O eso publicaba
ayer el diario ABC ocupando toda su
portada y con un rojo que ni los mejores tomates. Tras esta información, el
secretario de Estado de Hacienda, Miguel Ferre, declaró que "no hay nada
que anunciar" sobre una posible bajada del IVA cultural y Rajoy, desde
Nicaragua, ha dicho que “hoy no es posible pero no se descarta para el futuro”.
Independientemente de si nos creemos lo que dice ABC, no parece extraño que el
Ejecutivo opte por una bajada del IVA cultural en los próximos meses en vista
de los comicios que asoman en el horizonte.
La subida del IVA
cultural del 8% al 21% supuso un golpe muy duro para un sector que estaba
sufriendo con dureza la crisis. La piratería e Internet habían dañado al cine y
la música; mientras los altos precios hacían que el teatro y otros espectáculos
artísticos se resintieran. En esas estábamos cuando en septiembre de 2012 se
produjo ese aumento del IVA en nada menos que 13 puntos. Era más del doble. Y
la industria veía peligrar muchos puestos de trabajo.
Pero no afectó a
Javier Bardem. Afectó a los pequeños exhibidores, a los grupos de múscia que
estaban empezando, a las compañías de teatro más desconocidas... A los de
siempre, a la clase media y baja; en este caso de un sector. Y, por supuesto,
también tocó el bolsillo del español medio, que tuvo que dejar de ir al cine y
de comprar música. Porque había necesidades más acuciantes.
Muchas voces del
mundo de la cultura abogaban porque esta subida del IVA era una venganza del
Gobierno popular por su posicionamiento contra la Guerra de Irak y que, dicen,
acabó costando las elecciones de 2004 al PP. Me cuesta creer esa teoría; me
inclino más por la opción de que unas personas con no demasiadas luces
adoptaron una serie de medidas que quizás hubieran debido llevarse a cabo de
diferente manera. A esto hay que sumar la opinión, un tanto generalizada en
nuestro país, de que la cultura es algo prescindible para la sociedad.
Efectivamente,
comprar un abrigo en invierno, pañales para un bebé o comer a diario son mucho
más importantes que ver una obra de teatro. Pero la cultura, que es el arte, no
puede ser despreciada en una sociedad. No se puede dejar de lado un sector que
aporta creatividad, educación e identidad a un país. Y, en términos más
prosaicos, que mueve grandes cantidades de dinero y que emplea a muchas
personas.
Por eso entiendo
que el IVA cultural debería bajar. No solo para salvar al sector y que pueda
seguir participando de la economía espaola, sino como elemento de creación de
riqueza en términos de educación, entretenimiento, creatividad y valores.
Pero esto lo digo
siendo consciente de que hay muchos otros productos que deberían ver su
impuesto sobre el valor añadido reducido. De hecho, considero que el IVA de
artículos de primera necesidad como pañales y compresas, que también se sitúa
en el 21%, debería bajar con mayor urgencia que el de la cultura. Pero eso no creo
que figuer en la agenda del Gobierno. Y de eso son responsables en gran medida
los medios de comunicación, que prestan más atención a las reivindicaciones de
los artistas que de las madres, otorgando mayor prioridad a la cultura que a la
higiene. Yo mismo reconozco mi modesta parte de culpa y confieso, que de no ser
por el dichoso IVA cultural, no habría descubierto que algo tan básico e
imprescindible como los pañales o los productos de higiene femenina son
grabados también con un 21%.
Pero los bebés no
tienen la capacidad de movilización que tienen las estrellas de la gran
pantalla. Y el Gobierno sabe que la reducción del IVA cultural llenará más
portadas y abrirá más telediarios que el de los pañales. Y eso, con fines
electoralistas, se valora mucho. Aun así, todo lo que sea aflojar el cinturón
impositivo sobre los ciudadanos será bienvenido. Aunque el único motivo para
hacerlo sea seguir apoltronado en el sillón del ministerio.
(Publicado en Neupic)