata es de evitar que nuestros propios ciudadanos o aquellos que se vuelven a nosotros en busca de ayuda sean discriminados, marginados y criminalizados. Se trata de evitar que aquellos que viven o quieren vivir con nosotros se conviertan en blanco fácil de la propaganda de unas organizaciones que consiguen lavar el cerebro a jóvenes a quienes nuestra sociedad ha dejado de lado.

El ataque de esta mañana a la mezquita de la M30 por radicales de extrema derecha nos muestra lo fácil que es dejarnos llevar por el odio y el miedo. Y por la ignorancia y la estupidez. Quienes acuden a esa mezquita a rezar no tienen nada que ver con quienes ayer pusieron bombas en Bruselas. Quienes acuden a esa mezquita a rezar tienen tantas posibilidades de ser víctimas en un posible ataque a Madrid como quienes vilmente lanzaron bengalas sobre el templo y desplegaron un cartel con el texto "Hoy Bruselas, ¿mañana Madrid?".

Los que lanzaron botes de humo y bengalas a la mezquita y los que ayer colocaron bombas en los medios de transporte bruselenses tienen muchas similitudes. Ambos fomentan el odio, se retroalimentan. El ataque de Bruselas hace soñar a los extremistas xenófobos europeos, porque ven un escenario en el que pescar votos para sus partidos políticos. El ataque de la mezquita madrileña hace sonreir a los terroristas, porque ven cómo se crea un caldo de cultivo ideal para captar más adeptos. Y tanto unos como otros tienen algo básico en común. El miedo. Son unos cobardes.

Por eso no podemos ceder al miedo. Debemos celebrar la vida, ser felices, viajar, reir y amar. Debemos ser libres y valientes. Eso no lo entienden los locos que quieren imponer su odio y su extremismo intransigente. Tienen miedo a la libertad. Por eso no podemos perderla cuando quieran imponernos su terror.

Rezo para que no haya más víctimas de la sinrazón. Y ojalá los dirigentes, la comunidad internacional y los cuerpos de seguridad del mundo consigan evitar futuras masacres. Pero la posibilidad de que puedan producirse no puede condicionar nuestra vida. No podemos ceder ante su chantaje. ¿Que esto es una guerra? Sed felices, generosos, respetuosos y valientes. Sed libres. Ellos no pueden ni soñar con esas armas.


(Publicado en El Blog del Suscriptor de El Español)

sábado, 12 de marzo de 2016

Los efectos de una nueva realidad informativa

La reconversión de El País ejemplifica cómo Internet y las nuevas tecnologías han obligado a medios de comunicación y a periodistas a emprender importantes procesos de renovación.


FOTO: Facebook
Es posible que sea una de las imágenes del año; Mark Zuckerberg, fundador de Facebook, entrando sin ser visto en un salón del Mobile World Congress de Barcelona repleto de periodistas absortos en un mundo paralelo gracias a visores de realidad virtual. La estrella del congreso estaba pasando a su lado y los periodistas ni siquiera se estaban dando cuenta. Su atención al mundo virtual les impedía descubrir la noticia que se estaba produciendo a un par de metros. Los más agoreros pueden pensar que es una premonición sobre un futuro en el que la realidad digital nos impedirá vislumbrar lo que sucede a nuestro alrededor. Pero lo cierto es que esa tendencia ya se aprecia en nuestra sociedad. Y el periodismo no está siendo ajeno a ella. 

Los medios digitales llevan ya años adquiriendo un protagonismo que afecta, además de al resto de medios, a la propia información y a la profesión periodística. Los medios tradicionales no solo compiten con las redes sociales, sitios web o blogs, sino que conviven y convergen con ellos. El ámbito digital es transversal al resto de medios y ya no se concibe una cabecera que no cuente con una página web de calidad, con abundantes y activos perfiles en redes sociales y con una notable actividad de promoción online. Tendemos, por lo tanto, a la primacía de empresas de comunicación multimedia. Además de por la fusión y concentración de grupos, por la inevitable tendencia de estos a diversificarse -o a intentar sobrevivir- gracias al digital. 

Ya en 2010 el catedrático Manuel Fernández Areal opinaba que la división entre los tres medios clásicos –prensa, radio y televisión- era una idea superada. Aunque pueda resultar exagerado, la tendencia es esa, pues Internet ha contribuido a derribar muros entre medios: periódicos digitales que realizan acciones en papel, radios que cuelgan vídeos en sus sitios web, cabeceras de prensa escrita que retransmiten determinados acontecimientos en su página web a través de streaming... 
“Ahora hay muchas herramientas para contar historias y eso no se puede obviar”
Y esta renovación de los medios tiene su extensión lógica en los profesionales de la información. Un presentador televisivo debe saber también cómo gestionar sus perfiles en las distintas redes sociales; un locutor radiofónico deberá conocer cómo realizar podcasts y cómo compartir archivos audiovisuales en plataformas online; y un redactor de una revista o de un periódico deberá saber adaptar sus textos para que sean bien acogidos en un entorno digital. Y todos ellos deberán reciclarse, porque a los criterios periodísticos tradicionales sobre qué es noticiable se unen ahora las reglas que rigen en la red y que permiten que un contenido se vuelva viral o goce de aceptación entre SEOs, community managers, bloggers, followers, etc. 

La variedad de tareas a las que debe enfrentarse el periodista ha aumentado de forma muy notable en el nuevo contexto informativo. En palabras de Álvaro Rigal, redactor jefe de El Confidencial, el “periodista de hoy debe ser más versátil que el de hace diez años: debe ser capaz de contar historias en tiempo real, no pensando en el periódico del día siguiente, y cada vez se valora más que pueda hacer fotos, o vídeo, o visualizaciones de datos...”. 

Aunque “es difícil generalizar”, estas nuevas funciones suponen un desafío para muchos profesionales, que han debido adaptarse y reciclarse, para sobrevivir en un entorno cambiado y cambiante. Cambiado porque poco tiene que ver con el que existía hace un par de décadas; cambiante porque las novedades se suceden ahora a velocidad de vértigo. Aun así, “cuanto mejor sea el periodista menos habrá sufrido con la transformación, porque la matería prima sigue siendo la misma: encontrar noticias y contar buenas historias”. 

La misma línea sigue Fernando Varela, redactor jefe de Infolibre, cuando opina que “las técnicas son las mismas, la esencia sigue siendo conseguir información; lo demás son herramientas, pero la base no es eso, cambian las formas de trabajar, pero no el trabajo en sí”. 

La necesidad de reinvención del periodista se explica por la existencia de nuevos aparatos y sistemas más eficientes, fiables y manejables. En palabras de Rigal, “ahora hay muchas herramientas para contar historias y eso no se puede obviar”. Es evidente que se debe hacer un uso adecuado y proporcional de las mismas, pero su aprovechamiento por parte de un buen profesional, debería permitir que la llamada sociedad de la información estuviera mejor informada que nunca. Que eso se cumpla o no, dependerá de la responsabilidad con la que se estén utilizando estas nuevas oportunidades. 

Renovarse para sobrevivir 

Ese podría ser el lema de una gran cantidad de grupos que han visto que sus únicas opciones para seguir en el mercado pasan por adaptarse a los nuevos tiempos. Álvaro Rigal opina que este contexto “obliga a reinventar la empresa por completo porque la gente está dejando de comprar su producto”. Y añade que es “a los medios cuyo modelo de negocio estaba ligado al papel a los que está obligando a una reconversión más complicada”. 

Fernando Varela, por su parte, entiende que Internet “ha puesto patas arriba los medios tradicionales, no solo el papel. La televisión también deberá adaptarse en el medio plazo; ahora manda el consumo a demanda”. Él entiende que la radio “por su facilidad de consumo, que permite combinarla con otras tareas como conducir o cocinar” podría ser la que tenga que enfrentarse a un menor reajuste. 

Algo en lo que discrepa José Luis Barrios, de la administración de Leonoticias, uno de los medios digitales líderes en la provincia de León. En su opinión, la radio deberá reformular su modelo de negocio, pues “tenderá a emitirse a través de la red, que es mucho mas económico y no precisa de licencias”. Pero también entiende que el cambio llegará a todos los medios porque “el futuro pasa por los contenidos multimedia y, sobre, todo por el video. El video en directo (streaming) y a demanda es el futuro de la información, y este tipo de contenidos solo se pueden soportar sobre plataformas en internet”. Se reafirma en este sentido al opinar que “el futuro del periodismo pasa por este tipo de plataformas [las digitales]”. 

Precisamente el futuro de Leonoticias está ligado al grupo Vocento, que lo adquirió hace dos años, siendo su primera cabecera digital pura. Barrios no duda al respecto: “cuando Vocento decide participar en nuestra empresa su apuesta es clara, el futuro son los medios digitales”. 

Una opinión que comparten los tres profesionales y que también parece compartir el diario de mayor difusión en España. El País, a punto de cumplir cuarenta años, busca convertirse en el referente digital en español a nivel mundial, para lo que está llevando a cabo un intenso proceso de renovación. Algo que no supo hacer Público, que tuvo que echar el cierre a su edición en papel a principios de 2012. Y no han sabido hacerlo otros muchos medios de comunicación -375 desde 2008, según el último Informe Anual de la Profesión Periodística elaborado por la Asociación de la Prensa de Madrid-, que han ido cerrando en los últimos años en los que, a los cambios en el sector, se unió la crisis económica. Eso es lo que quiere evitar el diario líder en España, y para ello busca hacer el mejor uso posible de las ventajas que ofrecen las nuevas tecnologías. 

Se mantendrá “una edición impresa de El País de la mayor calidad durante todo el tiempo que sea posible”, decía el director del periódico, Antonio Caño en una carta abierta a la redacción. Pero la renovación estará centrada en “la construcción de un gran medio digital de cobertura global que pueda responder a las demandas de los nuevos y futuros lectores”. Nuevos perfiles profesionales, nuevos nombres en los cargos directivos, nueva organización interna y una remodelada redacción central son los aspectos principales del cambio. El diario del grupo Prisa busca adelantarse a algo que para muchos parece inevitable. El propio Caño opina que “el trasvase de lectores del papel al digital es constante. Se puede dar ya por hecho que el hábito de la compra del periódico en el quiosco ha quedado reducido a una minoría”. 

Estamos ante un periódico que nació en papel, y que se ha ido convirtiendo en un soporte multimedia, que presta una atención cada vez mayor al digital, pero que en los últimos meses también ha retransmitido con comentaristas en directo debates y jornadas electorales o sesiones de investidura. Los periodistas que hace unos años solamente escribían noticias y reportajes han debido reciclarse, acogiendo además entre ellos a otro tipo de profesionales, para sacar adelante un medio de comunicación que difiere notablemente de lo que conocieron al llegar. Esos periodistas cuentan ahora con mayores y mejores oportunidades para informar, pero también se enfrentan a los retos de hacerlo de una forma y en una situación distintas a las que están acostumbrados. 

La demanda condiciona la oferta 

La explicación de todos estos cambios debemos buscarla en la modificación de los hábitos de compra, lectura y consumo de medios de información por parte de los usuarios. Dado que la actividad del periodista está influida por su público objetivo, es parte de su tarea conocer dónde están sus audiencias y cómo hacerles llegar su producto. Y estas, cada vez más, se encuentran en Internet, por lo que ahí es donde debe buscarlas. Para ello, las técnicas utilizadas y los contenidos producidos deberán ser diferentes, pero no ha cambiado la esencia, pues la autopromoción y la lucha por el público ha existido siempre.
El periodista debe conocer dónde se encuentran las audiencias
La necesidad de llegar al público para lograr que una empresa de comunicación sea rentable condiciona la información publicada. Igual que también condicionan esa información las características técnicas propias de cada medio, la línea editorial, los anunciantes, los directivos, los gobiernos... Estos condicionantes, que no son sino las 5 P’s de censura del trabajo del periodista -Propietarios, Publicidad, Política, Producción y Públicos- que el profesor Ramón Reig lleva años estudiando, no son novedosos ni inherentes a la red. Simplemente se han modificado, ya que los públicos son otros, como también lo son el proceso de producción o la gestión de la publicidad.

Para descubrir esos cambios solo hace falta comparar los contenidos publicados por un medio tradicional y lo que ese medio incluye en su página web o en sus redes sociales. El caso más claro es el de la prensa escrita. Podemos volver a utilizar el ejemplo de El País para comprobar que tanto la forma como el fondo de lo publicado en la red difiere de lo publicado en papel. El tono reposado y serio del periódico tradicional se enfrenta al estilo más ágil y multimedia de elpaís.com, mientras la actividad en Facebook pone el foco menos en la información y más en el entretenimiento, con rankings, polémicas y publicaciones curiosas, en ocasiones cercanas al sensacionalismo.

Y este cambio en los contenidos, que es el que afecta a la organización del medio y al trabajo del periodista, se debe a la demanda de los usuarios. Por eso, quizás lo que vimos en el Mobile World Congress sea simplemente un reflejo de este nuevo contexto, en el que la única forma de contactar y de satisfacer a nuestro público es a través de una realidad virtual que ha transformado por completo la propia realidad.

jueves, 10 de marzo de 2016

La responsabilidad de los acuerdos que firmamos


Turquía fue protagonista en los medios de comunicación el martes tras el acuerdo alcanzado con la Unión Europea, que está dispuesta a pagar 3.000 millones de euros y a hacer importantes concesiones al país otomano para que se quede con los refugiados que no queremos en esta tierra de idílica democracia y de derechos humanos para unos cuantos. Ese mismo día, 8 de marzo, se celebraba el Día Internacional de la Mujer. La llegada a los cines españoles de Mustang (2015, Deniz Gamze Ergüven) este viernes es quizás la mejor reflexión posible sobre ambos asuntos.

Esta cinta, nominada al Oscar y al Globo de Oro a Mejor película de habla no inglesa, ha sido galardonada en numerosos festivales y entregas de premios, además de haber sido alabada por la crítica. Rodada en turco en un pueblo a orillas del Mar Negro, cuenta con un magnífico reparto, sobre todo las cinco jóvenes protagonistas, y con una directora novel que da vida con maestría a un cuidado guion. Mustang narra la historia de cinco hermanas adolescentes que comparten el verano con los chicos de su escuela. Pero su condición de mujeres hará que unos juegos inocentes sean tachados de inmorales y escandalosos. Huérfanas de padre y madre, su abuela y su tío intentarán limitar el despertar sexual y las ansias de libertad de las chicas imponiendo estrictas normas y tratando de convertirlas en lo que se espera que sean: futuras esposas.

Se trata de una magnífica reflexión sobre la condición de la mujer en Turquía: sexualmente reprimida, limitada a su papel de esposa, expuesta a la violencia machista casi sin control y, en definitiva, privada de igualdad y libertad.

No podemos obviar la existencia de países y culturas mucho más discriminatorias hacia la mujer. Lugares en los que el empoderamiento y la rebelión contra el patriarcado –algo que también encontramos en la película- son aun imposibles de concebir, y en las que la violencia contra la mujer no solo no se pena, sino que se incluye en la legislación. Son batallas que también hay que luchar. Pero el caso turco nos toca de lleno y nos convierte en responsables.

Turquía lleva años intentando ser miembro de la Unión Europea. Hasta ahora sin éxito, pero el nuevo acuerdo firmado el martes supone un acercamiento muy importante. Este acercamiento no se ha producido porque Turquía haya dado pasos hacia una mayor democracia, ni hacia una mayor protección de las libertades de expresión e información, ni hacia una mayor igualdad de la mujer como la que se demanda en Mustang. Se produce el acercamiento porque van a quedarse con las personas que no queremos en Europa. Con personas que huyen de la guerra –de las que huyen de la miseria o de conflictos que no sean la Guerra de Siria ni hablamos, porque esas, como dijo el Presidente del Consejo Europeo Donald Tusk, “que no vengan a Europa”-, y a las que se va a negar el derecho al asilo. En lugar de centrar nuestros esfuerzos en acoger a esas personas, los centramos en financiar a Turquía para que se queden ellos con los refugiados porque consideramos que se trata de un país lo suficientemente "seguro".

En Europa se nos llena la boca al hablar de democracia, de libertad, de igualdad, de derechos humanos... pero esas palabras no concuerdan con el régimen de Erdogan, que gobierna en Turquía con mano de hierro. Esos valores sí concuerdan con la mentalidad de muchos turcos, pero es con sus gobernantes con quienes firmamos los acuerdos. Y son ellos los que no tienen ningún respeto por esos valores sobre los que supuestamente se basa la Unión.

La Unión Europea, una idea que recibió el Nobel de la Paz en 2012, no vale nada si sus principios fundamentales se pueden activar y desactivar, abriendo y cerrando las fronteras, en función de nuestra disponibilidad y nuestro interés en ayudar a las víctimas de una guerra que –de una forma más o menos directa- también estamos alimentando.

Permitimos que el Reino Unido se salte los principios europeos para que no se rompa la Unión. Permitimos que los países miembros sigan levantando vallas y limitando el espacio Schengen para que la situación no se descontrole. Permitimos que Turquía siga violando derechos humanos mientras nos ayude en la contención de la ola de refugiados. Permitimos muchas cosas, pero lo que no permitimos es que personas que huyen de las bombas y los disparos se refugien en nuestros países.

Eso sí, cuando veamos Mustang diremos indignados que “estos moros que no respetan a la mujer no pueden venir aquí”. A lo mejor tenemos más responsabilidad en esa situación de la que pensamos.

(Publicado en Neupic)